Samuel García
El pasado miércoles 6 de junio los gobiernos de Chile, Perú, Colombia y México suscribieron la llamada Alianza del Pacífico, un acuerdo que busca acelerar la integración entre estos países que tienen las economías más abiertas de la región y que planta cara al creciente proteccionismo que ha resurgido en América Latina encabezados por Brasil y Argentina.
La Alianza surge sumida en la incredulidad. Y no es para menos. La historia económica reciente de América Latina es una cronología de fracasos en los diversos intentos de integración regional. El Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA) y la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) creados en 1975 y 1980, respectivamente, y que abarca prácticamente a todos los países de la región; son letra muerta en términos de resultados concretos para integrar el mercado regional. Mientras que la Unión de Naciones Suramericanas, creada en 2004 para alcanzar una integración similar a la europea, se resquebrajó desde su inicio por las fuertes diferencias ideológicas y económicas de sus miembros. En los últimos años los bloques comerciales de Mercosur (1991) formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, así como la antigua Comunidad Andina (1961) a la que pertenecen Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, han corrido la misma suerte y su importancia ha decaído notablemente ante la puesta en marcha, por parte de algunos de sus miembros, de políticas proteccionistas contrarias al espíritu de los bloques.
En medio de este catálogo de fracasos regionales la Alianza del Pacífico tendrá que remar en contra de la incredulidad y acelerar sus pasos, más allá de las buenas intenciones iniciales de crear un mercado abierto para el comercio, las inversiones y el tránsito de las personas.
Para México la Alianza del Pacífico es una apuesta conveniente y necesaria por varias razones:
1. Porque la diversificación de mercados para el comercio exterior es un imperativo para reducir la vulnerabilidad de las exportaciones, cuestión que se ha evidenciado con la reciente crisis hipotecaria estadounidense que estalló en 2008 y que sumió a nuestro principal cliente en una ya prolongada desaceleración económica.
2. Porque el dinamismo de la última década observado en los mercados internos de Colombia, Perú y Chile los convierten en mercados muy atractivos para el sector manufacturero mexicano, nuestro principal motor de exportaciones. En el primer trimestre de este año México exportó casi 2,300 millones de dólares a estos tres países a una tasa de crecimiento anual superior al 20%. Una tasa nada despreciable.
3. Porque las inversiones directas de empresas mexicanas en estos tres países ha crecido de forma importante en los últimos años y se avizoran nuevos caudales de inversión mexicana en sectores como infraestructura, manufactura, telecomunicaciones y comercio, por lo que, adicionalmente a los tratados de libre comercio firmados con estos países, la conformación de un ‘club’ uniforma las reglas de origen facilitando la exportación de capitales.
4. Pero también porque se abren mayores accesos a los dinámicos mercados del sudeste asiático y de China, a los que México ha desdeñado hasta ahora.
El cambio de gobierno en México y el liderazgo del nuevo gobierno sobre los próximos pasos de la Alianza es la pregunta a responder. Con todo mi escepticismo, creo que la Alianza del Pacífico es una oportunidad que no debe desperdiciarse.
El pasado miércoles 6 de junio los gobiernos de Chile, Perú, Colombia y México suscribieron la llamada Alianza del Pacífico, un acuerdo que busca acelerar la integración entre estos países que tienen las economías más abiertas de la región y que planta cara al creciente proteccionismo que ha resurgido en América Latina encabezados por Brasil y Argentina.
La Alianza surge sumida en la incredulidad. Y no es para menos. La historia económica reciente de América Latina es una cronología de fracasos en los diversos intentos de integración regional. El Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA) y la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) creados en 1975 y 1980, respectivamente, y que abarca prácticamente a todos los países de la región; son letra muerta en términos de resultados concretos para integrar el mercado regional. Mientras que la Unión de Naciones Suramericanas, creada en 2004 para alcanzar una integración similar a la europea, se resquebrajó desde su inicio por las fuertes diferencias ideológicas y económicas de sus miembros. En los últimos años los bloques comerciales de Mercosur (1991) formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, así como la antigua Comunidad Andina (1961) a la que pertenecen Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, han corrido la misma suerte y su importancia ha decaído notablemente ante la puesta en marcha, por parte de algunos de sus miembros, de políticas proteccionistas contrarias al espíritu de los bloques.
En medio de este catálogo de fracasos regionales la Alianza del Pacífico tendrá que remar en contra de la incredulidad y acelerar sus pasos, más allá de las buenas intenciones iniciales de crear un mercado abierto para el comercio, las inversiones y el tránsito de las personas.
Para México la Alianza del Pacífico es una apuesta conveniente y necesaria por varias razones:
1. Porque la diversificación de mercados para el comercio exterior es un imperativo para reducir la vulnerabilidad de las exportaciones, cuestión que se ha evidenciado con la reciente crisis hipotecaria estadounidense que estalló en 2008 y que sumió a nuestro principal cliente en una ya prolongada desaceleración económica.
2. Porque el dinamismo de la última década observado en los mercados internos de Colombia, Perú y Chile los convierten en mercados muy atractivos para el sector manufacturero mexicano, nuestro principal motor de exportaciones. En el primer trimestre de este año México exportó casi 2,300 millones de dólares a estos tres países a una tasa de crecimiento anual superior al 20%. Una tasa nada despreciable.
3. Porque las inversiones directas de empresas mexicanas en estos tres países ha crecido de forma importante en los últimos años y se avizoran nuevos caudales de inversión mexicana en sectores como infraestructura, manufactura, telecomunicaciones y comercio, por lo que, adicionalmente a los tratados de libre comercio firmados con estos países, la conformación de un ‘club’ uniforma las reglas de origen facilitando la exportación de capitales.
4. Pero también porque se abren mayores accesos a los dinámicos mercados del sudeste asiático y de China, a los que México ha desdeñado hasta ahora.
El cambio de gobierno en México y el liderazgo del nuevo gobierno sobre los próximos pasos de la Alianza es la pregunta a responder. Con todo mi escepticismo, creo que la Alianza del Pacífico es una oportunidad que no debe desperdiciarse.
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