Empatar y superar
Antecedentes Gallup
Valdés, ¿burlón y parcial?
Julio Hernández López / Astillero
En marzo pasado había una notable preocupación entre algunos de los más encumbrados promotores de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador porque no estaban seguros de que hubiera probabilidades de éxito. A mediados de febrero, el tabasqueño había dicho que si en esta segunda oportunidad no ganaba se iría a La Chingada (que luego se supo que era una finca familiar) y las encuestas nacionales de opinión insistían en reportar una aplastante tendencia en favor de Enrique Peña Nieto.
Entonces fue que a alguno de los promotores ejecutivos de la reconducción de la campaña del perredista (la amorosidad, la reconciliación con los empresarios, el adiós al uso del concepto de la mafia del poder, la oferta a los de arriba de una especie de borrón y cuenta nueva, la apertura de un diario nacional usualmente cargado a la derecha) se le ocurrió la posibilidad de consultar a especialistas en encuestas, pero extranjeros. Saltó el nombre clave, casi en busca de exorcismo: Gallup Internacional.
Días después, alguien identificado como ex líder de práctica de Gallup hizo una presentación de la que se tomaron las siguientes notas (que una fuente absolutamente confiable hizo llegar a esta columna el pasado 24 de mayo, aunque sus consecuencias prácticas ya habían sido difundidas aquí mismo desde el 16 de abril): “Su metodología se basa en la experiencia de empresas multinacionales para tratar adecuadamente a los consumidores. Según esto, los que estarían dispuestos a volver a consumir no concordaban con las ventas realizadas. A partir de ahí, se desarrolló el método para conocer más de los clientes que estarían dispuestos en el momento de la encuesta pero que no prefirieron esas marcas al momento de la compra.
“En la elección de 2012 se presentarán los errores más grandes y garrafales de medición por los encuestadores por ignorar un segmento creciente de electores volátiles (los que varían entre preferir a un candidato o a otro). En sus propias palabras, si los encuestadores mexicanos trabajaran para Gallup, ‘ya los habrían corrido’. Estos errores ya han estado presentes en varias elecciones regionales por no saber cómo tratar a un alto porcentaje de volátiles”.
Según esas mismas notas: “Los candidatos tienen tres tipos de electores enfrente: los leales, los volátiles, los anti y los abstencionistas (estos siempre se van a abstener). La estrategia para ganar es: enorgullecer a los leales, cultivar a los volátiles e impedir que los anti se vayan en favor del contrincante. Para ello debe polarizar; hay varios tipos de polarización:
“La polarización ritual ‘es el candidato de mi partido’ (fuertes el PRI y el PAN); la protagónica ‘es el que mejor me cae’ (fuertes los tres partidos); la sustantiva ‘es quien tiene las mejores propuestas’ (PRI y AMLO); la transitoria ‘representa el cambio’ (sólo AMLO); la utilitaria ‘es quien me apoya con beneficios concretos’ (PRI y AMLO) y la mediática ‘responde mejor a los retos actuales’ (los tres son fuertes). La suma de positivos en estos tipos de polarización es 5 para el PRI, 5 para AMLO, 3 para el PAN”.
Para motivar a los volátiles (muchos hoy se sienten al borde del abismo: ya no tienen nada que perder) se propusieron ocho líneas para el discurso de AMLO. Una de ellas: apoya a los jóvenes. Y lo concluido en aquella presentación fue: AMLO tiene el reconocimiento suficiente para atender la mayoría de estas demandas, pero también lo tiene el PRI, desde el punto de vista de los volátiles, según se desprende de sus grupos de enfoque.
A partir de allí, y con posteriores trabajos de una casa encuestadora de reconocida fama internacional, se llegó a la convicción de que se podía recorrer y superar una ruta de empate técnico entre el candidato de las izquierdas y el puntero Enrique Peña Nieto, como se escribió en el Astillero del 16 de abril pasado (bit.ly/HC33nB). Lo que hoy se vive, la confirmación de esa ruta de empate técnico y la viabilidad de que el caballo que alcanza acabe ganando, provienen de aquella recurrencia a los servicios de gurús internacionales en demoscopía y de un estudio cuya difusión, como se decía en la entrega astillera antes mencionada, estaba sujeta a relojes tácticos que por lo visto siguen considerando mejor el silencio. Tres ejes claros: viabilidad del empate técnico con AMLO (algo que en aquellas fechas parecía muy difícil), cambio de discurso para subrayar el cambio verdadero y dejar a un lado la República Amorosa, y la convicción de que las encuestadoras nacionales podrían quedar en terrible ridículo este 1 de julio.
En otra pista del mismo espectáculo, el consejero presidente del Instituto Federal Electoral, quien debe ser garante de imparcialidad en el difícil proceso en curso, ha hecho sentir en Twitter que considera a uno de los contendientes como gurú.
Apenas iniciando la madrugada del miércoles, la tuitera @Patipalabras, cuyo avatar es un emblema de #YoSoy132, hablaba de boletas electorales clonadas y sobrantes en diversos estados de la República, así que escribió: “Propongo una quiniela para ver en qué estado aparece la próxima pendejada de @leonardovaldesz”. Entre otros tuiteros, @JoeMcLemon se sumó al juego en serio y propuso Guanajuato¡¡. Fue entonces que apareció @leonardovaldesz para responder: “@JoeMcLemon Cuánto a que la pierdes, con todo respeto; como dice tu gurú”. Luego, el consejero presidente del IFE se esmeraría en precisar que no se había referido a ningún candidato presidencial, pero muchos tuiteros consideraron que se había burlado de Andrés Manuel López Obrador y que estaba demostrando su animadversión, parcialidad y burla hacia el aspirante izquierdista.
Y, mientras siguen las denuncias de boletas electorales clonadas y sobrantes, continúan en pantalla los anuncios de guerra sucia, se multiplican las denuncias de mala capacitación y organización de funcionarios de casilla, revolotea el fantasma del voto rural, gobernadores financian y brigadas de profesores actúan ya abiertamente, ¡hasta mañana!
Antecedentes Gallup
Valdés, ¿burlón y parcial?
Julio Hernández López / Astillero
En marzo pasado había una notable preocupación entre algunos de los más encumbrados promotores de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador porque no estaban seguros de que hubiera probabilidades de éxito. A mediados de febrero, el tabasqueño había dicho que si en esta segunda oportunidad no ganaba se iría a La Chingada (que luego se supo que era una finca familiar) y las encuestas nacionales de opinión insistían en reportar una aplastante tendencia en favor de Enrique Peña Nieto.
Entonces fue que a alguno de los promotores ejecutivos de la reconducción de la campaña del perredista (la amorosidad, la reconciliación con los empresarios, el adiós al uso del concepto de la mafia del poder, la oferta a los de arriba de una especie de borrón y cuenta nueva, la apertura de un diario nacional usualmente cargado a la derecha) se le ocurrió la posibilidad de consultar a especialistas en encuestas, pero extranjeros. Saltó el nombre clave, casi en busca de exorcismo: Gallup Internacional.
Días después, alguien identificado como ex líder de práctica de Gallup hizo una presentación de la que se tomaron las siguientes notas (que una fuente absolutamente confiable hizo llegar a esta columna el pasado 24 de mayo, aunque sus consecuencias prácticas ya habían sido difundidas aquí mismo desde el 16 de abril): “Su metodología se basa en la experiencia de empresas multinacionales para tratar adecuadamente a los consumidores. Según esto, los que estarían dispuestos a volver a consumir no concordaban con las ventas realizadas. A partir de ahí, se desarrolló el método para conocer más de los clientes que estarían dispuestos en el momento de la encuesta pero que no prefirieron esas marcas al momento de la compra.
“En la elección de 2012 se presentarán los errores más grandes y garrafales de medición por los encuestadores por ignorar un segmento creciente de electores volátiles (los que varían entre preferir a un candidato o a otro). En sus propias palabras, si los encuestadores mexicanos trabajaran para Gallup, ‘ya los habrían corrido’. Estos errores ya han estado presentes en varias elecciones regionales por no saber cómo tratar a un alto porcentaje de volátiles”.
Según esas mismas notas: “Los candidatos tienen tres tipos de electores enfrente: los leales, los volátiles, los anti y los abstencionistas (estos siempre se van a abstener). La estrategia para ganar es: enorgullecer a los leales, cultivar a los volátiles e impedir que los anti se vayan en favor del contrincante. Para ello debe polarizar; hay varios tipos de polarización:
“La polarización ritual ‘es el candidato de mi partido’ (fuertes el PRI y el PAN); la protagónica ‘es el que mejor me cae’ (fuertes los tres partidos); la sustantiva ‘es quien tiene las mejores propuestas’ (PRI y AMLO); la transitoria ‘representa el cambio’ (sólo AMLO); la utilitaria ‘es quien me apoya con beneficios concretos’ (PRI y AMLO) y la mediática ‘responde mejor a los retos actuales’ (los tres son fuertes). La suma de positivos en estos tipos de polarización es 5 para el PRI, 5 para AMLO, 3 para el PAN”.
Para motivar a los volátiles (muchos hoy se sienten al borde del abismo: ya no tienen nada que perder) se propusieron ocho líneas para el discurso de AMLO. Una de ellas: apoya a los jóvenes. Y lo concluido en aquella presentación fue: AMLO tiene el reconocimiento suficiente para atender la mayoría de estas demandas, pero también lo tiene el PRI, desde el punto de vista de los volátiles, según se desprende de sus grupos de enfoque.
A partir de allí, y con posteriores trabajos de una casa encuestadora de reconocida fama internacional, se llegó a la convicción de que se podía recorrer y superar una ruta de empate técnico entre el candidato de las izquierdas y el puntero Enrique Peña Nieto, como se escribió en el Astillero del 16 de abril pasado (bit.ly/HC33nB). Lo que hoy se vive, la confirmación de esa ruta de empate técnico y la viabilidad de que el caballo que alcanza acabe ganando, provienen de aquella recurrencia a los servicios de gurús internacionales en demoscopía y de un estudio cuya difusión, como se decía en la entrega astillera antes mencionada, estaba sujeta a relojes tácticos que por lo visto siguen considerando mejor el silencio. Tres ejes claros: viabilidad del empate técnico con AMLO (algo que en aquellas fechas parecía muy difícil), cambio de discurso para subrayar el cambio verdadero y dejar a un lado la República Amorosa, y la convicción de que las encuestadoras nacionales podrían quedar en terrible ridículo este 1 de julio.
En otra pista del mismo espectáculo, el consejero presidente del Instituto Federal Electoral, quien debe ser garante de imparcialidad en el difícil proceso en curso, ha hecho sentir en Twitter que considera a uno de los contendientes como gurú.
Apenas iniciando la madrugada del miércoles, la tuitera @Patipalabras, cuyo avatar es un emblema de #YoSoy132, hablaba de boletas electorales clonadas y sobrantes en diversos estados de la República, así que escribió: “Propongo una quiniela para ver en qué estado aparece la próxima pendejada de @leonardovaldesz”. Entre otros tuiteros, @JoeMcLemon se sumó al juego en serio y propuso Guanajuato¡¡. Fue entonces que apareció @leonardovaldesz para responder: “@JoeMcLemon Cuánto a que la pierdes, con todo respeto; como dice tu gurú”. Luego, el consejero presidente del IFE se esmeraría en precisar que no se había referido a ningún candidato presidencial, pero muchos tuiteros consideraron que se había burlado de Andrés Manuel López Obrador y que estaba demostrando su animadversión, parcialidad y burla hacia el aspirante izquierdista.
Y, mientras siguen las denuncias de boletas electorales clonadas y sobrantes, continúan en pantalla los anuncios de guerra sucia, se multiplican las denuncias de mala capacitación y organización de funcionarios de casilla, revolotea el fantasma del voto rural, gobernadores financian y brigadas de profesores actúan ya abiertamente, ¡hasta mañana!
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