Francisco Garfias
Aún faltan 24 días para las elecciones. Casi todas las encuestas nos dicen que López Obrador mejora en las preferencias electorales, pero que aún está a dos dígitos de Peña Nieto. La ventaja del candidato del PRI todavía es considerable, aunque no irremontable.
Aun así, el tabasqueño ya retomó su vieja cantaleta. Volvió a ser el Andrés de siempre. Dice que sus adversarios van a recurrir a la guerra sucia, pero que si no les alcanza, van a ir al fraude.
El hombre no pierde oportunidad para descalificar al IFE. No confía en la autoridad electoral, a pesar de que hubo relevos en el Instituto por presiones de sus simpatizantes. Salió prematuramente Luis Carlos Ugalde como consejero presidente. Entró Leonardo Valdés, que era propuesta del PRD. Los cambios de otros consejeros fueron aprobados por los partidos de izquierda.
Pues no, no y no. Descaradamente nos dice: “Soy yo o el fraude…” Así, ni cómo ayudarlo.
El tema es preocupante. Hay muchos chavos involucrados y organizados que creen ciegamente en él. Es un ingrediente que no existía en 2006. La frustración puede hacer su aparición si los augurios de las encuestas se cumplen. El problema es mayúsculo. Vamos a necesitar de mucha habilidad política, que no abunda, o de lo contrario el plantón de Reforma se quedará pálido.
Sus adversarios parecen empeñados en engrosar el arsenal del tabasqueño. Los nuevos spots de Josefina auguran que Andrés llevaría al país a la quiebra económica (¿recuerdan lo de un peligro para México). Hay otro promocional con la escandalosa frase “al diablo con las instituciones”.
El PRI no se queda atrás. Recuerda al Señor de las Ligas y difunde las grabaciones sobre el pase de charola en casa del empresario Luis Creel, para juntar seis millones de dólares.
Vicente Fox trae pleito casado con Felipe Calderón. No le perdona al Presidente que le haya mandado policías a su casa. Detesta al Peje. No hay que olvidar que intentó desaforarlo. Pero hay un motivo suplementario para entender su posición a favor de Peña. La necesidad de recursos para el Centro Fox.
Un encumbrado panista jura que Juan Manuel Oliva, ahora ex gobernador de Guanajuato, prohibió a los presidentes municipales azules contratar los servicios de ese Centro, cuya manutención es cara. Los priistas aprovecharon la coyuntura. Ellos sí contrataron esos servicios. “La candidatura de Rubén Moreira se fraguó allí”, asevera la fuente.
Fox reiteró ayer su apoyo al priista. En un confuso comunicado (¿dónde andarán Jorge Castañeda y Rubén Aguilar?) volvió a hacer un llamado a cerrar filas alrededor del priista. “Si la gente se manifiesta libremente a favor de un puntero y logra que ese puntero obtenga el triunfo, reafirmemos la voluntad popular”, dice el ex mandatario. Jura, eso sí, que sus ideales políticos permanecen intactos y que antepone su “amor por México”.
El Centro Fox fue creado en 2006, imparte seminarios y forma líderes políticos. De eso se sostiene oficialmente. Los cursos están abiertos a todos los partidos.
Nos asomamos ayer al acto en el que Peña Nieto firmó el plan Concertación Mexicana con destacadas figuras que pertenecieron a otros partidos. Pero más que la suscripción de un pacto en donde abundan los buenos propósitos, era una muestra de respaldo al candidato presidencial del PRI.
En la mesa estaban cinco ex dirigentes nacionales de diversas agrupaciones políticas: Manuel Espino, PAN; Rosario Robles, PRD; Alberto Begné y Jorge Carlos Díaz Cuervo, ex dirigentes del PSD; José Antonio Calderón, que fue dirigente del hoy desaparecido PAS. José Manuel Luna Encinas, presidente de la Unión Nacional Sinarquista, formaba parte del elenco. Firmaron también René Arce, Víctor Hugo Círigo, Lía Limón, Ramón Sosamontes, Patricia Olamendi, Tere Vale y Martín Rincón Gallardo.
“Reconocemos que la coalición Compromiso Por México va a ganar la Presidencia de la República y que Enrique Peña Nieto cargará con la responsabilidad de cerrar con éxito la etapa de transición e insertar a México en una nueva forma de gobernar con y para la sociedad”, dice el documento. René Arce, ex guerrillero, aclaró que los firmantes no son tránsfugas. Es decir, que no intercambian sus posiciones políticas por dádivas. Tampoco una especie de “cargada” plural a favor del puntero en las encuestas. ¿Reunión para subirse al carro de Peña Nieto? “Se equivocan. Quienes estamos, tenemos años de lucha”, dijo el ex perredista.
Espino andaba ayer muy reservado. Quisimos saber de su estancia en El Torito. “A todo dar. Luego te platico…”, evadió. Insistimos. “Hay algo importante que te quiero decir. Yo te busco”, reviró, misterioso. Indagamos entre los presentes. El panista expulsado les dijo que no andaba borracho, que le pusieron un cuatro, pero que va a regresar al Torito a cumplir voluntariamente con las horas que le faltan. Al ex jefe panista lo agarraron en el cruce de Gabriel Mancera y Félix Cuevas. Les dijo que se metió a un OXXO “a comprar donas” y al salir se topó con el operativo. En esta última avenida no hay circulación, por las obras del Metro.
Aún faltan 24 días para las elecciones. Casi todas las encuestas nos dicen que López Obrador mejora en las preferencias electorales, pero que aún está a dos dígitos de Peña Nieto. La ventaja del candidato del PRI todavía es considerable, aunque no irremontable.
Aun así, el tabasqueño ya retomó su vieja cantaleta. Volvió a ser el Andrés de siempre. Dice que sus adversarios van a recurrir a la guerra sucia, pero que si no les alcanza, van a ir al fraude.
El hombre no pierde oportunidad para descalificar al IFE. No confía en la autoridad electoral, a pesar de que hubo relevos en el Instituto por presiones de sus simpatizantes. Salió prematuramente Luis Carlos Ugalde como consejero presidente. Entró Leonardo Valdés, que era propuesta del PRD. Los cambios de otros consejeros fueron aprobados por los partidos de izquierda.
Pues no, no y no. Descaradamente nos dice: “Soy yo o el fraude…” Así, ni cómo ayudarlo.
El tema es preocupante. Hay muchos chavos involucrados y organizados que creen ciegamente en él. Es un ingrediente que no existía en 2006. La frustración puede hacer su aparición si los augurios de las encuestas se cumplen. El problema es mayúsculo. Vamos a necesitar de mucha habilidad política, que no abunda, o de lo contrario el plantón de Reforma se quedará pálido.
Sus adversarios parecen empeñados en engrosar el arsenal del tabasqueño. Los nuevos spots de Josefina auguran que Andrés llevaría al país a la quiebra económica (¿recuerdan lo de un peligro para México). Hay otro promocional con la escandalosa frase “al diablo con las instituciones”.
El PRI no se queda atrás. Recuerda al Señor de las Ligas y difunde las grabaciones sobre el pase de charola en casa del empresario Luis Creel, para juntar seis millones de dólares.
Vicente Fox trae pleito casado con Felipe Calderón. No le perdona al Presidente que le haya mandado policías a su casa. Detesta al Peje. No hay que olvidar que intentó desaforarlo. Pero hay un motivo suplementario para entender su posición a favor de Peña. La necesidad de recursos para el Centro Fox.
Un encumbrado panista jura que Juan Manuel Oliva, ahora ex gobernador de Guanajuato, prohibió a los presidentes municipales azules contratar los servicios de ese Centro, cuya manutención es cara. Los priistas aprovecharon la coyuntura. Ellos sí contrataron esos servicios. “La candidatura de Rubén Moreira se fraguó allí”, asevera la fuente.
Fox reiteró ayer su apoyo al priista. En un confuso comunicado (¿dónde andarán Jorge Castañeda y Rubén Aguilar?) volvió a hacer un llamado a cerrar filas alrededor del priista. “Si la gente se manifiesta libremente a favor de un puntero y logra que ese puntero obtenga el triunfo, reafirmemos la voluntad popular”, dice el ex mandatario. Jura, eso sí, que sus ideales políticos permanecen intactos y que antepone su “amor por México”.
El Centro Fox fue creado en 2006, imparte seminarios y forma líderes políticos. De eso se sostiene oficialmente. Los cursos están abiertos a todos los partidos.
Nos asomamos ayer al acto en el que Peña Nieto firmó el plan Concertación Mexicana con destacadas figuras que pertenecieron a otros partidos. Pero más que la suscripción de un pacto en donde abundan los buenos propósitos, era una muestra de respaldo al candidato presidencial del PRI.
En la mesa estaban cinco ex dirigentes nacionales de diversas agrupaciones políticas: Manuel Espino, PAN; Rosario Robles, PRD; Alberto Begné y Jorge Carlos Díaz Cuervo, ex dirigentes del PSD; José Antonio Calderón, que fue dirigente del hoy desaparecido PAS. José Manuel Luna Encinas, presidente de la Unión Nacional Sinarquista, formaba parte del elenco. Firmaron también René Arce, Víctor Hugo Círigo, Lía Limón, Ramón Sosamontes, Patricia Olamendi, Tere Vale y Martín Rincón Gallardo.
“Reconocemos que la coalición Compromiso Por México va a ganar la Presidencia de la República y que Enrique Peña Nieto cargará con la responsabilidad de cerrar con éxito la etapa de transición e insertar a México en una nueva forma de gobernar con y para la sociedad”, dice el documento. René Arce, ex guerrillero, aclaró que los firmantes no son tránsfugas. Es decir, que no intercambian sus posiciones políticas por dádivas. Tampoco una especie de “cargada” plural a favor del puntero en las encuestas. ¿Reunión para subirse al carro de Peña Nieto? “Se equivocan. Quienes estamos, tenemos años de lucha”, dijo el ex perredista.
Espino andaba ayer muy reservado. Quisimos saber de su estancia en El Torito. “A todo dar. Luego te platico…”, evadió. Insistimos. “Hay algo importante que te quiero decir. Yo te busco”, reviró, misterioso. Indagamos entre los presentes. El panista expulsado les dijo que no andaba borracho, que le pusieron un cuatro, pero que va a regresar al Torito a cumplir voluntariamente con las horas que le faltan. Al ex jefe panista lo agarraron en el cruce de Gabriel Mancera y Félix Cuevas. Les dijo que se metió a un OXXO “a comprar donas” y al salir se topó con el operativo. En esta última avenida no hay circulación, por las obras del Metro.
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