Jorge Diaz
El título de esta columna bien podría haber sido “otra de vaqueros”, por el tufo de cuatrero electoral que tienen las declaraciones del ex presidente Fox durante el pasado fin de semana. Mucho sería atribuirle al ex mandatario suspicacia y agudeza estratégica para lanzar una cortina de humo que desvíe la atención de cosas más importantes. Lo suyo es la diarrea verbal, el naufragio intelectual y la traición a su propia dignidad, a la de sus correligionarios y a la de millones de mexicanos que sin ser panistas, lo llevaron a la presidencia en el 2000 precisamente con el único objetivo de sacar al PRI de los Pinos.
Recordemos lo que dijo: “Debemos cerrar filas atrás de quien vaya a ganar; no sé quién vaya a ganar, pero es claro que se perfila alguien para ganar. Debemos de apoyarlo para que pueda resolver los problemas, sería equivocado que sigamos otros seis años atacándonos unos y otros”.
Muchos pueden argumentar que todos tienen la libertad de expresarse en el sentido que mejor les convenga, que todos tienen derecho a cambiar de opinión y que pueden defender sus ideas abiertamente ante la opinión pública y es cierto.
Pero también es verdad que hay ciertos personajes que por la investidura que alguna vez ostentaron, el lugar en la historia que alguna vez les pudo haber correspondido y la conciencia del momento que se está viviendo, deberían guardar un silencio digno.
No sé a ciencia cierta qué tanto le puedan beneficiar las declaraciones de Fox a Enrique Peña Nieto, quizá le benefician más a López Obrador, por revivir las viejas rencillas y prender al elector en una especie de venganza electoral o a Vázquez Mota, por despertar un sentimiento de solidaridad entre los panistas en torno a su candidatura y dar el último empujón para posicionarla mejor en la recta final. Pero lo que es cierto, es que estas escenitas protagonizadas por una mente chiflada, dan vergüenza propia y ajena.
El título de esta columna bien podría haber sido “otra de vaqueros”, por el tufo de cuatrero electoral que tienen las declaraciones del ex presidente Fox durante el pasado fin de semana. Mucho sería atribuirle al ex mandatario suspicacia y agudeza estratégica para lanzar una cortina de humo que desvíe la atención de cosas más importantes. Lo suyo es la diarrea verbal, el naufragio intelectual y la traición a su propia dignidad, a la de sus correligionarios y a la de millones de mexicanos que sin ser panistas, lo llevaron a la presidencia en el 2000 precisamente con el único objetivo de sacar al PRI de los Pinos.
Recordemos lo que dijo: “Debemos cerrar filas atrás de quien vaya a ganar; no sé quién vaya a ganar, pero es claro que se perfila alguien para ganar. Debemos de apoyarlo para que pueda resolver los problemas, sería equivocado que sigamos otros seis años atacándonos unos y otros”.
Muchos pueden argumentar que todos tienen la libertad de expresarse en el sentido que mejor les convenga, que todos tienen derecho a cambiar de opinión y que pueden defender sus ideas abiertamente ante la opinión pública y es cierto.
Pero también es verdad que hay ciertos personajes que por la investidura que alguna vez ostentaron, el lugar en la historia que alguna vez les pudo haber correspondido y la conciencia del momento que se está viviendo, deberían guardar un silencio digno.
No sé a ciencia cierta qué tanto le puedan beneficiar las declaraciones de Fox a Enrique Peña Nieto, quizá le benefician más a López Obrador, por revivir las viejas rencillas y prender al elector en una especie de venganza electoral o a Vázquez Mota, por despertar un sentimiento de solidaridad entre los panistas en torno a su candidatura y dar el último empujón para posicionarla mejor en la recta final. Pero lo que es cierto, es que estas escenitas protagonizadas por una mente chiflada, dan vergüenza propia y ajena.
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