Francisco Rodriguez / Índice Político
“La Marina de McHale” (McHale’s Navy, 1962) es una de las series cómicas más curiosas que han pasado por la televisión, pues plantea la peculiar manera de entender la guerra de un pelotón de la Armada de los Estados Unidos, pues durante la Segunda Guerra Mundial ve y vive “de lejitos” las acciones bélicas, ya que se encuentra destacado en una isla tropical del Pacífico.
El pantalón corto, las sandalias y las camisas floreadas sustituyen a los uniformes y a las botas. Los juegos de azar, los negocios y líos con los nativos y las nativas están al orden del día, por lo que la disciplina militar, como coco, queda colgada de las palmeras, configurando así la más completa, catastrófica incompetencia castrense.
En 138 capítulos, transmitidos aquí por el Canal 5 que entonces era de la familia González Camarena, cualquier parecido que hubiese con una situación bélica, de plano era pura coincidencia, cual sucede cuando “de pura chiripa” los muchachos del comandante McHale hunden un submarino japonés. De ahí en fuera, estos personajes son tan incompetentes, tramposos y vividores como lo es su propio “tomandante”.
Eso fue en la década de los 60’s. Hace ya casi 50 años.
Sin embargo, pareciera que el guión del episodio 139 había permanecido “enlatado” durante todo este tiempo, hasta ahora que la “inteligencia” estadounidense decidió sacarlo a la luz y entregarlo a la Secretaría de Marina Armada de México para que lo protagonizara y fuese transmitido, prácticamente “en vivo”, en todas las televisoras del planeta.
¡Qué ridículo! ¡Qué “madrina” para la Marina!
Tal pareciera que, antes de atrapar a “El Chapo” o a cualquiera de sus familiares, de lo que en realidad se trataba era de echar por la borda –nunca mejor aplicado el término-- el “prestigio” que la dependencia ahora ocupada por el Almirante Francisco Saynez había acumulado en los últimos cinco años como brazo ejecutor aquí de las indagaciones que en torno al narcotráfico y sus capos se realizan en territorio estadounidense.
Y no sólo eso. También el prestigio –éste sí bien aquilatado-- que la Marina había construido al paso de los sexenios, cual poseedora de la unidad de inteligencia más certera y eficaz de la Administración Pública, aún sobre Cisenes públicos y aquellos que operan en la clandestinidad, aunque también auspiciados con recursos del erario nacional.
Si tal era el plan, si equiparar a la Armada de Saynez con La Marina de McHale era el principal objetivo, los estadounidenses alcanzaron su meta con creces.
Claro que tal no lo habrían conseguido solos. Les ayudó la desesperación del ocupante de Los Pinos, quien pese a sus más íntimos deseos tendrá que desocupar la residencia oficial en beneficio de quien al inicio de la próxima semana se alce triunfador en los comicios y que, todo indica, no será su correligionaria en la contienda.
Esa desesperación corona, por supuesto, la proverbial incapacidad, improvisación y afanes politiqueros de las áreas de seguridad pública y procuración de justicia –harto conocidas y criticadas aquí y en Washington-- que han caracterizado la fratricida guerra de Felipe Calderón dizque en contra del narco.
Con la precisión de un relojero borracho y epiléptico, ya los gringos y el propio Calderón han desmantelado la reputación de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Que porque los primeros no confían en sus soldados y, por tal, encargan las tareas delicadas a los marinos, han divulgado hasta el cansancio.
Que, para cobrar supuestas o reales afrentas personales y, a la vez, limpiando el camino pa’l relevo, arraigando a generales a quienes por más que les buscan no les encuentran, Calderón y sus secuaces dan el tiro de gracia a la Sedena.
Lo peor ha sido el involucrar tanto a la Defensa como a la Marina en tareas policiacas otorgándoles facultades que ni siquiera están contempladas dentro del marco constiticional.
¿Acaba aquí el episodio 139 de La Marina de McHale magistralmente interpretada por la Armada de México?
Yo creo que no. Los marinos, creo yo, no van a quedarse con los remos cruzados después de esta madrina, ¿o sí?
Índice Flamígero: Y tras el ridículo de la Marina y de la propia PGR, esta dependencia decidió arraigar a los dos jóvenes a quienes se pretendió presentar como “el campanazo” del sexenio. ¿A guisa de qué? Porque ahora lo lógico es pensar que para dar espectacularidad a su inconstitucional presentación de estos “delincuentes”, hasta les hayan “sembrado” las armas ¿no cree usted? + + + A esta Adeministración que naufraga entre el fracaso y el descrédito ya sólo le restan 159 días para seguir haciendo olas.
“La Marina de McHale” (McHale’s Navy, 1962) es una de las series cómicas más curiosas que han pasado por la televisión, pues plantea la peculiar manera de entender la guerra de un pelotón de la Armada de los Estados Unidos, pues durante la Segunda Guerra Mundial ve y vive “de lejitos” las acciones bélicas, ya que se encuentra destacado en una isla tropical del Pacífico.
El pantalón corto, las sandalias y las camisas floreadas sustituyen a los uniformes y a las botas. Los juegos de azar, los negocios y líos con los nativos y las nativas están al orden del día, por lo que la disciplina militar, como coco, queda colgada de las palmeras, configurando así la más completa, catastrófica incompetencia castrense.
En 138 capítulos, transmitidos aquí por el Canal 5 que entonces era de la familia González Camarena, cualquier parecido que hubiese con una situación bélica, de plano era pura coincidencia, cual sucede cuando “de pura chiripa” los muchachos del comandante McHale hunden un submarino japonés. De ahí en fuera, estos personajes son tan incompetentes, tramposos y vividores como lo es su propio “tomandante”.
Eso fue en la década de los 60’s. Hace ya casi 50 años.
Sin embargo, pareciera que el guión del episodio 139 había permanecido “enlatado” durante todo este tiempo, hasta ahora que la “inteligencia” estadounidense decidió sacarlo a la luz y entregarlo a la Secretaría de Marina Armada de México para que lo protagonizara y fuese transmitido, prácticamente “en vivo”, en todas las televisoras del planeta.
¡Qué ridículo! ¡Qué “madrina” para la Marina!
Tal pareciera que, antes de atrapar a “El Chapo” o a cualquiera de sus familiares, de lo que en realidad se trataba era de echar por la borda –nunca mejor aplicado el término-- el “prestigio” que la dependencia ahora ocupada por el Almirante Francisco Saynez había acumulado en los últimos cinco años como brazo ejecutor aquí de las indagaciones que en torno al narcotráfico y sus capos se realizan en territorio estadounidense.
Y no sólo eso. También el prestigio –éste sí bien aquilatado-- que la Marina había construido al paso de los sexenios, cual poseedora de la unidad de inteligencia más certera y eficaz de la Administración Pública, aún sobre Cisenes públicos y aquellos que operan en la clandestinidad, aunque también auspiciados con recursos del erario nacional.
Si tal era el plan, si equiparar a la Armada de Saynez con La Marina de McHale era el principal objetivo, los estadounidenses alcanzaron su meta con creces.
Claro que tal no lo habrían conseguido solos. Les ayudó la desesperación del ocupante de Los Pinos, quien pese a sus más íntimos deseos tendrá que desocupar la residencia oficial en beneficio de quien al inicio de la próxima semana se alce triunfador en los comicios y que, todo indica, no será su correligionaria en la contienda.
Esa desesperación corona, por supuesto, la proverbial incapacidad, improvisación y afanes politiqueros de las áreas de seguridad pública y procuración de justicia –harto conocidas y criticadas aquí y en Washington-- que han caracterizado la fratricida guerra de Felipe Calderón dizque en contra del narco.
Con la precisión de un relojero borracho y epiléptico, ya los gringos y el propio Calderón han desmantelado la reputación de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Que porque los primeros no confían en sus soldados y, por tal, encargan las tareas delicadas a los marinos, han divulgado hasta el cansancio.
Que, para cobrar supuestas o reales afrentas personales y, a la vez, limpiando el camino pa’l relevo, arraigando a generales a quienes por más que les buscan no les encuentran, Calderón y sus secuaces dan el tiro de gracia a la Sedena.
Lo peor ha sido el involucrar tanto a la Defensa como a la Marina en tareas policiacas otorgándoles facultades que ni siquiera están contempladas dentro del marco constiticional.
¿Acaba aquí el episodio 139 de La Marina de McHale magistralmente interpretada por la Armada de México?
Yo creo que no. Los marinos, creo yo, no van a quedarse con los remos cruzados después de esta madrina, ¿o sí?
Índice Flamígero: Y tras el ridículo de la Marina y de la propia PGR, esta dependencia decidió arraigar a los dos jóvenes a quienes se pretendió presentar como “el campanazo” del sexenio. ¿A guisa de qué? Porque ahora lo lógico es pensar que para dar espectacularidad a su inconstitucional presentación de estos “delincuentes”, hasta les hayan “sembrado” las armas ¿no cree usted? + + + A esta Adeministración que naufraga entre el fracaso y el descrédito ya sólo le restan 159 días para seguir haciendo olas.
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