Un pacto inútil

Un pacto inútil
Afloran dudas del árbitro
Los electores, olvidados

Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida


¿Como para qué se requiere un pacto de civilidad que obligue a los candidatos a la Presidencia de la República a aceptar el conteo del IFE? ¿Qué intereses pretende cobijar ese organismo?

Parece un pacto inútil si el organismo tiene la seguridad, y la tranquilidad, de hacer su trabajo de manera limpia. Todo lo contrario, el IFE debería hacer saber a la ciudadanía, que es la que realmente importa, que ninguna trampa, ni un solo desvío de la ley tendrá cabida en el resultado de la elección del próximo domingo.

No obstante, por lo que vemos, el IFE tiene dudas de su propia labor y requiere que los candidatos queden sometidos a otro haiga sido como haiga sido para tranquilizar a las conciencias negras, que algo malo traen entre manos que se amarran el dedo antes de la cortada.

El pacto inútil que firmen los candidatos nada tiene que ver con la decisión que tome la gente después de que la institución electoral dé a conocer un fallo que contravenga la realidad. Si eso sucede, ningún candidato podría evitar la reacción de la gente que se pudiera sentir defraudada.

Habría que recordar que por buenos o malos que sean los candidatos, quienes tendrían que sufrir un gobierno que los perjudicara, serían todos los habitantes del país, y en ese caso lo menos importante sería el candidato, pero lo que no se quiere entender es que ahora no se necesita que nadie le diga a la gente qué rumbo tomar; los métodos de organización están fuera de las manos de quienes concursan por la Presidencia de la República.

La gente sabrá, tal vez hasta antes de que se dé un resultado, qué fue lo que pasó durante la elección. Y si hay ahora la necesidad de obligar a los presidenciables a firmar un pacto, es que se tienen dudas sobre la limpieza en la jornada, y eso, a estas alturas de la supuesta vida democrática de México, parece inaceptable.

Y es que las chachalacas se volvieron locas, y día con día presionan para silenciar la protesta, si es que se pudiera dar, para tratar de resguardar una tranquilidad que sólo podría ser la propia. Ellos, fieles a su idea, requieren de acuerdos cupulares sin importarles cuál es la opinión de la gente. Si no protestan los candidatos, ¿no pasará nada?

Tal vez lo que se quiere decir es que, silenciados los líderes, las posibilidades de una reacción de protesta no tendrían mayor efecto porque la contrarreacción del gobierno federal sería mayor, y más intensa, lo que de cualquier forma resulta inquietante.

La verdad es que fuera de los supuestos candados que ha construido el IFE, principalmente en cuanto a lo infalsificable de las boletas, todo se ha vuelto una locura, algo incontrolable. Un ejemplo muy claro son los datos que arroja el propio IFE, que advierten que del 12 de abril al 26 de mayo se publicaron 680 encuestas, es decir, 14 por día, con resultados dispares –esto último no es dato de la institución–, lo que no puede dar ningún tipo de seguridad al votante.

Además, sería muy importante que el IFE señalara también, por ejemplo los gastos de campaña que tiene alguno de los partidos. Un dato reciente nos dice que el domingo pasado el PRI consiguió mil 628 camiones –hay pruebas documentales– que transportaron a 67 mil 120 personas al estadio Azteca –a la sazón propiedad de Televisa–, a las que se dio también una torta, un refresco y una gorra. Sólo en transporte el gasto sería, según algunos datos que nos dieron los empresarios del transporte, algo así como 8 millones 390 mil pesos, y si se cuentan los refrescos y las tortas, el gasto se elevaría 2 millones más, sólo en ese acto.

Por tanto, la responsabilidad del IFE es la única forma de lograr que se evite alguna protesta que sea resultado de un fallo dudoso. El pacto, entonces, tendría que ser con la gente, y en ella nadie piensa.

De pasadita

La candidata de las izquierdas a la delegación Benito Juárez, Leticia Varela, cuenta con gran simpatía de la gente de esa delegación y podría ser que se convirtiera en la próxima titular de esa demarcación, donde parecía imposible el triunfo de un signo diferente al azul. Si eso ocurre, es la debacle para el PAN. Nada más.

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