Debate sin derroche
La congruencia de #YoSoy132
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
Buena parte de la juventud de México cuestionó, en el tercer debate entre los candidatos a la Presidencia de la República, menos al priísta Peña Nieto, algo más que a los comparecientes: puso en tela de juicio el trabajo del Instituto Federal Electoral y los mecanismos que la democracia puso a su disposición.
Para empezar, encontraron en la geografía local, es decir, en un organismo del Distrito Federal, el ámbito de libertad que exigía su ejercicio. Además hallaron, en congruencia con sus manifestaciones públicas, que más allá de la televisión privada existen las formas de comunicación imparciales para hablar con el resto de los habitantes del país.
Y por si fuera poco, mostraron que no se requiere gastar millones y millones de pesos del dinero de este empobrecido México para enfrentar los proyectos de gobierno de quienes pretenden el voto mayoritario de los ciudadanos, y señalaron con su actuar, que es posible hacer de los debates una práctica mucho menos acartonada, mucho menos timorata, y sobre todo menos manoseada por los intereses de quienes pagan las encuestas.
El caso es que se tambaleó el principal teatro de la democracia. Hay quienes pretenden culparlos por las fallas técnicas de la transmisión, que no se igualó a las marcas de calidad de las telenovelas o de los partidos de futbol, pero nadie puede negar que ellos dieron muestra bastante de organización, de interés por descubrir los horizontes políticos de los candidatos, y establecieron que desde una organización independiente y política, pero no partidista, se pueden alcanzar altos grados de democracia.
Todo eso causó miedo a Enrique Peña Nieto. Todo eso construyó la barrera que el candidato del PRI no pudo saltar. En las redes sociales se calificó con adjetivos más que duros al mexiquense, y se cuestionaba todo el andamiaje de los encuestadores: “Mañana (el miércoles) consulta Mito-fsky dirá que Peña Nieto –que se negó a asistir– arrasó”, tuiteaban y retuiteaban los habitantes de las redes.
Total, el ejercicio fue un éxito. Habrá quien diga que no tanto, porque no hubo una transmisión televisiva nacional que diera cuenta del asunto, debido a fallas técnicas que presentó la empresa del ciberespacio que llevaría momento a momento la sesión, pero eso no impidió que tanto en Facebook y en Twitter la gente participara en sorprendentes cantidades, si tomamos en cuenta que el debate se vio interrumpido en muchas ocasiones por las llamadas fallas técnicas.
No hay vuelta atrás. Los jóvenes, que ven amenazado su futuro inmediato por la posibilidad de que el gobierno que les ha obligado a salir a las calles y a cuestionar todo el aparato político del poder continúe con las mismas siglas o con otras, pero de la misma inspiración, han logrado dar una lección de tal profundidad que aún no se mide, pero que sin duda amenaza con impedir que el mañana los siga aplastando. Eso lo tienen más que claro y actúan en consecuencia.
De pasadita
La candidata presidencial panista Josefina Vázquez lanzó sin haberlo consultado los nombres de quienes podrían estar en su gabinete. Fue un acto irreflexivo, otra ocurrencia de la aspirante azul, que ha tenido consecuencias graves para ella. Hasta donde sabemos, Mario Molina, quien no se encuentra en México, rechazó la imposición, no sólo por lo que significa el signo que representa Vázquez Mota, sino porque ya colabora con el candidato a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera. Por si fuera poco, Esther Orozco, quien funge como rectora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, se horrorizó al escuchar su nombre en boca de la panista –dicen sus más cercanos– y se negó a colaborar con Vázquez Mota. ¿Cómo estarán las cosas que hasta ese dechado de autoritarismo que es la señora Orozco le huye a esa derecha?
La congruencia de #YoSoy132
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
Buena parte de la juventud de México cuestionó, en el tercer debate entre los candidatos a la Presidencia de la República, menos al priísta Peña Nieto, algo más que a los comparecientes: puso en tela de juicio el trabajo del Instituto Federal Electoral y los mecanismos que la democracia puso a su disposición.
Para empezar, encontraron en la geografía local, es decir, en un organismo del Distrito Federal, el ámbito de libertad que exigía su ejercicio. Además hallaron, en congruencia con sus manifestaciones públicas, que más allá de la televisión privada existen las formas de comunicación imparciales para hablar con el resto de los habitantes del país.
Y por si fuera poco, mostraron que no se requiere gastar millones y millones de pesos del dinero de este empobrecido México para enfrentar los proyectos de gobierno de quienes pretenden el voto mayoritario de los ciudadanos, y señalaron con su actuar, que es posible hacer de los debates una práctica mucho menos acartonada, mucho menos timorata, y sobre todo menos manoseada por los intereses de quienes pagan las encuestas.
El caso es que se tambaleó el principal teatro de la democracia. Hay quienes pretenden culparlos por las fallas técnicas de la transmisión, que no se igualó a las marcas de calidad de las telenovelas o de los partidos de futbol, pero nadie puede negar que ellos dieron muestra bastante de organización, de interés por descubrir los horizontes políticos de los candidatos, y establecieron que desde una organización independiente y política, pero no partidista, se pueden alcanzar altos grados de democracia.
Todo eso causó miedo a Enrique Peña Nieto. Todo eso construyó la barrera que el candidato del PRI no pudo saltar. En las redes sociales se calificó con adjetivos más que duros al mexiquense, y se cuestionaba todo el andamiaje de los encuestadores: “Mañana (el miércoles) consulta Mito-fsky dirá que Peña Nieto –que se negó a asistir– arrasó”, tuiteaban y retuiteaban los habitantes de las redes.
Total, el ejercicio fue un éxito. Habrá quien diga que no tanto, porque no hubo una transmisión televisiva nacional que diera cuenta del asunto, debido a fallas técnicas que presentó la empresa del ciberespacio que llevaría momento a momento la sesión, pero eso no impidió que tanto en Facebook y en Twitter la gente participara en sorprendentes cantidades, si tomamos en cuenta que el debate se vio interrumpido en muchas ocasiones por las llamadas fallas técnicas.
No hay vuelta atrás. Los jóvenes, que ven amenazado su futuro inmediato por la posibilidad de que el gobierno que les ha obligado a salir a las calles y a cuestionar todo el aparato político del poder continúe con las mismas siglas o con otras, pero de la misma inspiración, han logrado dar una lección de tal profundidad que aún no se mide, pero que sin duda amenaza con impedir que el mañana los siga aplastando. Eso lo tienen más que claro y actúan en consecuencia.
De pasadita
La candidata presidencial panista Josefina Vázquez lanzó sin haberlo consultado los nombres de quienes podrían estar en su gabinete. Fue un acto irreflexivo, otra ocurrencia de la aspirante azul, que ha tenido consecuencias graves para ella. Hasta donde sabemos, Mario Molina, quien no se encuentra en México, rechazó la imposición, no sólo por lo que significa el signo que representa Vázquez Mota, sino porque ya colabora con el candidato a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera. Por si fuera poco, Esther Orozco, quien funge como rectora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, se horrorizó al escuchar su nombre en boca de la panista –dicen sus más cercanos– y se negó a colaborar con Vázquez Mota. ¿Cómo estarán las cosas que hasta ese dechado de autoritarismo que es la señora Orozco le huye a esa derecha?
Comentarios