Funcionarios de primer nivel
Café, galletitas, agua y jícamas
Carlos Fernández-Vega / México SA
Que no hay forma de reducir el gasto corriente, ni abaratar el elevadísimo costo (alrededor de 9 por ciento del producto interno bruto, y creciendo) que a los mexicanos representa cubrir puntualmente la nómina de la gloriosa cuan resultona burocracia dorada. Que mil veces no cuadran las cifras de la propuesta de austeridad pejiana, porque al personal de primer nivel (así le llaman) no se le puede pagar menores sueldos, so pena de tener funcionarios de menor calidad (¡!), según dice Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (un organismo que, dicho sea de paso, históricamente se ha pronunciado en contra del voluminoso cuan creciente pago por una burocracia profundamente ineficiente y corrupta, pero que en tiempos electorales dice que el gabinetazo es una maravilla).
Que no, pues, y háganle como quieran, porque independientemente de la ostentosa ausencia de resultados de esos funcionarios de primer nivel, un billón de pesos anuales para tal fin parece no ser suficiente dinero (todo él proveniente de los impuestos) para el mencionado líder empresarial y amigos que lo acompañan. Por eso, vale recordar el dato: en seis años de calderonato, la nómina burocrática (sector público federal) habrá consumido, en número cerrados y de acuerdo con las cifras presupuestales, cerca de billones de pesos, prestaciones incluidas. Cuando Calderón se sentó en Los Pinos, tal nómina, sin prestaciones, ascendía a 611 mil millones de pesos; para 2012 ese monto se elevó a 912 mil millones, un aumento de 49 por ciento en términos nominales, contra una inflación sexenal (oficial, desde luego) estimada en 29 por ciento.
Pero no sólo eso. Más allá de la voluminosa erogación por servicios personales se registra un interminable gasto que con sus impuestos, como si fuera su deber, pagan los mexicanos, quienes, a su vez, en la mayoría de los casos, no tienen con qué adquirir los productos que, quiéranlo o no, pagan a los de primer nivel y zonas afines. ¿Tienen los causantes la obligación de sufragar ese tipo de artículos, gustos, lujos, vicios y conexos? Desde luego que no, pero alguien en el gobierno considera lo contrario y, como si fuera su dinero, da rienda suelta a su pasión por el shopping.
Hay de todo, que involucran miles de millones de pesos, pero para ejemplificar de qué se trata allí está el gasto por agua embotellada, galletas, café, refrescos, canderel, servilletas y conexos. Ello da una idea de qué se trata. Así, la Presidencia de la República pagó (léase los mexicanos lo hicieron) un millón 70 mil pesos (contrato número AD-011-11, adjudicación directa) suministro de agua purificada embotellada, diferentes presentaciones, aunque el monto crece día a día. Por este concepto, el Ifai documenta más de 3 millones 200 mil pesos, pero no es el único. Por mantenimiento a macetas y macetones tal organismo documenta más de un millón pesos, y por alimentos perecederos, frutas, verduras y misceláneos cerca de 30 millones. En la residencia oficial no hay registro de bebidas alcohólicas.
Desde luego que no es la única dependencia pública con gusto por las compras. El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (contrato AICM-RM-007-11, adjudicación directa) erogó 605 mil 655 pesos para adquirir galletas. Se las compró al Grupo Taifeld. Por el mismo concepto, Banobras destinó 122 mil pesos; la Sociedad Hipotecaria Federal más de cien mil; el DIF (Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, que preside Margarita Zavala) 162 mil (galleta MacMa, azúcar baja en caloría, sobre con 100); Presidencia de la República, 282 mil; Secretaría de la Función Pública 127 mil; Sagarpa, 545 mil (adquisición de azúcar, refrescos y galletas); Comisión Nacional Bancaria y de Valores, 139 mil 200, y así por el estilo en toda la estructura gubernamental. Súmese lo que se destina a este renglón, y la cantidad resulta multimillonaria.
Como se mencionó en este espacio, en el año de la crisis, 2009, el gobierno federal anunció recortes en todo. Tiempos de obligada austeridad, como lo demuestra lo siguiente: en Los Pinos se gastaron un millón 100 mil pesos (31 de marzo de 2009) en la compra de agua purificada en botellas de 600 mililitros, 1.5 litros (378 mil 268.74 pesos pagados a Bonafont) y garrafones de 20 litros (720 mil 463.5 pesos pagados a Electropura). En ambos casos, la adquisición fue por adjudicación directa. Ese mismo día expidieron un cheque adicional por 160 mil pesos, para el mantenimiento de tinacos y cisternas; otro por un millón 799 mil pesos por la compra de alimentos perecederos y un tercero por 600 mil pesos para cubrir la compra de quesos y lácteos. El 4 de abril de 2009 gastaron 100 mil pesos por pan (el que se come) y otro tanto por tortillas, mientras que el 14 del mismo mes erogaron 265 mil 922 pesos adicionales por alimentos perecederos. En febrero, el día 4, hicieron un cheque por 180 mil pesos para adquirir carnes, pollo, pescados y mariscos (el total por los conceptos referidos equivale al salario mínimo mensual de entonces de 2 mil 655 mexicanos). Sólo en el primer trimestre de 2012 el gasto por perecederos rebasa los 4 millones de pesos.
Los señores de la austeridad gastaron 304 mil 773 pesos (11 de mayo de 2009) en el mantenimiento de macetas y macetones; 300 mil adicionales (18 de mayo de 2009) en el mantenimiento de candiles; 41 mil 262 (22 de mayo de 2009) por servicios de mantenimiento al parquet de la Sala Blanca de la residencia oficial de Los Pinos; 304 mil 750 (27 de febrero de 2009) por artículos de protocolo, y 178 mil 957.25 (26 de junio de 2009) en la adquisición de boletos para circo (Atayde) para los hijos de los trabajadores de Presidencia de la República (de cero a 12 años).
Por aquellos días, mientras el entonces titular de Sedeso, el brillantísimo Ernesto Cordero, recomendaba a los mexicanos brincarse una comida para atemperar la crisis, en Los Pinos gastaban (27 de febrero de 2009) 43 mil 65 pesos en galletas tipo casero. Ahora que si de gustos se trata, allí está el caso de Pemex (contrato número 4200088447), que gastó ¡9 mil 584.40 pesos! en la compra de 2 (dos) piezas de jícama grande seleccionada (4 mil 792.2 pesos cada una). Además, 12 mil 876.85 pesos por aceitunas, 92 mil 35.58 por abarrotes, y casi 120 mil por frutas, en el entendido de que, oficialmente, a 28 millones de mexicanos no les alcanza para comer.
Las rebanadas del pastel
Y los citados son unos cuantos ejemplos. Donde se pique, brinca: el elevadísimo gasto y la ostentosa falta de resultados. Entonces, cierto es que las cifras no cuadran.
Café, galletitas, agua y jícamas
Carlos Fernández-Vega / México SA
Que no hay forma de reducir el gasto corriente, ni abaratar el elevadísimo costo (alrededor de 9 por ciento del producto interno bruto, y creciendo) que a los mexicanos representa cubrir puntualmente la nómina de la gloriosa cuan resultona burocracia dorada. Que mil veces no cuadran las cifras de la propuesta de austeridad pejiana, porque al personal de primer nivel (así le llaman) no se le puede pagar menores sueldos, so pena de tener funcionarios de menor calidad (¡!), según dice Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (un organismo que, dicho sea de paso, históricamente se ha pronunciado en contra del voluminoso cuan creciente pago por una burocracia profundamente ineficiente y corrupta, pero que en tiempos electorales dice que el gabinetazo es una maravilla).
Que no, pues, y háganle como quieran, porque independientemente de la ostentosa ausencia de resultados de esos funcionarios de primer nivel, un billón de pesos anuales para tal fin parece no ser suficiente dinero (todo él proveniente de los impuestos) para el mencionado líder empresarial y amigos que lo acompañan. Por eso, vale recordar el dato: en seis años de calderonato, la nómina burocrática (sector público federal) habrá consumido, en número cerrados y de acuerdo con las cifras presupuestales, cerca de billones de pesos, prestaciones incluidas. Cuando Calderón se sentó en Los Pinos, tal nómina, sin prestaciones, ascendía a 611 mil millones de pesos; para 2012 ese monto se elevó a 912 mil millones, un aumento de 49 por ciento en términos nominales, contra una inflación sexenal (oficial, desde luego) estimada en 29 por ciento.
Pero no sólo eso. Más allá de la voluminosa erogación por servicios personales se registra un interminable gasto que con sus impuestos, como si fuera su deber, pagan los mexicanos, quienes, a su vez, en la mayoría de los casos, no tienen con qué adquirir los productos que, quiéranlo o no, pagan a los de primer nivel y zonas afines. ¿Tienen los causantes la obligación de sufragar ese tipo de artículos, gustos, lujos, vicios y conexos? Desde luego que no, pero alguien en el gobierno considera lo contrario y, como si fuera su dinero, da rienda suelta a su pasión por el shopping.
Hay de todo, que involucran miles de millones de pesos, pero para ejemplificar de qué se trata allí está el gasto por agua embotellada, galletas, café, refrescos, canderel, servilletas y conexos. Ello da una idea de qué se trata. Así, la Presidencia de la República pagó (léase los mexicanos lo hicieron) un millón 70 mil pesos (contrato número AD-011-11, adjudicación directa) suministro de agua purificada embotellada, diferentes presentaciones, aunque el monto crece día a día. Por este concepto, el Ifai documenta más de 3 millones 200 mil pesos, pero no es el único. Por mantenimiento a macetas y macetones tal organismo documenta más de un millón pesos, y por alimentos perecederos, frutas, verduras y misceláneos cerca de 30 millones. En la residencia oficial no hay registro de bebidas alcohólicas.
Desde luego que no es la única dependencia pública con gusto por las compras. El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (contrato AICM-RM-007-11, adjudicación directa) erogó 605 mil 655 pesos para adquirir galletas. Se las compró al Grupo Taifeld. Por el mismo concepto, Banobras destinó 122 mil pesos; la Sociedad Hipotecaria Federal más de cien mil; el DIF (Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, que preside Margarita Zavala) 162 mil (galleta MacMa, azúcar baja en caloría, sobre con 100); Presidencia de la República, 282 mil; Secretaría de la Función Pública 127 mil; Sagarpa, 545 mil (adquisición de azúcar, refrescos y galletas); Comisión Nacional Bancaria y de Valores, 139 mil 200, y así por el estilo en toda la estructura gubernamental. Súmese lo que se destina a este renglón, y la cantidad resulta multimillonaria.
Como se mencionó en este espacio, en el año de la crisis, 2009, el gobierno federal anunció recortes en todo. Tiempos de obligada austeridad, como lo demuestra lo siguiente: en Los Pinos se gastaron un millón 100 mil pesos (31 de marzo de 2009) en la compra de agua purificada en botellas de 600 mililitros, 1.5 litros (378 mil 268.74 pesos pagados a Bonafont) y garrafones de 20 litros (720 mil 463.5 pesos pagados a Electropura). En ambos casos, la adquisición fue por adjudicación directa. Ese mismo día expidieron un cheque adicional por 160 mil pesos, para el mantenimiento de tinacos y cisternas; otro por un millón 799 mil pesos por la compra de alimentos perecederos y un tercero por 600 mil pesos para cubrir la compra de quesos y lácteos. El 4 de abril de 2009 gastaron 100 mil pesos por pan (el que se come) y otro tanto por tortillas, mientras que el 14 del mismo mes erogaron 265 mil 922 pesos adicionales por alimentos perecederos. En febrero, el día 4, hicieron un cheque por 180 mil pesos para adquirir carnes, pollo, pescados y mariscos (el total por los conceptos referidos equivale al salario mínimo mensual de entonces de 2 mil 655 mexicanos). Sólo en el primer trimestre de 2012 el gasto por perecederos rebasa los 4 millones de pesos.
Los señores de la austeridad gastaron 304 mil 773 pesos (11 de mayo de 2009) en el mantenimiento de macetas y macetones; 300 mil adicionales (18 de mayo de 2009) en el mantenimiento de candiles; 41 mil 262 (22 de mayo de 2009) por servicios de mantenimiento al parquet de la Sala Blanca de la residencia oficial de Los Pinos; 304 mil 750 (27 de febrero de 2009) por artículos de protocolo, y 178 mil 957.25 (26 de junio de 2009) en la adquisición de boletos para circo (Atayde) para los hijos de los trabajadores de Presidencia de la República (de cero a 12 años).
Por aquellos días, mientras el entonces titular de Sedeso, el brillantísimo Ernesto Cordero, recomendaba a los mexicanos brincarse una comida para atemperar la crisis, en Los Pinos gastaban (27 de febrero de 2009) 43 mil 65 pesos en galletas tipo casero. Ahora que si de gustos se trata, allí está el caso de Pemex (contrato número 4200088447), que gastó ¡9 mil 584.40 pesos! en la compra de 2 (dos) piezas de jícama grande seleccionada (4 mil 792.2 pesos cada una). Además, 12 mil 876.85 pesos por aceitunas, 92 mil 35.58 por abarrotes, y casi 120 mil por frutas, en el entendido de que, oficialmente, a 28 millones de mexicanos no les alcanza para comer.
Las rebanadas del pastel
Y los citados son unos cuantos ejemplos. Donde se pique, brinca: el elevadísimo gasto y la ostentosa falta de resultados. Entonces, cierto es que las cifras no cuadran.
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