Para Beatriz Gutiérrez Müller, la esposa de Andrés Manuel López Obrador, el país ya no puede seguir metido en la tensión actual, tiene que ‘aflojarse’, haber una reconciliación y poner orden
Mario Alberto Mejía
Ser esposa de Andrés Manuel López Obrador no es nada fácil.
A sus 43 años de edad, con un hijo de cinco, con una maestría en Literatura Iberoamericana, una novela publicada y dos campañas a cuestas, Beatriz Gutiérrez Müeller se ve el 2 de julio próximo cansada, pero feliz, porque “va a rendir frutos todo el trabajo de miles de mexicanos que han luchado por la transformación de México”.
En la primera entrevista que da a un medio de comunicación, la cuasi doctora en Teoría Literaria admite que prefiere al López Obrador me-surado y propositivo que apareció en el segundo debate presidencial porque “este país ya no puede seguir” metido en la tensión actual. “Tiene que aflojarse y haber una reconciliación, y poner orden”.
Discreta, sin guaruras que la cuiden, sin camionetas Suburban, Beatriz llega a la cita con Reporte Indigo en un restaurante del Jardín Centenario, en Coyoacán.
Al final de la entrevista, luego de tomarse fotos con admiradores de su esposo, se irá con su auxiliar a bordo de un modesto Jetta color hueso.
La pregunta es inevitable: ¿Te ves viviendo en Palacio Nacional?
“No –responde–. ¿Cómo crees? No me imagino vivir en un lugar con tanta historia. ¿Te imaginas todo lo que ha pasado por ahí? Ahí murió Benito Juárez. No ‘futureo’. Yo no me estoy imaginando (…). Yo voy al día de hoy. Lo que venga, cuando llegue”.
Dice que su hijo Jesús Ernesto ve a su padre “a partir de lo que le dicen en la escuela”, pero él quiere al que está en su casa, al que juega con él, con el que aprende y pasea.
—¿Sabe tu hijo que el primero de julio habrá elecciones?
—No. Claro que no. O a lo mejor sí y no estoy enterada. A lo mejor sabe más de lo que yo pudiera suponer —suelta la carcajada.
La esposa de López Obrador asiste poco a los mítines de campaña. Lo suyo es el bajo perfil viviendo en su departamento de la Colonia del Valle (“alguien tiene que ser pie de casa, pie de familia), y no en las mansiones que le han inventado “los que no nos quieren”.
En ese sentido, camina, cocina y cuida a su hijo, pero también lee y escribe en su celda sorjuanesca.
“Si mi pareja fuera cajero de un banco o vendedor de enciclopedias de casa por casa igual lo apoyaría”, dice entre risas.
Admite que vivió las elecciones de 2006 con discreción, con prudencia, con angustia también.
“Fue una embestida muy fuerte contra Andrés, contra el movimiento. (…) La violencia se evitó a través del plantón de Reforma. Ojalá mucha gente lo entienda así, sobre todo cuando hubo elecciones tan fuertemente cuestionadas.
“Creo que nunca se podrá saber de qué magnitud fue el fraude que se dio en 2006”.
—¿Tenías miedo? ¿Tuviste miedo?
—Sí, cómo no. Cómo no. Porque tú no sabes quiénes del otro lado están enfurecidos, tanto que quieran actuar de una forma poco convencional.
A sus ojos, López Obrador es un héroe moderno de una nación del siglo 21.
“Es el que sale y es capaz de hacer una transformación a partir, diría Giordano Bruno, del furor heroico”.
Es también un lunático, es decir, un soñador. Y eso es mejor, señala.
Tlatelolco y los #YoSoy132
Recientemente Beatriz empezó a aparecer en mítines y en algunos actos simbólicos de campaña, como en Tlatelolco, donde se le vio emocionada junto a su esposo. Incluso daba la impresión de que él había llorado en algún momento.
—Sí, sí, sí —responde.
Y ella vibraba.
“Sí. Es que el que estuvo ahí pues, sinceramente, no pudo dejar de sentir. Imagínate la masacre que hubo ahí en el 68. Imagínate ver así, entre sombras y luces, a los fantasmas de los que hablaba Paco Ignacio Taibo.
“Yo fui a Tlatelolco por primera vez cuando se cumplieron los 30 años. En el 98. Fue muy impresionante para mí porque sientes ese peso de los muertos. Está ahí. Esos héroes también, con ese mismo furor del que hablamos. Es un furor que estaba ahí, en la ilusión de esos jóvenes.
“Y estoy de acuerdo con Paco Ignacio Taibo: que su lucha, su dignidad y, en el caso de miles, su muerte, ayudó a construir un mejor país”.
Era el momento perfecto para preguntarle sobre el movimiento #YoSoy132.
Hay que esperar un poco más, dice Beatriz.
“El furor ya está, y espero que no sea heroico sacrificando vidas, para que no quepa más otro 68 y otro 71.
“A mí me gusta, por lo pronto, el entusiasmo que tienen, la construcción de una sociedad mejor que han planteado. La necesidad de contar con medios más democráticos”.
Quevedo y la literatura clásica
Para ella, Francisco de Quevedo es el mejor poeta y narrador de la lengua castellana. Bernal Díaz del Castillo y Giordano Bruno son sus personajes favoritos. No los contemporáneos. Los antiguos.
“A mí me gusta muchísimo la literatura antigua. Si yo hubiese estudiado filosofía, sin duda me habría metido a estudiar a los griegos clásicos o a los latinos clásicos. Ése es el germen del pensamiento de Occidente. Lo ves en el Renacimiento.
“A mí me gustó mucho indagar sobre estos autores clásicos griegos y latinos, y entender que toda la concepción del mundo, de la metafísica hasta la retórica, está concebida ahí. Eso te lleva a conectarte con toda una tradición, por ejemplo, en el medio de la escolástica. Ahora voy en el siglo 17”.
Beatriz se refugia en los libros “nobles” porque en ellos encuentra “mucha sabiduría”. Le permiten entender mejor su entorno y le ayudan a ser equilibrada en las diferentes pistas de su vida.
El periodismo y el activismo
En Puebla, donde vivía antes de conocer a AMLO, trabajó en medios críticos. Los políticos poblanos le tenían pánico.
“No era que me tuvieran miedo. A lo mejor yo hacía las preguntas que no se atrevían a hacer otros periodistas.
“Yo no tenía compromisos porque nunca cobré chayote, y en ese sentido, no tenía ningún problema en hacerlas. Era muy divertido”.
Le gustaba arriesgarse en su época de reportera. Incluso se involucró en varias causas, como cuando Teziutlán fue devastado tras una temporada de lluvias en 1999.
El drama se lo tomó personal, y se metió a ayudar en la zona. Se dedicó a llevar alimentos y cobijas.
“Porque también es una cuestión humana. Te involucras con una realidad periodística, pero también eres ser humano y estás viendo ahí que esa gente tiene una necesidad concreta.
“Todo eso a mí me cimbró mucho, sobre todo porque entre las víctimas había muchísimos indígenas muy pobres”.
Fue una experiencia que la marcó.
“Porque el hambre es terrible, y en aquellos días y semanas que duró la contingencia, la tragedia, escuchábamos historias terribles. Hubo muchos muertos. Yo pasé como tres días sin dormir y sin comer. Y lo volvería a hacer mil veces."
Así vivió el 2006
Le preguntamos cómo vivió aquel año en que AMLO mandó al diablo a las instituciones. Con discreción, prudencia y angustia, dice, porque fue “una embestida muy fuerte” contra su pareja y contra el movimiento. Defiende, como era de esperarse, el plantón de Reforma.
“Ahora que lo veo a distancia me llama la atención lo que decían en aquellos días: ‘¿Pero cómo se le ocurre hacer el plantón de Reforma a ese señor? ¿Qué le pasa? Llama a la violencia’. Y no. Al contrario. La violencia se evitó a través del plantón de Reforma.
“Ojalá mucha gente lo entienda así, sobre todo cuando hubo elecciones tan fuertemente cuestionadas”.
Y, por supuesto, asegura que nunca se podrá saber la magnitud del fraude.
“No se permitió el voto por voto, como debía de ser para que se hubiesen disipado las dudas. Mucha gente estaba enojada.
“Fue como si entran a tu casa, te roban, te despelucan tu sala, tu televisión, tu video, lo que sea, y cuando ya te robaron, no te puedes ni quejar. Y si te quejas, te acusan de violento. ‘Es usted un violento, señor’. Y si no te quejas: ‘Es usted un palero. Mira nada más, no tiene pantalones’.
“Fue una decisión muy difícil, y yo creo que ayudó mucho el hecho de contener a toda la gente, que eran miles. No solo en la capital, en todo el país. Miles. Y todos enojados por el resultado electoral fraudulento”.
Es evidente que este tema la marcó. Los recuerdos la acompañan y quiere compartirlos. Recuerda una encuesta de aquel entonces que vaticinaba la violencia.
“Me acuerdo de una (encuesta) de Mitofsky. Decía que había alrededor del 12 por ciento dispuesto a acudir a otras vías no pacíficas para buscar una justicia electoral”.
Y por eso defiende la decisión de su esposo, aun a sabiendas de que puso en duda su reputación. En su opinión, lo hizo para detener a un “pueblo enardecido”.
Fue una decisión difícil que tuvo un precio, dice.
“Un precio que se sigue pagando. No fue fácil, porque había evidencia de fraude. Por ejemplo: hubo casillas de Nuevo León en donde había solo 650 electores y acababan votando mil 200. Y son datos oficiales del IFE. Nada más por eso, la casilla tendría que haber estado en duda, pues formó parte de todo un criterio electoral.
“Si tú traías una calcomanía de López Obrador, te ponchaban la llanta. Fue un asunto muy difícil de sobrellevar. Vino el plantón, y pues lo vivimos con mucha angustia. Porque tú no sabes hasta qué punto el dirigente puede de verdad controlar a toda la gente.
“Yo me acuerdo mucho de una carta que le escribe Madero a Porfirio Díaz cuando está preso, una vez hecho el fraude.
“Madero le dice: ‘Usted me pide que yo apacigüe a toda la gente que está por el Sufragio Efectivo, No Reelección. Pero yo no puedo controlarlos a todos, y usted va a ser responsable de que la gente, por su propia cuenta, haga manifestaciones’.
“Es una carta bellísima que le escribe a Porfirio Díaz, al punto que éste se ve obligado a renunciar en los Tratados de Juárez. Lo recordarás: en mayo de 1911. Yo no quiero que lleguemos a eso. Éste es un movimiento pacífico”.
En aquel momento de 2006, como en muchos otros, comentaba todo con Andrés Manuel.
“Siempre comentamos. Siempre comentamos”, dice. Y, claro, ella lo aconsejaba, como lo hacen todas las parejas.
Y, por supuesto, tuvo miedo.
“Porque tú no sabes quiénes del otro lado están enfurecidos, tanto que quieran actuar de una forma poco convencional”.
No recuerda actos de hostigamiento contra ella, pero sí que la perseguían los fotógrafos, y la espiaban. Le interceptaban el teléfono. Lo recuerda un poco burlona.
“Entonces, ¿cómo pueden pedir legalidad ciertos personajes o ciertas entidades si ellos simplemente están violando la Ley? Violan tu derecho a la privacidad.
“Y me da risa porque tampoco una es tonta para decir por teléfono algún tema de una enfermedad o algún secreto”.
Ella no pernoctó en Reforma. Permaneció en su casa, en un departamento en la Colonia del Valle. No en una casa en la Toscana, ni en ninguna residencia de Puebla. Ni en un castillo en España.
“El que nos lo compruebe, se lo regalo. Porque la verdad es que yo solo tengo ese departamento, donde vivimos con mucho orgullo y mucha dignidad”.
La leyenda negra de que Andrés Manuel era un peligro para México la ayudó a ser más precavida. No cree que regrese el tema. Son otros tiempos.
“Ya no pegan esas cosas. Ya no pegan. Ya no. La gente está mucho más despierta.
“Desde luego que nunca falta el incauto que siga creyendo las leyendas negras, ¿no? Aunque al mismo Jesucristo lo acusaron de brujo, de encantador, de sacar los demonios. Decían que se la pasaba comiendo, que no era hombre de provecho.
“Las leyendas negras existen desde que el mundo es mundo. No hay que espantarse de eso. Tampoco hay que confiarse y pensar que todo mundo las rechaza porque todos son inteligentes.
“Yo creo que hay gente que sí se cree los cuentos negros. Lo que hay que hacer es contrarrestar todas esas campañas con acciones y con información”.
Sus terapias
No hace yoga, pero camina, lee y cocina. Y no lee las columnas políticas ni ve los medios.
Pero dice que tampoco se enoja cuando alguien habla mal de su esposo.
“No, ¿cómo crees? No, no. Si fuera verdad lo que dicen de él, sí me enojaría y diría “óyeme”. Pero no. A estas alturas ya no.
“No cuando tú confías en lo que eres, en lo que has hecho, en lo que piensas. ¿Como pa’qué? Que las mil casas… Sí, hombre, sí. Sigue creyendo lo que te dicen los embaucadores”.
Su experiencia en las redes sociales
Últimamente escribe reflexiones, cuentos y poesías en Facebook.
“Es un medio muy interesante porque tiene mucho alcance. Por ejemplo, un día escribí un poema, y yo creo que lo leyó más gente que si yo lo hubiese editado en un libro. Es impresionante.
“Eso no quiere decir que los libros ya no haya que escribirlos. Claro que hay que escribirlos, pero estas redes sociales tienen una penetración impresionante”.
Pero no tiene Twitter porque “sería otra boca más que alimentar. Ya con las que tengo es suficiente”.
La República Amorosa de AMLO
Ahí vimos su mano, en ese tema de la Cartilla Moral de Alfonso Reyes, pero Beatriz asegura que no fue una “aportación concreta”.
“Posiblemente en una frase o algo así. Eso es producto de una serie de pláticas de muchos años. Yo sí creo que nuestra familia cree en el amor como un poder.
“Lo que lleva enraizado ese tratamiento de la República Amorosa es llevarnos a una sociedad más fraterna.
“Todos también estamos más tranquilos de ánimo y más dispuestos a estar con nuestro prójimo en una actitud muy humana, de caridad, de amor, de fraternidad.
“Creo que podemos ser una sociedad que salga adelante. El encono no ayuda mucho. El encono lo que hace es polarizarte. Y cuando una sociedad está polarizada, se vuelve loca. Entonces, todo se fanatiza. Y eso no hace bien”.
Su vida con AMLO
Por ahora, archiva en su memoria todo lo que vive. Quizás más adelante escriba una novela.
“Esto es como estar en primera fila en algún teatro de Londres. Y eso es interesantísimo. Ves de todo. Ves al hombre tal cual es. Con todas sus cosas.
“Porque yo creo que aquí no es la historia de los buenos contra los malos, ni de los tontos contra los inteligentes. Es la historia de los hombres con posturas diferentes. Y este teatro del hombre universal, del hombre que yo veo en primera fila, es fabuloso”.
López Obrador dice que sus asesores son los mexicanos. Y Beatriz se suma como “una mexicana más”.
No se ve viviendo en Palacio Nacional, donde hace seis años AMLO dijo que viviría si ganaba las elecciones.
—No. ¿Cómo crees? No, no, no, no, no —responde.
“Pues no, porque no me imagino vivir en un lugar con tanta historia. ¿Te imaginas todo lo que ha pasado por ahí? Ahí murió Benito Juárez. Todo lo que hay en Tlatelolco se queda corto. Ahí mataron a Bernardo Reyes, padre de Alfonso Reyes. Todo lo que ha pasado en Palacio Nacional. No, no futureo. Yo no me estoy imaginando… Yo voy al día de hoy. Lo que venga, cuando llegue, en ese momento yo contesto.
Con “los pies en la tierra”, donde quiere mantenerlos, espera un proceso electoral tranquilo.
“Va a ser un ejercicio democrático muy bueno, con una alta participación. Y estoy segura que va a rendir frutos todo el trabajo de miles de mexicanos que han luchado por la transformación de México por la vía pacífica, a través del voto razonado. El 2 de julio va a ser un día en el que estaremos cansados, pero contentos”.
Mario Alberto Mejía
Ser esposa de Andrés Manuel López Obrador no es nada fácil.
A sus 43 años de edad, con un hijo de cinco, con una maestría en Literatura Iberoamericana, una novela publicada y dos campañas a cuestas, Beatriz Gutiérrez Müeller se ve el 2 de julio próximo cansada, pero feliz, porque “va a rendir frutos todo el trabajo de miles de mexicanos que han luchado por la transformación de México”.
En la primera entrevista que da a un medio de comunicación, la cuasi doctora en Teoría Literaria admite que prefiere al López Obrador me-surado y propositivo que apareció en el segundo debate presidencial porque “este país ya no puede seguir” metido en la tensión actual. “Tiene que aflojarse y haber una reconciliación, y poner orden”.
Discreta, sin guaruras que la cuiden, sin camionetas Suburban, Beatriz llega a la cita con Reporte Indigo en un restaurante del Jardín Centenario, en Coyoacán.
Al final de la entrevista, luego de tomarse fotos con admiradores de su esposo, se irá con su auxiliar a bordo de un modesto Jetta color hueso.
La pregunta es inevitable: ¿Te ves viviendo en Palacio Nacional?
“No –responde–. ¿Cómo crees? No me imagino vivir en un lugar con tanta historia. ¿Te imaginas todo lo que ha pasado por ahí? Ahí murió Benito Juárez. No ‘futureo’. Yo no me estoy imaginando (…). Yo voy al día de hoy. Lo que venga, cuando llegue”.
Dice que su hijo Jesús Ernesto ve a su padre “a partir de lo que le dicen en la escuela”, pero él quiere al que está en su casa, al que juega con él, con el que aprende y pasea.
—¿Sabe tu hijo que el primero de julio habrá elecciones?
—No. Claro que no. O a lo mejor sí y no estoy enterada. A lo mejor sabe más de lo que yo pudiera suponer —suelta la carcajada.
La esposa de López Obrador asiste poco a los mítines de campaña. Lo suyo es el bajo perfil viviendo en su departamento de la Colonia del Valle (“alguien tiene que ser pie de casa, pie de familia), y no en las mansiones que le han inventado “los que no nos quieren”.
En ese sentido, camina, cocina y cuida a su hijo, pero también lee y escribe en su celda sorjuanesca.
“Si mi pareja fuera cajero de un banco o vendedor de enciclopedias de casa por casa igual lo apoyaría”, dice entre risas.
Admite que vivió las elecciones de 2006 con discreción, con prudencia, con angustia también.
“Fue una embestida muy fuerte contra Andrés, contra el movimiento. (…) La violencia se evitó a través del plantón de Reforma. Ojalá mucha gente lo entienda así, sobre todo cuando hubo elecciones tan fuertemente cuestionadas.
“Creo que nunca se podrá saber de qué magnitud fue el fraude que se dio en 2006”.
—¿Tenías miedo? ¿Tuviste miedo?
—Sí, cómo no. Cómo no. Porque tú no sabes quiénes del otro lado están enfurecidos, tanto que quieran actuar de una forma poco convencional.
A sus ojos, López Obrador es un héroe moderno de una nación del siglo 21.
“Es el que sale y es capaz de hacer una transformación a partir, diría Giordano Bruno, del furor heroico”.
Es también un lunático, es decir, un soñador. Y eso es mejor, señala.
Tlatelolco y los #YoSoy132
Recientemente Beatriz empezó a aparecer en mítines y en algunos actos simbólicos de campaña, como en Tlatelolco, donde se le vio emocionada junto a su esposo. Incluso daba la impresión de que él había llorado en algún momento.
—Sí, sí, sí —responde.
Y ella vibraba.
“Sí. Es que el que estuvo ahí pues, sinceramente, no pudo dejar de sentir. Imagínate la masacre que hubo ahí en el 68. Imagínate ver así, entre sombras y luces, a los fantasmas de los que hablaba Paco Ignacio Taibo.
“Yo fui a Tlatelolco por primera vez cuando se cumplieron los 30 años. En el 98. Fue muy impresionante para mí porque sientes ese peso de los muertos. Está ahí. Esos héroes también, con ese mismo furor del que hablamos. Es un furor que estaba ahí, en la ilusión de esos jóvenes.
“Y estoy de acuerdo con Paco Ignacio Taibo: que su lucha, su dignidad y, en el caso de miles, su muerte, ayudó a construir un mejor país”.
Era el momento perfecto para preguntarle sobre el movimiento #YoSoy132.
Hay que esperar un poco más, dice Beatriz.
“El furor ya está, y espero que no sea heroico sacrificando vidas, para que no quepa más otro 68 y otro 71.
“A mí me gusta, por lo pronto, el entusiasmo que tienen, la construcción de una sociedad mejor que han planteado. La necesidad de contar con medios más democráticos”.
Quevedo y la literatura clásica
Para ella, Francisco de Quevedo es el mejor poeta y narrador de la lengua castellana. Bernal Díaz del Castillo y Giordano Bruno son sus personajes favoritos. No los contemporáneos. Los antiguos.
“A mí me gusta muchísimo la literatura antigua. Si yo hubiese estudiado filosofía, sin duda me habría metido a estudiar a los griegos clásicos o a los latinos clásicos. Ése es el germen del pensamiento de Occidente. Lo ves en el Renacimiento.
“A mí me gustó mucho indagar sobre estos autores clásicos griegos y latinos, y entender que toda la concepción del mundo, de la metafísica hasta la retórica, está concebida ahí. Eso te lleva a conectarte con toda una tradición, por ejemplo, en el medio de la escolástica. Ahora voy en el siglo 17”.
Beatriz se refugia en los libros “nobles” porque en ellos encuentra “mucha sabiduría”. Le permiten entender mejor su entorno y le ayudan a ser equilibrada en las diferentes pistas de su vida.
El periodismo y el activismo
En Puebla, donde vivía antes de conocer a AMLO, trabajó en medios críticos. Los políticos poblanos le tenían pánico.
“No era que me tuvieran miedo. A lo mejor yo hacía las preguntas que no se atrevían a hacer otros periodistas.
“Yo no tenía compromisos porque nunca cobré chayote, y en ese sentido, no tenía ningún problema en hacerlas. Era muy divertido”.
Le gustaba arriesgarse en su época de reportera. Incluso se involucró en varias causas, como cuando Teziutlán fue devastado tras una temporada de lluvias en 1999.
El drama se lo tomó personal, y se metió a ayudar en la zona. Se dedicó a llevar alimentos y cobijas.
“Porque también es una cuestión humana. Te involucras con una realidad periodística, pero también eres ser humano y estás viendo ahí que esa gente tiene una necesidad concreta.
“Todo eso a mí me cimbró mucho, sobre todo porque entre las víctimas había muchísimos indígenas muy pobres”.
Fue una experiencia que la marcó.
“Porque el hambre es terrible, y en aquellos días y semanas que duró la contingencia, la tragedia, escuchábamos historias terribles. Hubo muchos muertos. Yo pasé como tres días sin dormir y sin comer. Y lo volvería a hacer mil veces."
Así vivió el 2006
Le preguntamos cómo vivió aquel año en que AMLO mandó al diablo a las instituciones. Con discreción, prudencia y angustia, dice, porque fue “una embestida muy fuerte” contra su pareja y contra el movimiento. Defiende, como era de esperarse, el plantón de Reforma.
“Ahora que lo veo a distancia me llama la atención lo que decían en aquellos días: ‘¿Pero cómo se le ocurre hacer el plantón de Reforma a ese señor? ¿Qué le pasa? Llama a la violencia’. Y no. Al contrario. La violencia se evitó a través del plantón de Reforma.
“Ojalá mucha gente lo entienda así, sobre todo cuando hubo elecciones tan fuertemente cuestionadas”.
Y, por supuesto, asegura que nunca se podrá saber la magnitud del fraude.
“No se permitió el voto por voto, como debía de ser para que se hubiesen disipado las dudas. Mucha gente estaba enojada.
“Fue como si entran a tu casa, te roban, te despelucan tu sala, tu televisión, tu video, lo que sea, y cuando ya te robaron, no te puedes ni quejar. Y si te quejas, te acusan de violento. ‘Es usted un violento, señor’. Y si no te quejas: ‘Es usted un palero. Mira nada más, no tiene pantalones’.
“Fue una decisión muy difícil, y yo creo que ayudó mucho el hecho de contener a toda la gente, que eran miles. No solo en la capital, en todo el país. Miles. Y todos enojados por el resultado electoral fraudulento”.
Es evidente que este tema la marcó. Los recuerdos la acompañan y quiere compartirlos. Recuerda una encuesta de aquel entonces que vaticinaba la violencia.
“Me acuerdo de una (encuesta) de Mitofsky. Decía que había alrededor del 12 por ciento dispuesto a acudir a otras vías no pacíficas para buscar una justicia electoral”.
Y por eso defiende la decisión de su esposo, aun a sabiendas de que puso en duda su reputación. En su opinión, lo hizo para detener a un “pueblo enardecido”.
Fue una decisión difícil que tuvo un precio, dice.
“Un precio que se sigue pagando. No fue fácil, porque había evidencia de fraude. Por ejemplo: hubo casillas de Nuevo León en donde había solo 650 electores y acababan votando mil 200. Y son datos oficiales del IFE. Nada más por eso, la casilla tendría que haber estado en duda, pues formó parte de todo un criterio electoral.
“Si tú traías una calcomanía de López Obrador, te ponchaban la llanta. Fue un asunto muy difícil de sobrellevar. Vino el plantón, y pues lo vivimos con mucha angustia. Porque tú no sabes hasta qué punto el dirigente puede de verdad controlar a toda la gente.
“Yo me acuerdo mucho de una carta que le escribe Madero a Porfirio Díaz cuando está preso, una vez hecho el fraude.
“Madero le dice: ‘Usted me pide que yo apacigüe a toda la gente que está por el Sufragio Efectivo, No Reelección. Pero yo no puedo controlarlos a todos, y usted va a ser responsable de que la gente, por su propia cuenta, haga manifestaciones’.
“Es una carta bellísima que le escribe a Porfirio Díaz, al punto que éste se ve obligado a renunciar en los Tratados de Juárez. Lo recordarás: en mayo de 1911. Yo no quiero que lleguemos a eso. Éste es un movimiento pacífico”.
En aquel momento de 2006, como en muchos otros, comentaba todo con Andrés Manuel.
“Siempre comentamos. Siempre comentamos”, dice. Y, claro, ella lo aconsejaba, como lo hacen todas las parejas.
Y, por supuesto, tuvo miedo.
“Porque tú no sabes quiénes del otro lado están enfurecidos, tanto que quieran actuar de una forma poco convencional”.
No recuerda actos de hostigamiento contra ella, pero sí que la perseguían los fotógrafos, y la espiaban. Le interceptaban el teléfono. Lo recuerda un poco burlona.
“Entonces, ¿cómo pueden pedir legalidad ciertos personajes o ciertas entidades si ellos simplemente están violando la Ley? Violan tu derecho a la privacidad.
“Y me da risa porque tampoco una es tonta para decir por teléfono algún tema de una enfermedad o algún secreto”.
Ella no pernoctó en Reforma. Permaneció en su casa, en un departamento en la Colonia del Valle. No en una casa en la Toscana, ni en ninguna residencia de Puebla. Ni en un castillo en España.
“El que nos lo compruebe, se lo regalo. Porque la verdad es que yo solo tengo ese departamento, donde vivimos con mucho orgullo y mucha dignidad”.
La leyenda negra de que Andrés Manuel era un peligro para México la ayudó a ser más precavida. No cree que regrese el tema. Son otros tiempos.
“Ya no pegan esas cosas. Ya no pegan. Ya no. La gente está mucho más despierta.
“Desde luego que nunca falta el incauto que siga creyendo las leyendas negras, ¿no? Aunque al mismo Jesucristo lo acusaron de brujo, de encantador, de sacar los demonios. Decían que se la pasaba comiendo, que no era hombre de provecho.
“Las leyendas negras existen desde que el mundo es mundo. No hay que espantarse de eso. Tampoco hay que confiarse y pensar que todo mundo las rechaza porque todos son inteligentes.
“Yo creo que hay gente que sí se cree los cuentos negros. Lo que hay que hacer es contrarrestar todas esas campañas con acciones y con información”.
Sus terapias
No hace yoga, pero camina, lee y cocina. Y no lee las columnas políticas ni ve los medios.
Pero dice que tampoco se enoja cuando alguien habla mal de su esposo.
“No, ¿cómo crees? No, no. Si fuera verdad lo que dicen de él, sí me enojaría y diría “óyeme”. Pero no. A estas alturas ya no.
“No cuando tú confías en lo que eres, en lo que has hecho, en lo que piensas. ¿Como pa’qué? Que las mil casas… Sí, hombre, sí. Sigue creyendo lo que te dicen los embaucadores”.
Su experiencia en las redes sociales
Últimamente escribe reflexiones, cuentos y poesías en Facebook.
“Es un medio muy interesante porque tiene mucho alcance. Por ejemplo, un día escribí un poema, y yo creo que lo leyó más gente que si yo lo hubiese editado en un libro. Es impresionante.
“Eso no quiere decir que los libros ya no haya que escribirlos. Claro que hay que escribirlos, pero estas redes sociales tienen una penetración impresionante”.
Pero no tiene Twitter porque “sería otra boca más que alimentar. Ya con las que tengo es suficiente”.
La República Amorosa de AMLO
Ahí vimos su mano, en ese tema de la Cartilla Moral de Alfonso Reyes, pero Beatriz asegura que no fue una “aportación concreta”.
“Posiblemente en una frase o algo así. Eso es producto de una serie de pláticas de muchos años. Yo sí creo que nuestra familia cree en el amor como un poder.
“Lo que lleva enraizado ese tratamiento de la República Amorosa es llevarnos a una sociedad más fraterna.
“Todos también estamos más tranquilos de ánimo y más dispuestos a estar con nuestro prójimo en una actitud muy humana, de caridad, de amor, de fraternidad.
“Creo que podemos ser una sociedad que salga adelante. El encono no ayuda mucho. El encono lo que hace es polarizarte. Y cuando una sociedad está polarizada, se vuelve loca. Entonces, todo se fanatiza. Y eso no hace bien”.
Su vida con AMLO
Por ahora, archiva en su memoria todo lo que vive. Quizás más adelante escriba una novela.
“Esto es como estar en primera fila en algún teatro de Londres. Y eso es interesantísimo. Ves de todo. Ves al hombre tal cual es. Con todas sus cosas.
“Porque yo creo que aquí no es la historia de los buenos contra los malos, ni de los tontos contra los inteligentes. Es la historia de los hombres con posturas diferentes. Y este teatro del hombre universal, del hombre que yo veo en primera fila, es fabuloso”.
López Obrador dice que sus asesores son los mexicanos. Y Beatriz se suma como “una mexicana más”.
No se ve viviendo en Palacio Nacional, donde hace seis años AMLO dijo que viviría si ganaba las elecciones.
—No. ¿Cómo crees? No, no, no, no, no —responde.
“Pues no, porque no me imagino vivir en un lugar con tanta historia. ¿Te imaginas todo lo que ha pasado por ahí? Ahí murió Benito Juárez. Todo lo que hay en Tlatelolco se queda corto. Ahí mataron a Bernardo Reyes, padre de Alfonso Reyes. Todo lo que ha pasado en Palacio Nacional. No, no futureo. Yo no me estoy imaginando… Yo voy al día de hoy. Lo que venga, cuando llegue, en ese momento yo contesto.
Con “los pies en la tierra”, donde quiere mantenerlos, espera un proceso electoral tranquilo.
“Va a ser un ejercicio democrático muy bueno, con una alta participación. Y estoy segura que va a rendir frutos todo el trabajo de miles de mexicanos que han luchado por la transformación de México por la vía pacífica, a través del voto razonado. El 2 de julio va a ser un día en el que estaremos cansados, pero contentos”.
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