Los candidatos son iguales

Jorge Diaz

Legal o no, cierto o falso, el golpe a López Obrador ha sido certero. Seguramente la alegría que le dio verse apoyado por la mayoría de los miembros del movimiento #YoSoy132, su repunte en las encuestas y la caída de Vázquez Mota y de Peña Nieto en las mismas, se vio reducida al conocer la noticia sobre el charolazo que cercanos a él pretendieron realizar o realizaron (no lo sabremos a ciencia cierta nunca).

Al sembrarse la duda frente a la opinión pública, su candidatura se abolla. Negando las cosas o machacando que él es honesto e incorruptible sin mostrar evidencias que nos tranquilicen, no lo lleva a ningún lado. Cuando hablo de evidencias, me refiero a demostrar lo que en realidad pasó en esa reunión y no a sus gastos de campaña. ¿Cambio verdadero? Hasta ahora se ve igual a los demás.

También el candidato tricolor ha recibido sendas cachetadas cuando desde quién sabe dónde se preocupan por ofrecerle a los ciudadanos el recordatorio del PRI de siempre: Yarrington, Moreira, la película “Colosio”, sus gastos de campaña, su relación con las televisoras, etc. Al verse sorprendido por las encuestas que antes lo encumbraban como seguro ganador y hoy lo bajan a la realidad de tener que competir en serio para ganar, su recurso es el ataque sucio, convirtiéndose en lo mismo que sus contrincantes.

Los deslindes y explicaciones que ofrece sobre los principales señalamientos en su contra, no son suficientes y la opinión pública ya empieza a ubicar su candidatura en su verdadera dimensión. Ofreciendo respeto a quienes ensucian sus aspiraciones por ser parte del PRI o justificando a quienes desde las estructuras de su partido (o bajo su sombra) han cometido burlas monumentales al pueblo de México (Deschamps, por ejemplo), lo hunden más.

Mientras tanto, la postulación de Vázquez Mota trae un error de origen que no se puede corregir: dos sexenios panistas en el poder. Con sujetos impresentables en su equipo de campaña, un coordinar señalado varias veces por la filtración de conversaciones telefónicas que le restan honorabilidad, miembros de su partido abandonándola y una campaña que no sabe en realidad a qué candidato golpear para hacerse definitivamente de una posición que la ponga en verdadera competencia, entregará malos resultados a los panistas. Al igual que Calderón, no sabe otra cosa que ponerse agresiva y en la misma línea de conducta, saca la puntada de prometer capturar al Chapo Guzmán, promesa que sólo provoca risa.

Sin explicar bien a bien hasta este momento para qué quiso ser candidata y recordándonos que cada vez que asegura ser diferente -que es igual- sus posibilidades son nulas.

Sé que es obvio decirlo, pero también es triste y necesario recordarlo, la evidencia indica que no hay diferencia entre ellos.

No obstante, en el desilusionador accionar de los candidatos y todas las cosas que han salido a la luz, más las que estarán por salir, se nos está haciendo un gran favor a los mexicanos: Podemos verlos en su dimensión exacta, podemos confirmar que la clase política es lo mismo pero con distintos colores (aunque para ello tienen la virtud camaleónica de cambiar cuando les conviene) y; por tanto, podemos desde ahora afinar muy bien la puntería de lo que serán nuestros justos reclamos y vigilancia al que llegue a ser presidente.

Las cosas ya no pueden cambiar hoy y de aquí al primero de Julio nos tenemos que ajustar a las reglas del juego que han impuesto, pero iniciado el mandato del futuro presidente (el que sea), habremos de concentrar todos los esfuerzos para que de una vez por todas, los podamos sacar de su área de confort y privilegios, para que las reglas del juego sean ahora más democráticas y justas, que la rendición de cuentas y sus debidas consecuencias sea lo que rija sus actuaciones al frente del gobierno y que el castigo electoral se convierta en su mayor preocupación y se refleje en mejores y más eficaces gobiernos. Hasta entonces podrán presumir que no son iguales.

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