Ricardo Rocha
En realidad no existe tal. Sólo quería llamar su atención sobre algunas condicionantes que pudieran contribuir a justipreciar el experimento llamado “debate presidencial” que veremos el próximo domingo. Desde luego, parto del supuesto de que nosotros pertenecemos a esa especie de seres humanos que todavía están dispuestos a mirar y escuchar a los otros y no solamente a nosotros mismos. Es decir, atender, aunque sea por curiosidad, a lo que dicen todos los candidatos. Porque la otra especie sólo tiene ojos y oídos para su favorito y le tiene absolutamente sin cuidado lo que digan los demás. En el primer supuesto, ahí van algunos tips:
1) Las apariencias no engañan: las sobreactuaciones son siempre detectadas desde el primer momento. La inmensa mayoría de los observadores son auténticos profesionales de “ver la tele”; en todo caso cada quien se engaña hasta donde quiere con sus filias y sus fobias. De cualquier modo, vale la pena hacer un esfuerzo de atención para observar el lenguaje facial y corporal de cada uno de los candidatos; es probable que advirtamos rasgos de sinceridad o falsedad en lo que nos dicen. Igual cuenta la seguridad y la apostura con que se expresan; si nos ven a los ojos a través del lente de la cámara o se extravían con la mirada perdida en otra parte.
2) Frases es el nombre del juego: el discurso más memorable en toda la historia es de Churchill, quien dijo al hacerse cargo del mando en plena guerra: “Sólo puedo ofreceros sangre, sudor y lágrimas”. Por ello es notable la irracionalidad de nuestros políticos por decir la mayor cantidad posible de tonterías por minuto en lugar de concentrarse en tratar de armar algunas frases medianamente recordables. La incontinencia verbal –de la cual Fox es el apóstol– que suele estar acompañada por la más disparatada e inentendible sintaxis es siempre creadora de galimatías incompresibles para cualquier audiencia..
3) El divino arte del deslinde: yo no sé si de aquí al domingo alguno o varios de los candidatos estén dispuestos a soltar el lastre que les representa el pasado que a veces los condena: puede ser un capítulo tortuoso, alguna relación peligrosa o hasta una adhesión vergonzante que les aporta un plato de votos a cambio de un desprestigio gigantesco. Ya en el debate, puede usted adelantarlo, todos y cada uno de los cuatro habrán de deslindarse de algo o de alguien al menos un par de veces. Que tan convincentes se muestren dependerá de sus habilidades.
4) Entre “El Ratón” Macías y el “Toluco” López: cuenta la leyenda que eran antitéticos; mi ratoncito tepiteño era un auténtico artista, un esteta que lo mismo evadía los golpes con elegancia suprema que, cual impredecible picaflor, entraba y salía de la guardia enemiga para ir sumando golpes de mediana intensidad, pero de alta precisión que iban minando la resistencia rival, en cambio el Toluco –que solía llegar con crudas espantosas a sus peleas– recibía unas tundas de escándalo, pero, eso sí, cuando parecía inminente su derrota, sacaba de no se sabía dónde un uppercut que convertía en guamazo fulminante para noquear ipso facto a su golpeador.
Por supuesto que en el caso del próximo debate hay una pequeña variante: cada uno tendrá no uno sino tres rivales, por lo que para empezar ha de discernir en qué orden los va enfrentando, si puede ignorar a al menos uno de ellos o si le es posible fajarse con dos simultáneamente.
5) ¿Y las propuestas, apá?: dicen que la fe mueve montañas y en una de ésas nos trae propuestas. Pero yo creo que no hay que rehusarse a los milagros.
En realidad no existe tal. Sólo quería llamar su atención sobre algunas condicionantes que pudieran contribuir a justipreciar el experimento llamado “debate presidencial” que veremos el próximo domingo. Desde luego, parto del supuesto de que nosotros pertenecemos a esa especie de seres humanos que todavía están dispuestos a mirar y escuchar a los otros y no solamente a nosotros mismos. Es decir, atender, aunque sea por curiosidad, a lo que dicen todos los candidatos. Porque la otra especie sólo tiene ojos y oídos para su favorito y le tiene absolutamente sin cuidado lo que digan los demás. En el primer supuesto, ahí van algunos tips:
1) Las apariencias no engañan: las sobreactuaciones son siempre detectadas desde el primer momento. La inmensa mayoría de los observadores son auténticos profesionales de “ver la tele”; en todo caso cada quien se engaña hasta donde quiere con sus filias y sus fobias. De cualquier modo, vale la pena hacer un esfuerzo de atención para observar el lenguaje facial y corporal de cada uno de los candidatos; es probable que advirtamos rasgos de sinceridad o falsedad en lo que nos dicen. Igual cuenta la seguridad y la apostura con que se expresan; si nos ven a los ojos a través del lente de la cámara o se extravían con la mirada perdida en otra parte.
2) Frases es el nombre del juego: el discurso más memorable en toda la historia es de Churchill, quien dijo al hacerse cargo del mando en plena guerra: “Sólo puedo ofreceros sangre, sudor y lágrimas”. Por ello es notable la irracionalidad de nuestros políticos por decir la mayor cantidad posible de tonterías por minuto en lugar de concentrarse en tratar de armar algunas frases medianamente recordables. La incontinencia verbal –de la cual Fox es el apóstol– que suele estar acompañada por la más disparatada e inentendible sintaxis es siempre creadora de galimatías incompresibles para cualquier audiencia..
3) El divino arte del deslinde: yo no sé si de aquí al domingo alguno o varios de los candidatos estén dispuestos a soltar el lastre que les representa el pasado que a veces los condena: puede ser un capítulo tortuoso, alguna relación peligrosa o hasta una adhesión vergonzante que les aporta un plato de votos a cambio de un desprestigio gigantesco. Ya en el debate, puede usted adelantarlo, todos y cada uno de los cuatro habrán de deslindarse de algo o de alguien al menos un par de veces. Que tan convincentes se muestren dependerá de sus habilidades.
4) Entre “El Ratón” Macías y el “Toluco” López: cuenta la leyenda que eran antitéticos; mi ratoncito tepiteño era un auténtico artista, un esteta que lo mismo evadía los golpes con elegancia suprema que, cual impredecible picaflor, entraba y salía de la guardia enemiga para ir sumando golpes de mediana intensidad, pero de alta precisión que iban minando la resistencia rival, en cambio el Toluco –que solía llegar con crudas espantosas a sus peleas– recibía unas tundas de escándalo, pero, eso sí, cuando parecía inminente su derrota, sacaba de no se sabía dónde un uppercut que convertía en guamazo fulminante para noquear ipso facto a su golpeador.
Por supuesto que en el caso del próximo debate hay una pequeña variante: cada uno tendrá no uno sino tres rivales, por lo que para empezar ha de discernir en qué orden los va enfrentando, si puede ignorar a al menos uno de ellos o si le es posible fajarse con dos simultáneamente.
5) ¿Y las propuestas, apá?: dicen que la fe mueve montañas y en una de ésas nos trae propuestas. Pero yo creo que no hay que rehusarse a los milagros.
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