Presidente decente

Javier Arcadia Galaviz / Cuestión de Debate

Si de decencia se trata, entonces ello significa que se hablará, entre cosas, de honestidad y honradez. Esto viene a colación, porque dice un estribillo, en una de tantas canciones que le han compuesto a Andrés Manuel López Obrador y que se repiten una y otra vez con motivo su campaña política, de que será un presidente decente. Bueno, es una expresión popular, directa y sencilla, que denota desde admiración hasta la plena confianza que en los grades sectores sociales se le tiene.

Pero, por qué López Obrador habría de ser un presidente decente. Muy sencillo, porque posee cualidades innatas para que así se le conceptué, ya que al analizar su desempeño de cuando fue gobernante del Distrito Federal, los datos registrados y conocidos por la opinión pública, nos reflejan indudablemente que él no es una persona ambiciosa ni tampoco un enfermo de poder. Demostró que al ejercer ese cargo de gran responsabilidad, no se desubicó de la realidad ni se mareó, como tampoco no se aprovechó de las circunstancias para enriquecerse, como se estila en otros políticos, más si se trata de priistas o panistas, y por qué no mencionarlo, también de algunos perredistas vergonzantes y deshonestos.

Por el contrario, creo que López Obrador, en lo que le fue posible, se entregó a servir a la sociedad, tal como lo mandan los principios básicos de la ciencia política. Supo administrar con eficacia los recursos financieros públicos para bien de la ciudadanía que reside en la capital del País. No se puede negar que, además, congruente con ello, en general actúo con austeridad al haber establecido medidas restrictivas en el gasto en todos los rubros, y más en aquellos renglones que podrían haberse considerado como suntuarios.

En ese sentido, una de las medidas neurálgicas y simbólicas de su gobierno en el Distrito Federal, fue que bajó razonablemente los salarios a sus altos funcionarios, algo que nunca antes se había hecho en la administración pública local ni hasta ahora se ha hecho a nivel federal. Lógico que con todo ello logró ahorros importantes que le permitieron atender con mayor eficiencia a sectores sociales vulnerables económicamente y olvidados en esa condición por décadas, tales como los adultos mayores y las madres solteras, nada más por citar algunos de los programas sociales más sensibles y representativos.

Vaya pues, la decencia respecto al desempeño de los funcionarios públicos, habría de entenderse como aquellos valores que implican la buena conducta, la honestidad y el trabajo honrado.

Por eso es que, con esos antecedentes de Andrés Manuel López Obrador, ampliamente conocidos por la opinión pública, más las propuestas que como candidato presidencial ahora plantea para transformar a fondo el País en beneficio de todos los mexicanos, así como por el grupo de colaboradores que formarían su gabinete, cuyos personajes son altamente calificados en lo profesional y muy reconocidos por la sociedad, es por ello que sus seguidores no dudan un instante en manifestar anticipadamente que será un presidente decente.

¿Cómo Juárez y Lázaro Cárdenas? Por qué no habría de ser a nivel de esos personajes históricos, si AMLO con su honestidad, su calidad humanística, su sensibilidad y actitud solidaria, su rechazo a la prepotencia y a la ambición, su vida austera y alejada de los lujos, así como su visión transformadora de País, cualidades éstas con las que evidencia que tiene madera para estar en esas alturas, y más cuando a manera de juramento en la presente campaña política ha expresado desde lo más profundo de su ser que no robará, no engañará y no traicionará. Esas son pues, razones suficientes por las que, sin duda, sería un presidente más que decente

Pálida tinta: Enrique Peña Nieto desprecia a los jóvenes. Esto se vio al no haber asistido al debate convocado por ellos a través del movimiento estudiantil # Yo Soy 132. Ahora veremos si este movimiento inédito, trascendente de fronteras, como respuesta a ese desaire lo castiga con su voto en contra. Seguro que así ocurrirá…………..Y al hablar de debates, Miguel Ángel Mancera, en el que fue su segundo encuentro de esa índole, llevado a cabo el domingo pasado, siempre trató de no confrontarse con sus competidoras para que sus propuestas lucieran, además de que no tuvo necesidad de ello, ya que si alguien lo hizo por él, fue Rosario Guerra, quien mantuvo a raya tanto a Isabel Miranda de Wallace como a Beatriz Paredes.Sí, y Beatriz ante los embates, únicamente le lanzaba miradas fuegopor los señalamientos que repetidamente le hacía Guerra, en el sentido de que nada más se le ocurre presentar propuestas en época electoral, de ahí en fuera, le espetó, se te olvida que existe el Distrito Federal. Así es de que, si el cinco de diciembre Mancera nombra como su colaboradora o asesora principal a una mujer inteligente y con un amplio y profundo conocimiento de la problemática de la ciudad, no dude usted que se llame Rosario Guerra.

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