Mancera, secuestrado

A quien se perfila como el próximo titular del GDF le espera un gobierno muy difícil como rehén de las dos tribus más poderosas de la izquierda durante, al menos, sus primeros tres años.

Adriana Amezcua


Se llama René, se apellida Bejarano. Es el propietario del 35 por ciento de las candidaturas de la izquierda en la Ciudad de México.

La corriente que encabeza el más hábil operador de las clientelas capitalinas se convertirá, tras los próximos comicios, en la primera fuerza política al interior de la izquierda capitalina.

De los 30 candidatos que Izquierda Democrática Nacional (IDN) tiene registrados, se prevé 23 tendrán el triunfo asegurado. Es el caso en seis delegaciones políticas –Álvaro Obregón, Azcapotzalco, Cuauhtémoc, Magdalena Contreras, Tlalpan y Xochimilco– y en 17 diputaciones –siete federales y 10 locales.

Así, René Bejarano se convertiría en el virtual ganador del 33 por ciento del pastel llamado Distrito Federal. Y Miguel Ángel Mancera Espinosa pasaría a ser, de facto, su rehén político.

El candidato puntero de la Coalición del Movimiento Progresista, que cuenta con el 57.5 ciento de la intención del voto (según una encuesta reciente de El Universal), tendrá que negociar con el poderoso líder de IDN.

Se estima que, entre otras cosas, Bejarano podría imponer al próximo presidente de la estratégica Comisión de Gobierno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF).

Eso también impactaría en el círculo más íntimo del sucesor de Ebrard. Y es que de no respetar los acuerdos y las cuotas establecidos con las corrientes mayoritarias en el nombramiento de los titulares de su gabinete, Mancera se enfrentaría a un congreso local de oposición que difícilmente le permitirá avanzar en su gestión.

Por eso será fundamental el movimiento de los segundos captores del posible futuro mandatario del Gobierno del Distrito Federal (GDF).

“Los Chuchos” podrían llevarse el segundo trozo más grande de la capital. La Nueva Izquierda (NI) que lidera Jesús Ortega cuenta con 19 candidaturas, de las cuales se prevé gane 16.

Esta corriente obtendría así el 23 por ciento del total de los cargos que se renovarán en julio, contando tres demarcaciones políticas (Coyoacán, Milpa Alta y Venustiano Carranza), así como cinco diputaciones federales y ocho locales.

La paradoja es notable. Si bien Mancera llega arropado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) que, en la capital, está más fuerte que nunca, su gestión podría verse atrapada bajo el fuego amigo de “Chuchos” y “Bejaranos”.

En una encuesta del diario Reforma, publicada en abril pasado, Ebrard obtuvo un 67 por ciento de aprobación, el más alto que el perredista ha obtenido en lo que va de su gestión, así como “el nivel de aprobación más alta que registra un jefe de gobierno en turno, ante un proceso electoral para renovar al titular del gobierno capitalino”.

Este bono inédito explica la fortaleza electoral con la que Mancera llegaría al GDF. Pero lleva implícita “una clara debilidad programática”.

Perredistas consultados off the record para este análisis de Reporte Indigo indican que la falta de comprensión de Ebrard de las dinámicas internas del PRD provocó que, tras seis años de poder, no pudiera reformar y vigorizar al partido en el gobierno.

Por el contrario, indican, éste “se volvió más que nunca botín de sus tribus internas y de los más añejos vicios heredados de la cultura priista”.

Prueba de ello está en la forma como se hizo el reparto de las candidaturas capitalinas. Las cuotas para las tribus más poderosas de la izquierda supuso que en las mismas no se designara, necesariamente, a los candidatos con mayor capacidad o cercanía a la ciudadanía sino a los más leales a sus dirigentes.

En la percepción ciudadana, gran parte de ellos distan de operar conforme al interés común.

“Tan claro es esto, que ninguno de los más importantes compite por cargos de elección directa”, comenta una fuente.

Quizá habrá quien opine que las dos corrientes mayoritarias –IDN y NI– trabajan conforme los principios programáticos de la izquierda o del PRD. Pero es ilustrativo que muchos ciudadanos que se autodefinen de izquierda o incluso perredistas, reprueban los métodos de estos grupos.

Lo anterior quizá supondrá que la izquierda capitalina –referente nacional de las izquierdas– entrará más que nunca en una crisis programática sin que esto signifique, necesariamente, una electoral.

Y además que, quien se vislumbra como el próximo titular del GDF, tendrá que optar por fortalecerse en su secuestro o pactar con alguno de sus captores.

Será la prueba de fuego para Mancera, quien nunca ha hecho política de estas dimensiones.

MESA PARA TRES

Los líderes de las principales corrientes de la izquierda negociaron todas las candidaturas de puesto de elección para el Distrito Federal en una mesa para tres.

Así resumen algunos lo que ahí aconteció:

“Lo pactaron así, por sus intereses. Se volaron la convocatoria generando una expulsión y aplastamiento de todos los referentes.

“Hubo un alineamiento de esas tres fuerzas y un desplazamiento de varios grupos que tenían una presencia importante.

“Hay distritos donde hay candidatos que, honestamente, no les correspondía estar... delegaciones donde entran candidatos a la fuerza... diputados que fueron impuestos y no tienen representación territorial. Los principales responsables son las tres fuerzas.

“Estos tres grupos nos dijeron: ‘esto es lo que les toca, lo toman o lo dejan’. Fue una postura de ‘o cooperas o cuello’. Así fue”.

Todo se replanteó luego de la desaseada elección interna del PRD.

Dado que en la capital la correlación de fuerzas no era favorable para el grupo de Bejarano, se decidió atraer la decisión de todas las candidaturas del DF a la Comisión Política Nacional. Es decir, se desechó que el órgano facultado estatutariamente para hacerlo –el Consejo Estatal– lo hiciera.

Históricamente la corriente de Bejarano y otras más habían defendido que la capital no se volviera temática nacional.

Esta vez ocurrió al revés. Como no les favorecía a ciertos grupos que hubiera elección por consejero, la convocatoria señaló que las candidaturas se decidirían con base en la fuerza territorial y el resultado de una encuesta.

El criterio de la fuerza territorial se basaría en la última elección interna. Dado que habían perdido muchas delegaciones, Bejarano y su bloque operaron que la Comisión Política decidiera en lugar del Consejo Estatal.

“Hicieron a un lado a los órganos locales que tenían la decisión estatutaria y se fueron a la Comisión Política para sacarlo por acuerdo. Esto ya ni siquiera fue por la correlación de fuerzas locales sino por un acuerdo nacional”, dice otra fuente.

Para formalizar tal acuerdo se formó una subcomisión de la Comisión Política. En ella participaron René Bejarano (IDN); Miguel Barbosa, coordinador de Nueva Izquierda; Héctor Serrano, por el grupo de Marcelo Ebrard Casaubón (MEC); Luis Sánchez, de Alianza Democrática Nacional (ADN); Vladimir Aguilar, del Foro Nuevo Sol y Gilberto Ensástiga, de la Red Unidad Nacional de las Izquierdas (RUNI).

Los integrantes de esta subcomisión se vieron una sola vez. A partir de ese encuentro, sólo se volvieron a sentar a la mesa Jesús Ortega y Barbosa, Serrano y Bejarano. Ellos definieron que las candidaturas federales valían 11.2 consejeros; y las locales, 7. Para las delegaciones utilizaron otro criterio: uno que combinaba la fuerza territorial con las encuestas. De este modo, los grupos no afines a los intereses de la mesa de los tres se vieron seriamente afectados.

Tal fue el caso en la Magdalena Contreras; donde al grupo de Eduardo Hernández, que gobierna actualmente, le quitaron la candidatura para entregársela a la corriente de Bejarano.

Si bien es cierto el delegado Hernández hizo la imposible propuesta de que lo sucediera su hermana Emelia en el cargo, la candidatura no se la quitaron por eso. Sino para cederle la codiciada Iztapalapa a Marcelo Ebrard.

Otro ejemplo es lo ocurrido en Xochimilco.

Ahí Izquierda Social (IS) iba con Lourdes Amaya y Faustino Soto, “quienes arrasaron en la interna, por mucho. Hasta el día de hoy son la primer fuerza reconocida en esa demarcación”.

No obstante, a Amaya le arrebataron la candidatura siendo que era la precandidata mejor posicionada en las encuestas en Xochimilco. Esto detonó el famoso zafarrancho de marzo pasado, previo a que la Comisión Política Nacional del PRD autorizara el listado de candidatos a delegados y diputados federales y locales. En un salón del hotel Hilton Alameda consejeros y simpatizantes de IS y de IDN se enfrentaron al punto de terminar aventándose sillas en plena sesión de consejo del PRD-DF. Amaya y Soto reclamaron que ya tenían asegurado encabezar la delegación Xochimilco y que luego les habían cambiado la jugada. Que les dejaban sólo una diputación federal y otra local.

“¡Bejarano, entiende, Xochimilco no se vende!”, gritaron enfurecidos los de Izquierda Social.

Todo fue inútil. De este suceso surgió la mesa parta tres en la cual, luego, se pactó todo. Y en la que René Bejarano les sacó mucho más de lo que tenía.

–¿Por qué cedieron tanto?, se le inquiere a una fuente.

–A Marcelo Ebrard le costó mucho Iztapalapa y el senado de Mario Delgado, responde.

Otro más agrega: “A Marcelo también le facturaron hacerse cargo en gran medida de la candidatura de Alejandra Barrales”.

Las demás fuentes consultadas coinciden con estas respuestas. Y añaden algo más. Que la forma cómo se repartió el grupo de los tres las candidaturas capitalinas dejó una profunda molestia en el resto de las izquierdas.

“Es un mal antecedente y a muchos nos hace reflexionar sobre lo que implica esta forma de decidirse las candidaturas. ¿Fue un esquema democrático? Yo creo que no. Fueron imposiciones –comenta otro entrevistado. Y agrega: es un precedente que “dice mucho de lo que viene en camino”.

LOS AFECTADOS

Cuando aplicaron el cociente de 11.2 para diputaciones federales y 7 para locales, los líderes de IDN, NI y MEC se repartieron prácticamente todo.

“Aplicaron a todos sus consejeros para las delegaciones, se sobrerrepresentaron, y no se cobraron las delegaciones que llevan”, resumen miembros de las corrientes afectadas.

Fue así que a la Izquierda Social (IS) de Martí Batres le dejan dos diputaciones federales y
le arrebatan la delegación Xochi- milco y les quitaron un curul local prometida.

Unidad y Renovación de Armando Quintero (UNYR) también “la reventaron”. Le dejaron nada más la candidatura a jefe de delegación de Iztacalco y una diputación local.

Otro grupo afectado fue el la Red Unidad Nacional de las Izquierdas (RUNI) de Alejandra

Barrales. De acuerdo con el número de consejeros que traía le tocaban tres diputados locales y dos federales. Al final se quedó sólo con una diputación local, la delegación Tláhuac y la costosa candidatura al Senado de Barrales.

De este mismo modo, Nueva Izquierda metió a operadores que no han hecho ningún trabajo político para obtener candidaturas.

“Son cuates que nunca han hecho campaña ni tienen arraigo. Tienen un buen perfil, son buenos cuadros pero no tienen arraigo. Así hizo Nueva Izquierda para sembrar candidaturas, excluyendo a los cuadros de base”.

Esa fue la historia. Se sentaron tres grupos y pactaron. El gran beneficiado fue René Bejarano, quien sacó mucho más de lo que tenía. Se llevó siete candidaturas a delegación cuando, de origen, sólo tenía cuatro.

Al más vil agandalle, “por más que queramos buscarle otra palabra, eso fue”.

LA APUESTA DE MEC

Para muchos está claro que la incapacidad de Marcelo Ebrard Casaubón (MEC) para lograr competir al interior del PRD, con una propuesta distinta a la tradicional, es la responsable de la actual situación.

Sostienen que el titular del GDF decidió competir con Bejarano y Ortega en un terreno en el que ambos lo superaban con creces. Así, en lugar de poner su agenda programática por delante –donde tenía muchas ventajas comparativas– decidió entrar al juego de las tribus.

La mayor evidencia ocurrió en marzo de 2011, en la competencia por la presidencia del PRD.
Ahí Ebrard –consideran– aún estaba a tiempo de rectificar su estrategia. Sobre todo cuando era claro que, más allá del ruido y las descalificaciones que “Chuchos” y “Bejaranos” suelen propinarse, “a la hora del reparto son más que capaces de reconocerse y ponerse de acuerdo”.

El resultado de esa elección lo constató. Jesús Zambrano, el más allegado de Ortega, recibió la presidencia del partido. Dolores Padierna, la más allegada de Bejarano, la secretaría general.

En tanto, la candidatura de Armando Ríos Piter –promovida por Ebrard y respaldada por las corrientes las corrientes Foro Nuevo Sol e Izquierda Renovadora en Movimiento– resultó un fracaso: sólo obtuvo 43 votos.

Hay quien asegura que la candidatura de Ríos fue un movimiento de MEC para no tener que tomar partido entre “Los Chuchos” y AMLO –entonces supuestamente representado por Bejarano. Pero la realidad es que ello también implicó que Ebrard mostrara su magra fuerza al interior del partido.

Lo anterior tuvo lugar en medio de escándalos donde se vinculó a prominentes marcelistas en acusaciones de entregas de dinero y despensas. Tal fue le caso de Jesús Valencia, uno de los principales operadores de Ebrard.

No obstante, MEC no sólo no modificó su estrategia sino que la intensificó. En su momento, los marcelistas se deslindaron de las acusaciones de distribución de despensas y apoyos de compra del voto de militantes.

Sin embargo, la lectura que se hizo por las fracturas que luego sobrevivieron es que, a final de cuentas, “los consejeros tomaron los apoyos y se guardaron su voto para entregárselo a sus respectivos líderes”.

Las traiciones a Ebrard quedaron a la vista. Ahí están los casos de Víctor Hugo Lobo, Carlos Morales y Mauricio Toledo, por mencionar algunos de los más emblemáticos. Los actuales candidatos a diputado local, federal y jefe delegacional, respectivamente, son figuras que crecieron al amparo de Ebrard pero que, llegado el momento, entregaron sus votos y apoyo a Nueva Izquierda.

Ello no deja de ser paradójico pues esa corriente, liderada hasta 2009 en la capital por René Arce, había prácticamente sucumbido tras una constante labor de zapa de MEC. Y fue él mismo quien le devolvió el oxígeno en el trienio actual para luego ser echado de lado por los sobrevivientes.

El resultado de las candidaturas capitalinas, por otra parte, también tiene implicaciones negativas para el actual mandatario capitalino. Sus errores operativos lo han dejado “con más acreedores que deudores”.

Desde antes de declinar su candidatura a la Presidencia de la República, Marcelo Ebrard aseguró, a quien quiso escucharlo, que la izquierda requiere para seguir avanzando en su propuesta gubernamental de un “partido-frente”.

Este proyecto se refiere a reunir todas las expresiones de la izquierda electoral existentes, acercarse a la izquierda ciudadana y constituir un frente único de izquierda para competir en 2018. ¿Quién impulsará ahora ese proyecto?

Muchos coinciden al señalar que varias buenas candidaturas se quedaron en el camino. Se perdieron por no guardar una alineación firme ante las corrientes más poderosas.

Precandidatos cercanos a MEC se quedaron fuera debido a que no es posible conciliar el servir a las dirigencias de las tribus y, a la vez, llevar adelante una agenda ciudadana.

Así, quienes apostaron por Ebrard, observaron cómo éste terminó respaldando a muchos de sus antiguos adversarios. Al punto de que al interior del equipo de campaña de Mancera prácticamente el único aliado consistente que ha quedado hoy en un espacio visible es Alfredo Hernández, a cargo de la operación electoral.

¿QUE LE ESPERA A MANCERA?

Mancera ha insistido que no negociaría ninguno de los espacios de su gabinete con las tribus. Ha dicho, y esto lo reconocen las fuentes consultadas, que no intervino en la definición de las candidaturas para no adquirir deudas.

Pero también precisan que si cree que su no intervención le permitiría llegar sin compromisos, arranca, igual que su futuro antecesor, con poco conocimiento de las dinámicas perredistas.

Después de las elecciones lo lógico será que el actual candidato por la Coalición del Movimiento Progresista acuerde con las dos fuerzas principales. Lo va a tener que hacer, independientemente de si intervino o no en el proceso interno de este año.

Lo más probable es que Mancera tendrá que operar en el mismo sentido, pero ahora con “Los Chuchos”.

Y ello supondrá que deberá poner las salvaguardas necesarias para que éstos no se conviertan en un factor de desestabilización como Bejarano lo fue para Ebrard durante su último trienio. Una cuestión de equilibrios.

Los costos podrán verse, seguramente, luego de los comicios del 1 de julio.

En caso de ganar, y si desea hacer un gobierno histórico, Mancera contará con un bono democrático importante al inicio de su gestión. Con él podrá doblegar a los diputados de las corrientes en temas de inflexión relevantes y llamar a una redignificación de la izquierda electoral en el Distrito Federal.

Si lo hace bien, la ciudadanía lo respaldará aun cuando las tribus, en particular la más poderosa en turno, la bejaranista, haga hasta lo imposible por obstaculizarlo.

Habrá que ver la verdadera vocación de gobernante de Miguel Ángel Mancera Espinosa. Por ahora, todavía no emerge.

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