Somos dos

Jacobo Zabludovsky

La lucha por la Presidencia de México se ha reducido a dos.

A una semana del último debate entre candidatos presidenciales y a cuatro de la votación, la voltereta es posible: Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador se disputan el triunfo gracias a la sorprendente etapa de la historia de México que comenzó el 11 de mayo en la Universidad Iberoamericana, culminó el miércoles en Ciudad Universitaria y se abre al futuro con vientos huracanados de cambio.

La encuesta publicada el jueves por el grupo “Reforma” baja de 42 a 38 el porcentaje de votos a favor del candidato del PRI y sube de 27 a 34 el de la izquierda. Una distancia de 4% separa a los dos punteros.

“Yo soy 132” ha devenido en somos dos.

Enrique Peña Nieto es la víctima principal del tsunami estudiantil. No contra él en lo personal, sino contra lo que representa, se lanzaron los jóvenes en un sesgo inesperado que en la práctica, en vísperas de votar, equivale a lo mismo: no votaremos por ti. La actitud del candidato ha sido de un profesional respetuoso de las reglas de la política a la mexicana: acepta la crítica pero no suelta lastre y mantiene en su séquito a personajes impresentables. Está a tiempo de sacudirse de ellos. Habría de calcular cuánto afectaría eso la estructura de su razón de ser. Hoy, a un mes, sigue siendo el fuerte.

Andrés Manuel López Obrador, caudillo de una izquierda fragmentada, no le debe nada a nadie. Su caudal es su tenacidad y congruencia. Su lucha contra el ninguneo de medios que sólo hablan de él cuando el pánico los impulsa a destruirlo ha sentado escuela. Sobrevivió a la grabación y difusión de los sobornos a colaboradores suyos, pantomima ensayada, cronometrada y puesta en pantalla para desaforarlo, llevarlo a la cárcel e impedirle el triunfo frente a Felipe Calderón. Hoy, en el mismo tiempo electoral y frente al mismo “riesgo” descubren un “paso de charola” ilegal que obliga a pensar: esta película ya la vimos. Su ascenso al segundo lugar y el retroceso del favorito lo llevan a las puertas del Palacio Nacional.

La candidata del PAN cae de 29 a 23% y el del Panal sube de 2 a 5%. Doña Josefina, que siempre trabajó en una fábrica de pintura, se quedó colgada de la brocha: la abandonaron su jefe y cuates, y acaba mal una campaña accidentada y tan falta de plan que hubo de usar, como náufrago asido a un madero, la candidatura de género: voten por mí las mujeres porque soy mujer. Pobreza de ideas y carencia de soluciones. Lo que natura no da Salamanca no presta, con todo respeto. Se agradece la buena voluntad y adiós, Nicanor.

Gabriel Quadri es el único candidato presidencial en el mundo que en un día duplicó su porcentaje de presuntos votantes, hazaña que le garantiza el último lugar el 1 de julio. Como don Gonzalo de Ulloa, comendador de Calatrava, se filtró por las paredes y cumplió su función que, obviamente, no era ganar. Punto final.

Los movimientos estudiantiles no son nuevos y han dejado huella en nuestra memoria. Fue heroica la lucha por la ilusión de llevar a José Vasconcelos a la Presidencia, fracaso que apresuró la autonomía universitaria y dejó un muerto, Germán de Campo, y un líder legendario, Alejandro Gómez Arias. Los acontecimientos del 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1970 produjeron consecuencias decisivas sobre las generaciones posteriores y llegan a la que hoy exige la transformación del país.

Hay similitud en las causas de la inconformidad estudiantil a pesar de los tiempos y las distancias. Una gran diferencia explica el triunfo del movimiento actual en México y augura la posibilidad de alcanzar las metas propuestas en las reuniones recientes. Esa diferencia es un medio de comunicación al servicio de los estudiantes: el Twitter o el Facebook. Gracias a este invento se aglutinó a todo mundo, se intercambiaron ideas y se burló cualquier posibilidad de acallar la voz del descontento. Los medios masivos tradicionales se quedaron años atrás de la realidad. Cuando se dieron cuenta el tranvía había pasado. Corrieron tras él y se treparon a duras penas, pero los motoristas son otros.

En la era de las comunicaciones los estudiantes son dueños de su propio instrumento de convocación: independiente, gratuito, universal y creíble, capaz de acrecer un proyecto opuesto al esquema legal forjado para autodefenderse por aquellos a quienes los inconformes van a juzgar y castigar. No faltan voceros enriquecidos por el sistema que sugieren a los jóvenes del “Yo soy 132” formar un partido político. Intentan que los pájaros renuncien a su libertad y se metan a una jaula. No. De lo que se trata es de destruir esa y otras jaulas.

Todavía hay mexicanos no sobornables. Sus votos cuentan.

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