Guerra sucia al #YoSoy132

Jenaro Villamil

Manuel Cossío Ramos graba sin su permiso unas conversaciones con Saúl Alvídrez, joven de 23 años, estudiante del Tec de Monterrey. Selecciona las partes que le interesan. Descontextualiza la conversación para lograr el objetivo: a través del testimonio de uno de los muchos integrantes del movimiento #YoSoy132, demostrar que los jóvenes que se han movilizado en las últimas semanas son “manipulados” por personajes del perredismo, vinculados a su candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador.

Alvídrez presume, quiere apantallar a su interlocutor. Es una conversación típica de quien desea demostrar su involucramiento y un protagonismo singular en el movimiento que ha generado un interés genuino en la sociedad mexicana. Alvídrez no sospecha que lo están grabando. Mucho menos que habla con un presunto delator.

Cossío Ramos tiene el control y el diseño de la página www.YoSoy132.mx, previamente desautorizada por los representantes de las otras universidades integrantes de la coordinadora del movimiento. Eso no importa. Él graba un video para justificar su acción. Es claramente la lectura de un guión o de un teleprompter. ¿Quién se lo dictó? ¿Él lo redactó? No lo sabemos.

El testimonio de Cossío pretende justificar la grabación y la divulgación de una conversación privada. Cita, sin leerlo, el párrafo 12 del artículo 16 constitucional. Dice que ha sufrido “una gran decepción” al darse cuenta que muchos integrantes de #YoSoy132 fueron “cooptados” por Marcelo Ebrard, Andrés Manuel López Obrador o Alejandro Encinas.

El video circula de inmediato en las redes sociales. Las cuentas en Twitter, vinculadas a la campaña de Enrique Peña Nieto y al PRI, hacen el escándalo en redes sociales. “¡Ya ven, ya ven!, el lopezobradorismo está detrás del movimiento”. Con esta operación pretenden justificar la ausencia de su candidato presidencial en el debate organizado por #YoSoy132 este martes 19.

De inmediato Rodrigo Serrano, estudiante de la Universidad Iberoamericana –el epicentro de las manifestaciones de aquel viernes 11 de mayo– e integrante de #Másde131, se deslinda de los dichos de Alvídrez y declara:

“El movimiento tiene una declaración de principios, dentro de los cuales se declara apartidista. Siempre que cualquier integrante haga cosas a nombre de #YoSoy132 y esté violando esta declaración de principios, de inmediato es excluido”.

A esta declaración le siguen las de estudiantes del ITAM, del CIDE, del Colmex, de otros integrantes de #YoSoy132 que emiten un comunicado para reiterar la naturaleza libre y apartidista del movimiento. Rechazan cualquier voz que se ostente como líder o vocero único.

En mi caso, desmiento que forme parte de la plataforma México Ahora o Nunca, mencionada por Alvídrez, y mucho menos que “manipule” el movimiento de los estudiantes o que pertenezca a la campaña de López Obrador.

Reitero: soy periodista, trabajo en Proceso y sigo una línea de investigación crítica hacia los medios de comunicación y en especial hacia el monopolio televisivo representado por Televisa y sus contratos y convenios con Enrique Peña Nieto. Coincidencias con los planteamientos del movimiento, muchas, en especial con el reclamo de la democratización de los medios. Manipulación, ninguna.

Todas estas aclaraciones no importan. Lo necesario era armar el guión de una “guerra sucia” en redes sociales para desacreditar, por enésima vez, a #YoSoy132 y mandar mensajes intimidatorios.

En la noche del lunes 18 la dirigencia nacional del PRI toma como válidos los argumentos de Manuel Cossío. Ignora las aclaraciones. Retorna a la misma línea discursiva de aquel viernes 11 de mayo, cuando Peña Nieto tuvo un desencuentro con los estudiantes de la Iberoamericana: hay un grupo de fuera de #YoSoy132 que pretende manipular un movimiento genuino.

El PRI ya ni siquiera cita el famoso “decálogo” de las libertades democráticas a las que se comprometió Enrique Peña Nieto unos días después del surgimiento del #YoSoy132. Uno de esos compromisos era a favor de la libertad de expresión, de opinión y de movilización, incluso para quienes no estuvieran de acuerdo con su propuesta.

El partido que lleva la delantera en las encuestas en pos del 1 de julio de 2012 acredita con su boletín un testimonio armado desde la delación y utilizando las redes sociales. Está por verse si se trata de una estrategia de más largo plazo para desmantelar y dividir a #YoSoy132 o una manera poco afortunada de justificar la ausencia de Peña Nieto en el debate.

Un día después queda claro que el mensajero Manuel Cossío no es un estudiante cualquiera ni un integrante decepcionado de #YoSoy132. Cossío participa activamente en la fundación InLaKe’ech, creada por Emiliano Salinas Occeli, hijo del expresidente priista Carlos Salinas de Gortari y señalado como uno de los principales respaldos de la campaña de Peña Nieto.

Cossío Ramos fue uno de los diseñadores de la página online de esa agrupación civil y aparece como animador de una iniciativa llamada “¿Ya Conoces a Tus Vecinos? Cuéntanos tu Experiencia”. En la página, llaman a los simpatizantes de InLaKe’ech a realizar cinco pasos fundamentales: “identificar cuántos vecinos inmediatos tienes”, “identifica cuántos vecinos conoces”, “toca la puerta de tu vecino y preséntate”, “haz un directorio con los teléfonos y nombres de tus vecinos” y “métete a Inlakech.mx y registra tus datos de éxito”.

Al menos, Cossío Ramos podría aclarar qué hizo con la base de datos de la fundación dirigida por Emiliano Salinas Occeli. ¿También hizo una base de datos con los integrantes de #YoSoy132? ¿Grabó las conversaciones de otros jóvenes estudiantes? ¿Para quién o para qué las grabó?

No es nueva la receta para infiltrar y dividir a los movimientos sociales. En 1994, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari fracturó al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y utilizó el testimonio de un desertor, Salvador Morales Garibay, quien le proporcionó al Ejército Mexicano datos muy delicados de los sitios de la guerrilla zapatista. Luego aparecieron en reportajes y en un libro que acreditaron el discurso oficial priista: el EZLN no se trataba de un movimiento indígena genuino sino de una maquinación política para afectar la bonanza salinista.

Las recetas parecen repetirse. Y los métodos de la “guerra sucia” mediática ya llegaron a las redes sociales.

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