Álvaro Cepeda Neri
La campaña es como el baño químico que revela las fotografías. La influencia química es necesaria para que surjan las imágenes, pero sólo pueden aparecer aquellas imágenes ya latentes en la placa
Félix Lázarfeld, de su ensayo La campaña electoral ha terminado
No tengo la menor duda de que como van las campañas electorales, la competencia final tendrá dos adversarios: López Obrador y su coalición de partidos encabezados por el de la Revolución Democrática (PRD) y Peña Nieto en pleno vuelo sobre las amañadas encuestas –alfombra mágica que en cualquier momento puede venir a tierra–, creyendo que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) es un Ave Fénix. Doña Josefina, si bien le va, permanecerá estancada. Mientras, por la izquierda la rebasa el perredista, quien voto a voto disputará por segunda ocasión (Salvador Allende, en Chile, y Francois Mitterrand, en Francia, lo intentaron una y otra vez, con base en la perseverancia weberiana de lo posible por medio de lo imposible) la Presidencia de la República, que Calderón y sus complicidades en el Instituto Federal Electoral (IFE), el Tribunal Electoral y Fox (quien tuvo el cinismo de afirmar: “Gané dos elecciones: la mía y la de Calderón”) le robaron. El fraude se confirmó al negar el recuento de los sufragios.
Y Quadri, que no será la cuadratura del círculo corrupto de la pandilla gordillista, no existe políticamente. Es el títere de Elba Esther y el hazmerreír electorero, envuelto en las siglas del SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación), del Panal (Partido Nueva Alianza), del ISSSTE (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado) y la Lotenal (Lotería Nacional), donde la hija, el nieto, el yerno y Marta Sahagún, a través de uno de sus hijos, son los beneficiarios de la “maestra” que empollaron Salinas y Manuel Camacho, y adoptaron Zedillo, Fox y Calderón, como la nueva Jonguitud Barrios. Doña Perpetua del priísmo empanizado a los que les muerde la mano, encaprichada en manipular la Secretaría de Educación Pública (SEP) donde descabezó a la Vázquez Mota, a Alonso Lujambio y tira de a loco a Córdova Villalobos, el destripado panista expulsado de Guanajuato por la neocristiada de El Yunque, la organización nazifascista-religiosa que trajo al papa para ahuyentar al diablo y quedarse con lo que es del César.
Josefina y Quadri son los bufones del proceso electoral. Con o sin un candidato independiente, como Clouthier, sólo están en la metáfora de la placa fotográfica Peña y López Obrador, que en los dos meses de campaña hacen que el proceso electoral adquiera una auténtica competencia. Y si Peña, con su asesor Videgaray, siguen confiados en sus encuestas y sondeos, el “elemento de sorpresa que siempre hay en la historia”, del que habló con autoridad Vladimir Ilich Lenin, puede irrumpir y López Obrador romper de nuevo lo del “destino escrito” y llevarse la victoria de manera irrebatible e iarrebatable.
Los priístas están muy confiados de ser la opción ganadora y de que no hay poder humano que haga cambiar la fortuna (¡oh Maquiavelo!) que los lleva montados sobre el Ave Fénix del priísmo resucitado por los malos gobiernos panistas. Ya Peña es cuestionado, como lo fue por alumnos de la Iberoamericana y que muy a la Díaz Ordaz (el apodado Tribilín, que para todo enviaba soldados y policías para reprimir, como al movimiento estudiantil de 1968) contestó, a quienes le recordaron lo de Atenco, que había hecho uso de la fuerza pública para poner “orden”. Peña transita en el filo del despeñadero, con todo y que las encuestas lo coloquen en la cúspide del favor electoral.
López Obrador sigue en su empeño de comprometer el voto popular: el de los 50 millones de pobres, de los cuales no menos de 30 millones son más de una tercera parte del padrón del IFE (que dice tener enlistados casi 80 millones de ciudadanos). Todo apunta a que el del PRI y el del PRD han de verse la cara. Y si es verdad que hay 20 millones que no han decidido ir o no a las urnas, en caso de asistir mantendrán la incertidumbre y nada está escrito a favor del peñismo. “Y en la historia siempre hay un elemento de sorpresa” (J H Plumb, La muerte del pasado, Barral Editores). López Obrador se atiene a los votos, Peña a sus encuestas. Quiere revivir el pasado, ya que el PRI, en su figura, se quedó en el umbral de la modernización que otros de sus integrantes intentaron alumbrar y fueron hechos a un lado por ese doctor del espectáculo televisivo, que ahora sabemos, pagó a los López Dóriga de Televisa y los Aguilar Camín de Tv Azteca para ser favorecido en los noticieros.
La competencia se está dando entre Peña y sus encuestas que sólo consultan a priístas; una empresa contratada por Televisa y las demás dejándose llevar por esa inercia o “intelectuales” como los Aguilar Camín, alias el historiador, frotándose las manos porque, con sus opiniones “independientes” a la Enrique Krauze o locutores a la López Dóriga, profetizan que Peña es ya inalcanzable. El proceso electoral apenas está en marcha y para el 1 de julio el despertar electoral nos reserva una alternativa: cuantioso abstencionismo o una cuantiosa votación. El abstencionismo favorecerá al peñismo. La otra cara de la moneda que está en el aire no la pueden mirar los encuestadores, adivinadores de “la creciente sofisticación estadística… Manipuladores de datos” (Giovanni Sartori: Cómo hacer ciencia política. Lógica, método y lenguaje en las ciencias sociales, Taurus, Santillana Ediciones, 2012).
La campaña electoral presidencial no ha concluido, sensu contrario al ensayo de Paul Félix Lazarsfeld (en su libro Sociología de la comunicación de masas: propaganda política y opinión pública, editorial Gustavo Gili). Apenas ha comenzado cuando López Obrador avanza emparejando a Peña (éste montado en las encuestas vendidas previamente o compradas antes de darse a conocer). López Obrador sobre la ola, con potencialidad de tsunami de los votos. En la placa diaria de los acontecimientos aparecen las imágenes del perredista y el priísta en una competencia que no decidirán ni encuestas ni Televisa ni Tv Azteca.
La campaña es como el baño químico que revela las fotografías. La influencia química es necesaria para que surjan las imágenes, pero sólo pueden aparecer aquellas imágenes ya latentes en la placa
Félix Lázarfeld, de su ensayo La campaña electoral ha terminado
No tengo la menor duda de que como van las campañas electorales, la competencia final tendrá dos adversarios: López Obrador y su coalición de partidos encabezados por el de la Revolución Democrática (PRD) y Peña Nieto en pleno vuelo sobre las amañadas encuestas –alfombra mágica que en cualquier momento puede venir a tierra–, creyendo que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) es un Ave Fénix. Doña Josefina, si bien le va, permanecerá estancada. Mientras, por la izquierda la rebasa el perredista, quien voto a voto disputará por segunda ocasión (Salvador Allende, en Chile, y Francois Mitterrand, en Francia, lo intentaron una y otra vez, con base en la perseverancia weberiana de lo posible por medio de lo imposible) la Presidencia de la República, que Calderón y sus complicidades en el Instituto Federal Electoral (IFE), el Tribunal Electoral y Fox (quien tuvo el cinismo de afirmar: “Gané dos elecciones: la mía y la de Calderón”) le robaron. El fraude se confirmó al negar el recuento de los sufragios.
Y Quadri, que no será la cuadratura del círculo corrupto de la pandilla gordillista, no existe políticamente. Es el títere de Elba Esther y el hazmerreír electorero, envuelto en las siglas del SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación), del Panal (Partido Nueva Alianza), del ISSSTE (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado) y la Lotenal (Lotería Nacional), donde la hija, el nieto, el yerno y Marta Sahagún, a través de uno de sus hijos, son los beneficiarios de la “maestra” que empollaron Salinas y Manuel Camacho, y adoptaron Zedillo, Fox y Calderón, como la nueva Jonguitud Barrios. Doña Perpetua del priísmo empanizado a los que les muerde la mano, encaprichada en manipular la Secretaría de Educación Pública (SEP) donde descabezó a la Vázquez Mota, a Alonso Lujambio y tira de a loco a Córdova Villalobos, el destripado panista expulsado de Guanajuato por la neocristiada de El Yunque, la organización nazifascista-religiosa que trajo al papa para ahuyentar al diablo y quedarse con lo que es del César.
Josefina y Quadri son los bufones del proceso electoral. Con o sin un candidato independiente, como Clouthier, sólo están en la metáfora de la placa fotográfica Peña y López Obrador, que en los dos meses de campaña hacen que el proceso electoral adquiera una auténtica competencia. Y si Peña, con su asesor Videgaray, siguen confiados en sus encuestas y sondeos, el “elemento de sorpresa que siempre hay en la historia”, del que habló con autoridad Vladimir Ilich Lenin, puede irrumpir y López Obrador romper de nuevo lo del “destino escrito” y llevarse la victoria de manera irrebatible e iarrebatable.
Los priístas están muy confiados de ser la opción ganadora y de que no hay poder humano que haga cambiar la fortuna (¡oh Maquiavelo!) que los lleva montados sobre el Ave Fénix del priísmo resucitado por los malos gobiernos panistas. Ya Peña es cuestionado, como lo fue por alumnos de la Iberoamericana y que muy a la Díaz Ordaz (el apodado Tribilín, que para todo enviaba soldados y policías para reprimir, como al movimiento estudiantil de 1968) contestó, a quienes le recordaron lo de Atenco, que había hecho uso de la fuerza pública para poner “orden”. Peña transita en el filo del despeñadero, con todo y que las encuestas lo coloquen en la cúspide del favor electoral.
López Obrador sigue en su empeño de comprometer el voto popular: el de los 50 millones de pobres, de los cuales no menos de 30 millones son más de una tercera parte del padrón del IFE (que dice tener enlistados casi 80 millones de ciudadanos). Todo apunta a que el del PRI y el del PRD han de verse la cara. Y si es verdad que hay 20 millones que no han decidido ir o no a las urnas, en caso de asistir mantendrán la incertidumbre y nada está escrito a favor del peñismo. “Y en la historia siempre hay un elemento de sorpresa” (J H Plumb, La muerte del pasado, Barral Editores). López Obrador se atiene a los votos, Peña a sus encuestas. Quiere revivir el pasado, ya que el PRI, en su figura, se quedó en el umbral de la modernización que otros de sus integrantes intentaron alumbrar y fueron hechos a un lado por ese doctor del espectáculo televisivo, que ahora sabemos, pagó a los López Dóriga de Televisa y los Aguilar Camín de Tv Azteca para ser favorecido en los noticieros.
La competencia se está dando entre Peña y sus encuestas que sólo consultan a priístas; una empresa contratada por Televisa y las demás dejándose llevar por esa inercia o “intelectuales” como los Aguilar Camín, alias el historiador, frotándose las manos porque, con sus opiniones “independientes” a la Enrique Krauze o locutores a la López Dóriga, profetizan que Peña es ya inalcanzable. El proceso electoral apenas está en marcha y para el 1 de julio el despertar electoral nos reserva una alternativa: cuantioso abstencionismo o una cuantiosa votación. El abstencionismo favorecerá al peñismo. La otra cara de la moneda que está en el aire no la pueden mirar los encuestadores, adivinadores de “la creciente sofisticación estadística… Manipuladores de datos” (Giovanni Sartori: Cómo hacer ciencia política. Lógica, método y lenguaje en las ciencias sociales, Taurus, Santillana Ediciones, 2012).
La campaña electoral presidencial no ha concluido, sensu contrario al ensayo de Paul Félix Lazarsfeld (en su libro Sociología de la comunicación de masas: propaganda política y opinión pública, editorial Gustavo Gili). Apenas ha comenzado cuando López Obrador avanza emparejando a Peña (éste montado en las encuestas vendidas previamente o compradas antes de darse a conocer). López Obrador sobre la ola, con potencialidad de tsunami de los votos. En la placa diaria de los acontecimientos aparecen las imágenes del perredista y el priísta en una competencia que no decidirán ni encuestas ni Televisa ni Tv Azteca.
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