Nerviosismo en elites partidistas

Eduardo Ibarra Aguirre

Ya quedaron registrados en la historia de la contienda electoral los tiempos en que la participación de Enrique Peña Nieto era un mero trámite que impone la Constitución y la legislación electoral o, en el mejor de los casos, que únicamente faltaba por dirimirse si obtendría o no la mayoría absoluta en el Congreso, como anunciaba muy risueña la aplastante mayoría de los intelectuales que trabajan para Televisa.

La campaña electoral entró –enseguida de lo que llaman el 11 de mayo mexicano– en la demostración en las calles y en las redes sociales, muchísimo más en las segundas que en las primeras, de que el candidato del Partido Revolucionario Institucional no es invencible.

A partir de entonces se pronunciaron las tendencias demoscópicas –con todo y el supuesto o real “cuchareo”– de que el puntero Peña Nieto va hacia la baja y el que ocupaba el tercer lugar, Andrés Manuel López Obrador, desplazó claramente a Josefina Vázquez Mota, cambio que hasta la semana pasada reconoció Milenio Televisión y Televisa, socios mercantiles y de causas superiores, presidenciales, y aquél se enfila a la disputa por el primer sitio.

Qué tanto se acentúen las tendencias a la alza y a la baja de estos dos aspirantes, lo sabremos en los próximo días y en definitiva el primer domingo de julio.

Mientras tanto presenciamos declaraciones, ajustes y gesticulaciones de los estados mayores de las campañas de Peña y de López que dicen o quieren significar tanto o más que los porcentajes que les reconocen las casas encuestadoras y sus productos.

En el segundo caso no deja de llamar la atención que sea hasta cuatro domingos antes de la cita en las urnas, cuando algunas de las corrientes del Partido de la Revolución Democrática se alistan a emprender un cierre de filas en torno a su candidato presidencial. Y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, “muy animado y entusiasmado”, se dispone a acompañarlo en Morelia, Nezahualcóyotl y Cuernavaca.

Dirigentes perredistas como Luis Sánchez leen el momento así: (…) luego de la irrupción de los jóvenes en el escenario político y otros movimientos sociales, las cosas han cambiado radicalmente y López Obrador está enfilado a ganar nuevamente la Presidencia de la República”. Se entiende que, de lo contrario, no se molestarían en gastar energías e invertir recursos materiales, los que hace apenas tres años amagaron con expulsarlo del perredismo. Oportunistas irremediables.

De la forma en que presumiblemente intentó recolectar 90 millones de pesos el equipo de AMLO, se prendió el equipo de EPN para armar “una campaña negra”, abiertamente impulsada por Televisa y con la manufactura y edición de El Universal, de Juan Francisco Ealy Ortiz.

El debate entre Luis Videgaray y Ricardo Monreal, jefes de las respectivas campañas, en Radio Fórmula con Joaquín López-Dóriga, exhibió lo que Guadalupe Acosta enuncia como “El PRI no pasa la charola sino la vajilla completa”. Charola o vajilla, el Instituto Federal y el Tribunal Electoral dirán la última palabra.

La reportera Rosa Elvira Vargas registra, en tanto, la revisión completa del programa de la campaña presidencial, falta de concentración del candidato tricolor a la hora de pronunciar discursos, cambios constantes en su agenda, reforzamiento de las medidas de seguridad hasta revisar manualmente a los consejeros de BBVA Bancomer y funcionarios del PRI, multiplicación de las reuniones del llamado war room (con la asistencia de Peña) que en ocasiones terminan en la madrugada, modificación de las entidades a visitar sin previo aviso a los reporteros que cubren la fuente…

Nervios de acero y corazón caliente, aconsejaba en 1978 el dirigente político español Santiago Carrillo.

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