Esto no se acaba sino hasta que se acaba

Gerardo Fernández Casanova

“Que el fraude electoral jamás se olvide”


Al cierre de la novena entrada, los del “más de lo mismo” al bat, dos outs y la pizarra 2 a 1 a favor de los del “cambio verdadero”. Desde el montículo el “peje” conserva la frescura y el brazo potente, hace gala de sus mejores lanzamientos; ya ponchó a Baby Gordillo y a la Vazquepasas. Es el turno de Kike Copetes que luce nervioso y demacrado, el calor bajo la gorra derritió el gel y el copete le cae sobre los ojos restándole visibilidad al teleprompter. El estadio está que arde; la fanaticada en tensión a la espera del tercer out. Pero recuerde que, como diría Yoggy Berra, esto no se acaba hasta que se acaba.

La forma en que se han venido dando los acontecimientos invita a cantar la victoria anticipada. Pero, precisamente porque se tiene la seguridad del triunfo, sería un grave error adelantar el festejo; faltan pocos días y sobran muchas acechanzas. La guerra sucia está en su apogeo y los intereses en juego no se darán por vencidos tan fácilmente. El riesgo del fraude es real y obliga a redoblar el esfuerzo para conjurarlo. El afán de negarlo sólo lo confirma; si hay trampa con el exceso del gasto de campaña a la vista de todos; si hay manipulación mediática claramente denunciada y conocida, incluso en la prensa extranjera; si hay compra de votos a la luz del día, y si la tradición priísta de más de ochenta años de experiencia en trucar la voluntad popular en las urnas es su carnet de identidad; si todo esto lo sabe todo el mundo, seríamos ilusos suponiendo que no lo van a intentar. Es preciso denunciarlo y, sobre todo, actuar en consecuencia para evitarlo.

Los levantacejas acosan a López Obrador con la pregunta de si respetará los resultados que ofrezca el IFE, a lo que responde que respetará la decisión de los electores. Por mi parte le preguntaría al IFE si respetará la decisión de los ciudadanos; hay elementos para ponerlo en duda: en el 2006 se registró manipulación dolosa de actas al nivel de casilla realizada por mapaches disfrazados de ciudadanos, pero también hubo manipulación cibernética en el manejo de los resultados entregados por el IFE o, por lo menos, desaseo también doloso. No olvidemos que en 2007 fue anticipadamente renovado el Consejo General, por acuerdo de todos los partidos ante la obviedad de su cuestionable actuación del año anterior.

Piensa mal y acertarás, dice el adagio. Sólo encuentra la verdad el que duda. Hay que dudar y, en consecuencia, vigilar y denunciar las irregularidades que llegaran a presentarse; la ley así lo prevé. La duda es institucional, al grado de que se invita o se acepta la participación de observadores de organismos internacionales. Así las cosas, que nadie se escandalice si alguien advierte a la opinión pública sobre la posibilidad del fraude, ni se le quiera endilgar a Andrés Manuel el adjetivo de rijoso o de falto de respeto a las instituciones. Repito: lo institucional es dudar.

Es responsabilidad del Consejo General del IFE garantizar la más absoluta transparencia en sus decisiones y en sus actuaciones. Es el elemento que le da razón de ser: su función es garantizar la certeza a partir de la premisa de que, por su naturaleza, los actos relativos a la elección de autoridades son propensos a la comisión de trampas. Ha sido una larga historia la que ha ido perfeccionando los instrumentos de control de la elección, e igual de larga es la historia de los mecanismos ideados para burlar el control. El IFE del año 2000 logró un alto grado de credibilidad, que se hizo añicos seis años más tarde en que la institución se convirtió en la principal fuente de desconfianza, como resultado de la actuación de sus representantes. Cómo olvidar a Ugalde anticipando el anunció del ganador. Cómo olvidar la dosificación de datos con una perfección matemáticamente imposible, o la irreductible oposición a la apertura de paquetes electorales es caso de dudas fundadas. Si no hubo fraude se actuó como si lo hubiera y dio al traste con la credibilidad.

Vamos a cuidar el proceso de manera estricta sin temor a la exageración; más vale pecar por exceso que llorar por omisión. Pero más valioso será atiborrar de votantes las casillas y lograr el voto mayoritario abrumador por el Proyecto de la Regeneración Nacional. El cambio verdadero está en nuestras manos.

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