Recuperando el rumbo para México

Gerardo Fernández Casanova

“Que el fraude electoral jamás se olvide”


Se ufana Mr. Calderón de que, bajo su genial administración, México ha podido atravesar la crisis internacional sin perder el rumbo. Tiene razón: ni las más sesudas advertencias y correcciones surgidas en el mundo a la luz de la inoperancia del modelo neoliberal, han hecho variar el rumbo impuesto al devenir nacional: seguimos a pie juntillas la ruta del despeñadero.

En el mismo sentido, aunque sin ufanarse todavía, se pronuncian tres de los cuatro aspirantes a sucederlo, aplicando sólo ciertas correcciones de estilo. Los tres se refieren a los “cambios estructurales que México requiere”, dando por entendido que son los que siguen exigiendo los organismos internacionales: reforma laboral pro patronal, reforma fiscal para generalizar el IVA y reforma energética para privatizar los recursos de la nación. En ello coinciden Peña Nieto, Vázquez Mota y Quadri, todos apostando al beneplácito de Wall Street y soslayando el compromiso con el interés de la sociedad nacional que, por cierto, lo que reclama es un cambio de fondo para recuperar el rumbo del progreso, tal como lo propone López Obrador. Afortunadamente la mayoría de los candidatos no es correspondida por la mayoría de los electores y, mientras que la trinca va de caída en las preferencias, el otro, en condición de único, mantiene el tranco hacia el triunfo electoral.

Andrés Manuel ya desplazó a Peña Nieto del puesto de “el enemigo a vencer”. Reaccionan tarde ante la realidad, inventaron y decretaron la muerte política de la izquierda y de su candidato, y se lo creyeron. Hoy se dan cuenta de su error y desatan la guerra sucia que, así debemos esperar, será despiadada. Comienzan con el infundio del llamado “pase de la charola” dizque para recabar 6 millones de dólares entre empresarios para garantizar el triunfo de AMLO, empleando una grabación editada y falseada de un supuesto mercadólogo político al servicio de la campaña del candidato progresista. Resultó fuego fatuo de fácil neutralización. Es notorio el bajo nivel de gasto y la austeridad de la actividad proselitista de López Obrador, más aún si se compara con el aberrante dispendio de la de Peña Nieto e, incluso, la de Josefina. La malograda grabación habla de un señor desconocido que dijo que esa era, a su juicio, la cantidad requerida para asegurar el éxito, pero no de que alguien la hubiese pedido u ofrecido y, mucho menos, entregado. Pero lo más importante: la escasa credibilidad en que han caído las diatribas contra AMLO hace que, cual boomerang, el ataque haga exhibibles los excesos de gasto de Peña Nieto.

Más incisiva es la versión que han hecho correr en el sentido de que la devaluación que se ha venido registrando se origina en el temor de los inversionistas ante el casi seguro triunfo electoral de la izquierda. La verdad es que obedece al nerviosismo mundial ante la crisis europea y la consiguiente procuración de seguridad en los bonos del Tesoro de USA, con el agregado de la anunciada salida de capitales de los bancos españoles para dar solvencia a sus matrices. La prospectiva electoral es sólo un elemento menor en el fenómeno. Pesa mucho más en las decisiones de inversión el real comportamiento de la economía que la incertidumbre a mediano plazo. Cuenta más en lo que a riesgo se refiere el brutal incremento del nivel de endeudamiento registrado en este sexenio, que lo que pueda suceder a partir del próximo 1 de diciembre en que tome posesión Andrés Manuel. Este asunto, además de calificar en los términos de la guerra sucia, resulta en extremo irresponsable: crear zozobra artificial no ayuda a su tan preciada estabilidad fiscal y financiera.

Desde luego que se preparan andanadas en relación al tema del crimen organizado; no faltará algún “testigo protegido” que declare cualquier cantidad de infundios contra AMLO o sus colaboradores o un “michoacanazo” teledirigido. Es mucho dinero el que han invertido en la fabricación de su candidato y mucho más lo que está en juego en materia de negocios y prebendas con el poder público a los que son adictos; esa es también la medida de los recursos que aplicarán en el intento de descarrilar el proyecto de la regeneración nacional, tanto en la guerra sucia como en el fraude electoral, incluida la compra de votos y la mapachería en las urnas. Apostar al voto conservador infundiendo el terror es un crimen debidamente acreditado: son viles terroristas.

El cambio verdadero está en nuestras manos y lo vamos a lograr.

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