Napoleón Gómez Urrutia
Hace 12 años, en el 2000, cuando llegó el PAN al poder, todos los mexicanos se preguntaron si para el futuro de México habían tomado la decisión correcta en esa elección, después de haber pasado por una etapa de ineficiencia y arrogancia de los últimos periodos del PRI en el gobierno.
A esos 12 años de distancia, hoy es evidente el gran error que se cometió al elegir a un partido conservador, reaccionario, de incompetentes, mediocres y corruptos sin sensibilidad social, legal o moral.
En este momento México atraviesa por una de las peores etapas en su historia. Corrupción generalizada, abandono de los problemas y necesidades de la población, creciente desempleo abierto y disfrazado de más de 14 millones de personas y una guerra absurda contra el crimen organizado, sin estrategia, visión, alternativas y condenada al fracaso, que ha costado al país más de 150 mil muertos y desaparecidos.
En la actualidad es más claro que nunca que Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y sus cómplices y colaboradores nunca tuvieron la estrategia adecuada ni el interés nacionalista de poner a México y a los mexicanos como su prioridad.
Para ellos se trató solamente de entregar las riquezas naturales del país sin limitaciones, pues hoy más del 25 por ciento del territorio nacional está concesionado a empresas mineras y de la industria extractiva que acaparan y especulan con la propiedad de la tierra para su interés particular. El entreguismo servil hacia la clase empresarial nacional y extranjera y la pérdida de la soberanía no significan nada para esos gobernantes. Es más, creen y están convencidos de que han hecho las cosas bien. No tienen vergüenza, pero tampoco les importa, y tratan de convencer a la población utilizando los medios de comunicación para contaminar la mente de los mexicanos.
El cinismo que prevalece en el gobierno no les permite ver que el origen y el centro de los males de estos 12 años son ellos mismos, su ambición personal desmedida, su carencia de principios y valores pero, más importante aún, la violación constante del estado de derecho y la perversión en la aplicación de la justicia para su beneficio y de los que actúan en complicidad con ellos, empresarios, intelectuales orgánicos, medios de comunicación sin ética, políticos sin escrúpulos y toda la flora y fauna de la corrupción. Como consecuencia, hoy vemos la destrucción del sistema y de la nación, así como la negación de un futuro de esperanza, justicia, dignidad y felicidad para las nuevas generaciones que ya están aquí y seguirán llegando.
Pero hoy, miles o millones de estudiantes y de jóvenes preparados y conscientes, que han despertado y están desilusionados con la situación actual, han denunciado estos abusos acumulados históricamente y han coincidido en la expresión de su inconformidad con los sindicatos y trabajadores libres que llevamos muchos años en la lucha por la democracia demandando que no siga la impunidad hacia esas serias y profundas violaciones que han cometido los gobiernos en 30 años.
Este nuevo movimiento de los jóvenes en la sociedad debe fortalecerse cada día más, exigiendo un cambio radical del modelo económico y social de explotación de la población y de los recursos naturales.
Seguramente cuentan con la solidaridad incondicional de la mayoría de intelectuales y periodistas democráticos independientes y dignos, de la clase trabajadora del campo, de la industria y de los servicios, de políticos y empresarios honestos en México y en el exterior, pero por ningún motivo deben perder el impulso, el entusiasmo, el verdadero deseo de cambio y de transformación hacia una sociedad más justa, segura, libre y democrática.
Ellos y nosotros, todos, somos los nuevos actores y agentes del cambio. No perdamos el impulso ni la oportunidad para que dentro de seis años, si llegamos en paz, no nos arrepintamos una vez más de no haber elegido correctamente al gobierno que necesitamos. Que no se repita la frase negativa y despectiva de que el pueblo tiene el gobierno que se merece; es un insulto a la inteligencia y a la integridad moral y humana de los mexicanos.
Los jóvenes irrumpieron en la escena pública cuando desde las posiciones de los partidos políticos en el poder y de sus aliados se hacían cálculos ligeros de que el proceso electoral era sólo un paseo en el cual estaba asegurado el supuesto triunfo anunciado para ellos. Con su participación entusiasta, advierten que no es así, pues los estudiantes muestran una solidez moral y de valores que hace muchos años no se veía, lo cual debe constituir un elemento de estímulo fundamental para todas las fuerzas sociales y políticas, y para los miembros de la sociedad que ansían un cambio de fondo.
Escuchar con atención y seriedad el llamado de los jóvenes es, en este momento, una prioridad del país entero, para obtener los resultados que plantea la alternativa que propone este sector muy sensible de la sociedad mexicana, que no desea más derramamientos de sangre, ni violaciones al estado de derecho, ni atropellos contra su propio futuro y el de todos los mexicanos.
Hace 12 años, en el 2000, cuando llegó el PAN al poder, todos los mexicanos se preguntaron si para el futuro de México habían tomado la decisión correcta en esa elección, después de haber pasado por una etapa de ineficiencia y arrogancia de los últimos periodos del PRI en el gobierno.
A esos 12 años de distancia, hoy es evidente el gran error que se cometió al elegir a un partido conservador, reaccionario, de incompetentes, mediocres y corruptos sin sensibilidad social, legal o moral.
En este momento México atraviesa por una de las peores etapas en su historia. Corrupción generalizada, abandono de los problemas y necesidades de la población, creciente desempleo abierto y disfrazado de más de 14 millones de personas y una guerra absurda contra el crimen organizado, sin estrategia, visión, alternativas y condenada al fracaso, que ha costado al país más de 150 mil muertos y desaparecidos.
En la actualidad es más claro que nunca que Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y sus cómplices y colaboradores nunca tuvieron la estrategia adecuada ni el interés nacionalista de poner a México y a los mexicanos como su prioridad.
Para ellos se trató solamente de entregar las riquezas naturales del país sin limitaciones, pues hoy más del 25 por ciento del territorio nacional está concesionado a empresas mineras y de la industria extractiva que acaparan y especulan con la propiedad de la tierra para su interés particular. El entreguismo servil hacia la clase empresarial nacional y extranjera y la pérdida de la soberanía no significan nada para esos gobernantes. Es más, creen y están convencidos de que han hecho las cosas bien. No tienen vergüenza, pero tampoco les importa, y tratan de convencer a la población utilizando los medios de comunicación para contaminar la mente de los mexicanos.
El cinismo que prevalece en el gobierno no les permite ver que el origen y el centro de los males de estos 12 años son ellos mismos, su ambición personal desmedida, su carencia de principios y valores pero, más importante aún, la violación constante del estado de derecho y la perversión en la aplicación de la justicia para su beneficio y de los que actúan en complicidad con ellos, empresarios, intelectuales orgánicos, medios de comunicación sin ética, políticos sin escrúpulos y toda la flora y fauna de la corrupción. Como consecuencia, hoy vemos la destrucción del sistema y de la nación, así como la negación de un futuro de esperanza, justicia, dignidad y felicidad para las nuevas generaciones que ya están aquí y seguirán llegando.
Pero hoy, miles o millones de estudiantes y de jóvenes preparados y conscientes, que han despertado y están desilusionados con la situación actual, han denunciado estos abusos acumulados históricamente y han coincidido en la expresión de su inconformidad con los sindicatos y trabajadores libres que llevamos muchos años en la lucha por la democracia demandando que no siga la impunidad hacia esas serias y profundas violaciones que han cometido los gobiernos en 30 años.
Este nuevo movimiento de los jóvenes en la sociedad debe fortalecerse cada día más, exigiendo un cambio radical del modelo económico y social de explotación de la población y de los recursos naturales.
Seguramente cuentan con la solidaridad incondicional de la mayoría de intelectuales y periodistas democráticos independientes y dignos, de la clase trabajadora del campo, de la industria y de los servicios, de políticos y empresarios honestos en México y en el exterior, pero por ningún motivo deben perder el impulso, el entusiasmo, el verdadero deseo de cambio y de transformación hacia una sociedad más justa, segura, libre y democrática.
Ellos y nosotros, todos, somos los nuevos actores y agentes del cambio. No perdamos el impulso ni la oportunidad para que dentro de seis años, si llegamos en paz, no nos arrepintamos una vez más de no haber elegido correctamente al gobierno que necesitamos. Que no se repita la frase negativa y despectiva de que el pueblo tiene el gobierno que se merece; es un insulto a la inteligencia y a la integridad moral y humana de los mexicanos.
Los jóvenes irrumpieron en la escena pública cuando desde las posiciones de los partidos políticos en el poder y de sus aliados se hacían cálculos ligeros de que el proceso electoral era sólo un paseo en el cual estaba asegurado el supuesto triunfo anunciado para ellos. Con su participación entusiasta, advierten que no es así, pues los estudiantes muestran una solidez moral y de valores que hace muchos años no se veía, lo cual debe constituir un elemento de estímulo fundamental para todas las fuerzas sociales y políticas, y para los miembros de la sociedad que ansían un cambio de fondo.
Escuchar con atención y seriedad el llamado de los jóvenes es, en este momento, una prioridad del país entero, para obtener los resultados que plantea la alternativa que propone este sector muy sensible de la sociedad mexicana, que no desea más derramamientos de sangre, ni violaciones al estado de derecho, ni atropellos contra su propio futuro y el de todos los mexicanos.
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