Francisco Rodriguez / Índice Político
Veo a Vicente Fox, a Rosario Robles, a Manuel Espino, a Ruth Zavaleta, a Víctor Hugo Círigo, a René Arce, a tantos y tantos otros… y concluyo que en esta etapa de la política “a la mexicana” hay muchas señoras Warren –véase Mrs. Warren’s Profession, de George Bernard Shaw—que, “para mantener el cuerpo y el alma juntos”, se dedican a la prostitución.
Pero no, de lo que le comento hoy aquí no es de lo que algunos consideran es “la profesión más vieja del mundo”. La prostitución que, con su venia, abordamos no tiene nada que ver con el sexo. Se refiere, eso sí, a un fenómeno nuevo, por lo menos en sus actuales proporciones: la prostitución política, el canje de una bandera electoral por una prebenda presupuestaria.
Principal afectado por este tráfico descarnado es Acción Nacional. Se puede ver la desbandada de foxistas y martha-sahagunistas, lo mismo que de otras corrientes blanquiazules, que caen en los brazos de un nuevo lenón o padrote, el tricolor, a quien acuden en busca, sobre todo, de protección… aunque unos dineritos no les caen nada mal.
¿Su objetivo? Dañar a como dé lugar la imagen del único candidato presidencial que va en ascenso, Andrés Manuel López Obrador y a su movimiento, convirtiendo a muchos panistas y ex perredistas en hetairas del PRI y calientacamas de quien cree va a llegar al poder.
Para la prostitución política no caben redadas policiales ni confinamientos en “zonas rojas”. Pero es un elemental deber de profilaxis cívica alertar a la opinión pública sobre sus peligros.
Caso descollante es el de la señora Rosario Robles Berlanga, ex dirigente nacional del PRD, luego desvergonzada salinista –recuérdese que el llamado Innombrable le obsequió hasta una banda presidencial para que la luciera sobre el sostén-- y, ahora destacada peñanietista. De ahí para adelante… la señora ha demostrado todo lo que puede y por qué la reclutaron.
Lo cierto es que en éste y otros casos no se ha tratado de un cambio de bando dictado por discrepancias ideológicas, decantación política o legítimas insatisfacciones. No. Se trata simple y llanamente de la venta, no del cuerpo, sino de la conciencia (en el caso de quienes la tenían).
Esta turbia actividad tiene como cliente adecuado al PRI y todo lo que el viejo partido representa. Viejo, rabo verde, $eductor a fin de cuenta$.
Su presencia corruptora es alucinante. Está en el DF, sí, en las oficinas no de Insurgentes Norte, sino en las de la avenida Montes Urales –sede de la campaña peñanietista--, pero también a través de una extensa red de tesorerías de cada entidad federativa en la que despachan los gobernadores priístas.
Los medios de comunicación adictos al poder económico –sea cual sea el partido que les facilite los recursos-- se encargan de completar la película. Ya no anuncian escorts ni masajistas en sus avisos oportunos, cierto, pero esa liquidez monetaria que les proporcionaban tales avisos ha sido sustituida por las carretadas de dólares –en cash, preferentemente-- que llegan a las oficinas y mansiones de sus propietarios y principales directivos.
Juegan estos medios al celestinaje político. Saben que la correlación de fuerzas entre los poderes político y mediático ha cambiado. Antes de los años noventa, en México los medios de comunicación dependían del poder político; en los últimos lustros, la situación se invirtió: los políticos dependen crecientemente de los medios.
Adicionalmente, los cambios perpetrados en las instituciones políticas y su funcionamiento han generado huecos, ocupados espontánea y expeditamente por los medios de comunicación.
Pero los medios no están preparados, pensados, ni diseñados para cumplir las funciones que les reclaman, tampoco sus correspondientes responsabilidades, dice José Carreño Carlón, académico de la Universidad Iberoamericana, quien también apunta que “es posible hablar de suplantación de las decisiones políticas por parte de los medios de comunicación. Se arrogan el derecho de asumirse tribunales paralelos: el medio declara culpables antes que un juez lo determine. Fallo simbólico difícil de remontar.
La razón de este comportamiento: “Tuvimos hasta hace muy poco un poder político altamente cohesionado, frente a un poder mediático altamente fragmentado”. Hoy vivimos lo contrario. Un poder político dramática, peligrosamente fragmentado, frente a un poder mediático monolítico.
Se trata, pues, de un celestinaje político que desvirtúa el voto ciudadano y convierte la democracia en una farsa, y a la discrepancia en un circo cruel.
Por eso hay tantas señoras Warren en el cotarro político, ¿o no?
Índice Flamígero: Manuel Espino, estrella de Twitter desde el sábado anterior, cuando se hizo pública su detención administrativa por haber rebasado el límite de alcoholemia permitido para conducir un vehículo. El tweet más repetido: “@EPN qué opinas de #Eltorito y Manuel Espino? Mira Joaquín, El Torito es Inocente y yo a Manuel lo respeto.” + + + Y aunque ya muy pocos “lo pelan”, al titular de la fallida Administración actual ya sólo le quedan 179 días de ocupación de Los Pinos.
Veo a Vicente Fox, a Rosario Robles, a Manuel Espino, a Ruth Zavaleta, a Víctor Hugo Círigo, a René Arce, a tantos y tantos otros… y concluyo que en esta etapa de la política “a la mexicana” hay muchas señoras Warren –véase Mrs. Warren’s Profession, de George Bernard Shaw—que, “para mantener el cuerpo y el alma juntos”, se dedican a la prostitución.
Pero no, de lo que le comento hoy aquí no es de lo que algunos consideran es “la profesión más vieja del mundo”. La prostitución que, con su venia, abordamos no tiene nada que ver con el sexo. Se refiere, eso sí, a un fenómeno nuevo, por lo menos en sus actuales proporciones: la prostitución política, el canje de una bandera electoral por una prebenda presupuestaria.
Principal afectado por este tráfico descarnado es Acción Nacional. Se puede ver la desbandada de foxistas y martha-sahagunistas, lo mismo que de otras corrientes blanquiazules, que caen en los brazos de un nuevo lenón o padrote, el tricolor, a quien acuden en busca, sobre todo, de protección… aunque unos dineritos no les caen nada mal.
¿Su objetivo? Dañar a como dé lugar la imagen del único candidato presidencial que va en ascenso, Andrés Manuel López Obrador y a su movimiento, convirtiendo a muchos panistas y ex perredistas en hetairas del PRI y calientacamas de quien cree va a llegar al poder.
Para la prostitución política no caben redadas policiales ni confinamientos en “zonas rojas”. Pero es un elemental deber de profilaxis cívica alertar a la opinión pública sobre sus peligros.
Caso descollante es el de la señora Rosario Robles Berlanga, ex dirigente nacional del PRD, luego desvergonzada salinista –recuérdese que el llamado Innombrable le obsequió hasta una banda presidencial para que la luciera sobre el sostén-- y, ahora destacada peñanietista. De ahí para adelante… la señora ha demostrado todo lo que puede y por qué la reclutaron.
Lo cierto es que en éste y otros casos no se ha tratado de un cambio de bando dictado por discrepancias ideológicas, decantación política o legítimas insatisfacciones. No. Se trata simple y llanamente de la venta, no del cuerpo, sino de la conciencia (en el caso de quienes la tenían).
Esta turbia actividad tiene como cliente adecuado al PRI y todo lo que el viejo partido representa. Viejo, rabo verde, $eductor a fin de cuenta$.
Su presencia corruptora es alucinante. Está en el DF, sí, en las oficinas no de Insurgentes Norte, sino en las de la avenida Montes Urales –sede de la campaña peñanietista--, pero también a través de una extensa red de tesorerías de cada entidad federativa en la que despachan los gobernadores priístas.
Los medios de comunicación adictos al poder económico –sea cual sea el partido que les facilite los recursos-- se encargan de completar la película. Ya no anuncian escorts ni masajistas en sus avisos oportunos, cierto, pero esa liquidez monetaria que les proporcionaban tales avisos ha sido sustituida por las carretadas de dólares –en cash, preferentemente-- que llegan a las oficinas y mansiones de sus propietarios y principales directivos.
Juegan estos medios al celestinaje político. Saben que la correlación de fuerzas entre los poderes político y mediático ha cambiado. Antes de los años noventa, en México los medios de comunicación dependían del poder político; en los últimos lustros, la situación se invirtió: los políticos dependen crecientemente de los medios.
Adicionalmente, los cambios perpetrados en las instituciones políticas y su funcionamiento han generado huecos, ocupados espontánea y expeditamente por los medios de comunicación.
Pero los medios no están preparados, pensados, ni diseñados para cumplir las funciones que les reclaman, tampoco sus correspondientes responsabilidades, dice José Carreño Carlón, académico de la Universidad Iberoamericana, quien también apunta que “es posible hablar de suplantación de las decisiones políticas por parte de los medios de comunicación. Se arrogan el derecho de asumirse tribunales paralelos: el medio declara culpables antes que un juez lo determine. Fallo simbólico difícil de remontar.
La razón de este comportamiento: “Tuvimos hasta hace muy poco un poder político altamente cohesionado, frente a un poder mediático altamente fragmentado”. Hoy vivimos lo contrario. Un poder político dramática, peligrosamente fragmentado, frente a un poder mediático monolítico.
Se trata, pues, de un celestinaje político que desvirtúa el voto ciudadano y convierte la democracia en una farsa, y a la discrepancia en un circo cruel.
Por eso hay tantas señoras Warren en el cotarro político, ¿o no?
Índice Flamígero: Manuel Espino, estrella de Twitter desde el sábado anterior, cuando se hizo pública su detención administrativa por haber rebasado el límite de alcoholemia permitido para conducir un vehículo. El tweet más repetido: “@EPN qué opinas de #Eltorito y Manuel Espino? Mira Joaquín, El Torito es Inocente y yo a Manuel lo respeto.” + + + Y aunque ya muy pocos “lo pelan”, al titular de la fallida Administración actual ya sólo le quedan 179 días de ocupación de Los Pinos.
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