Presidentes: del dedazo al tuit

Jorge Fernández Menéndez

Un fantasma recorre todos los procesos electorales en México, es el fantasma de la intervención presidencial en los mismos. Esa intervención pasó de ser todopoderosa y escenificada en el célebre dedazo, que ungía a quien sería el seguro sucesor como máxima expresión del poder presidencial, a convertirse, en esta época, con leyes e instituciones electorales poderosas y fuertes recursos económicos y legales que las protegen, prácticamente en un espacio testimonial e incluso políticamente muy acotado.

El discurso de la intervención del Presidente sirve más como coartada, que como denuncia real. El presidente Calderón no ha intervenido en esta elección, siendo además un político que, precisamente en la operación electoral, tiene su mayor fortaleza.

Lo acaba de decir el presidente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell: “Nosotros no vemos el escenario hasta este momento de una injerencia presidencial en el proceso, si la hubiera no sería en términos legales, pero nos parece que hasta ahora el Presidente ha guardado la actitud de respeto al proceso electoral”.

Pero sin intervenir ilegalmente en el proceso, el presidente Calderón si quiere y debe estar en ese escenario, sería absurdo que no lo hiciera.

Llamaron la atención en estos días dos cosas: primero el tuit que envió durante el debate de los candidatos, en donde aclaraba que el salario de los trabajadores de confianza o de la alta burocracia en el gobierno federal sumaba dos mil millones de pesos, y que si había una reducción de 50% en los salarios se ahorrarían sólo mil millones. Esto en contraposición a los 300 mil millones que López Obrador decía en el debate que ahorraría disminuyendo los salarios de los funcionarios. El Presidente no intervino en el proceso, simplemente ofreció un dato duro, proveniente del Presupuesto, para normar un debate donde lo descalificable es que se estaban usando cifras falsas sobre el monto del salario de los trabajadores al servicio del Estado. El remache de ese capítulo lo dio primero Josefina y al día siguiente Hacienda, cuando aclararon que no se podían ahorrar 300 mil millones de pesos en ese ámbito, porque el salario de todos los trabajadores del Estado, incluidos policías, soldados, marinos, médicos, enfermeras y maestros, desde el último empleado hasta el Presidente de la República, suma 264 mil millones de pesos. No hubo en todo ello delito ni intromisión, o como dijo, otra vez, Pedro Joaquín Coldwell: “El Presidente, me parece que dio un dato esclarecedor frente a alguna afirmación de López Obrador muy inconsistente, y va a sacar miles de millones de pesos y el Presidente aclara que eso no es posible, yo no creo que eso afecte el proceso, no llevaba la intención de cambiar el voto ni de agredir a nadie, simplemente precisa un dato estadístico”.

El otro tema que involucró al Presidente fue su comentario en la conferencia de prensa del G20, donde dijo que ninguno de los candidatos o partidos se confiara, la elección seguía siendo entre tres y cualquiera podía ganar. ¿En qué afectaría eso los comicios u la competitividad de los partidos y los candidatos? Puede ser que haya algunos que piensan que sólo un partido tiene posibilidades de ganar; hay quien dice que nada más hay uno, pero que no es el de enfrente, sino el suyo; quienes pelean por la segunda posición; hay quienes dicen que es entre dos o entre tres. Lo cierto es que, desde la más estricta institucionalidad hay, en términos legales, tres candidatos que son los que pueden ganar y por lo tanto la disputa es entre esos tres. Decir que esa es una intervención presidencial que busca inducir el voto sería, por lo menos, una estupidez.

Hay quienes se han quejado de que Margarita Zavala, la esposa del presidente Calderón haya acompañado a Josefina a Guadalajara al debate. La pregunta es ¿cuál es el problema? Margarita tiene todo el derecho del mundo de simpatizar con quien sea, en términos electorales, y participar ese apoyo. Más aún, de acompañar a su compañera de partido y candidata a cualquier viaje. No tiene limitante legal alguna para hacerlo, ni para intervenir, si quisiera, abiertamente en campaña; como no lo tiene Beatriz en apoyar a López o Angélica para apoyar a Peña. Es más, me parece muy bien que una mujer como Margarita, que en otro contexto y en otro sistema estaría ocupando ya una posición política privilegiada, en estos comicios participe con un perfil propio.

Creo que la participación presidencial en este proceso se ha dado siguiendo la ley y sin cometer errores, asumiendo, además, que al presidente Calderón, obviamente, no le es indiferente el resultado. No lo veo violentando la ley, pero tampoco esperando en una hamaca el resultado del 1 de julio.

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