EPN y AMLO: Los dos escenarios

José Gil Olmos

A escasas dos semanas de la elección presidencial, las preferencias ciudadanas sobre los cuatro candidatos se han ido cerrando hasta quedar dos claramente en la pelea: Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, cuyos márgenes de diferencia en las últimos sondeos se han ido estrechando, al grado de que algunos encuestadores han tenido que reconocer que conforme se acerca el 1 de julio podría darse el escenario de un empate técnico.

La posibilidad de un escenario de competencia entre Peña Nieto y López Obrador era algo impensable entre los priistas hasta que el viernes 11 de mayo su candidato fue repudiado por los estudiantes de la Universidad Iberoamericana (Uia), naciendo el movimiento estudiantil #YoSoy132, el que ha dado un vuelco al proceso electoral.

Subido en la nave preparada especialmente para él por Televisa en los últimos cinco años, Peña Nieto viajaba por aguas tranquilas las primeras semanas de la campaña. No había vientos que lo despeinaran y todo era miel sobre hojuelas. Hasta que irrumpieron los jóvenes que no sólo lo despeinaron, sino que le sacaron una mueca de desesperación que hoy le sigue marcando el rostro.

A partir de ese viernes negro, las campañas fueron otras. Cada candidato recibió el impacto de este movimiento irreverente y revitalizador de acuerdo a su propia circunstancia. El más beneficiado fue Andrés Manuel López Obrador, el candidato de las izquierdas, quien en un acto realizado en la histórica Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, donde ocurrió la matanza estudiantil de 1968, hizo un reconocimiento a los jóvenes estudiantes, cuidándose de no usarlos como lo pretendieron hacer la panista Josefina Vázquez Mota y el aspirante de Nueva Alianza (Panal), Gabriel Quadri.

Otros eventos se unieron a la insurgencia del movimiento estudiantil y que también han dado un vuelco a las campañas, sobre todo la del priista, fue la persecución judicial en Estados Unidos del exgobernador de Tamaulipas, el priista Tomás Yarrington; las revelaciones de los contratos de propaganda entre Televisa y Peña Nieto; las declaraciones de Vicente Fox apoyando al candidato del PRI, así como las marchas multitudinarias anti-Peña Nieto, y las encuestas de algunos medios, como Reforma, que rompieron con las tendencias de otros sondeos, como la de Milenio que todos los días machacan con datos poco claros de una supuesta superioridad del priista, aunque haya eventos que apuntes a todo lo contrario.

El telón de una historia con un final cantado se ha caído y en los últimos días hay una percepción social de que la elección no está definida y que habrá un cierre apretado entre Peña y López Obrador.

Ante este escenario, hay dos actores que tienen en sus manos la posibilidad de definir el tono del escenario postelectoral a partir de las reacciones que haya ante cualquier resultado.

De una parte está el Instituto Federal Electoral (IFE) como árbitro que no genera todas las confianzas necesarias para dirimir un conflicto de grandes magnitudes, ya que sus integrantes responden más a intereses de partido que a la ciudadanía. La lentitud con que han reaccionado sus consejeros ante las evidentes faltas de los candidatos, como el excesivo gasto en propaganda del PRI o la “guerra sucia” desatada por el PAN, no genera la certidumbre necesaria para cualquier árbitro; todo lo contrario, ha generado señales incertidumbre.

De la otra parte está el movimiento estudiantil que ante la victoria del PRI podría iniciar un movimiento de insurgencia ciudadana de largo plazo o, en caso de un triunfo de López Obrador, tendría que redefinir su papel como actor social de cambio, como impulsor del nuevo gobierno o como agente crítico del mismo.

Los ánimos de la sociedad no perfilan un escenario fácil para cualquiera que gane. Sobre todo cuando se ha incentivado una vez más la “guerra sucia” electoral que, en 2006, provocó fuertes enfrentamientos en la sociedad y en las familias.

Ante este escenario hay varias interrogantes: ¿Peña Nieto y los priistas van a aceptar pacíficamente una derrota ante López Obrador? ¿Cuál va a ser la actitud de aquellos priistas que están coludidos con grupos del crimen organizado al verse desprotegidos? ¿Cuál va a ser la posición que tomen los simpatizantes de López Obrador ante una posible segunda derrota consecutiva? ¿Se irán nuevamente por la vía de la resistencia civil y la confrontación?

Pero quizá la pregunta más pertinente sería ¿cuál va a ser la posición que tome Felipe Calderón ante un escenario de confrontaciones? ¿Qué hará si gana López Obrador, a quien odia de una manera clasista e irracional?

Es necesario ver los dos escenarios para ver qué posición tomarán los distintos actores involucrados, entre ellos la sociedad que a través de los jóvenes está teniendo un papel determinante más allá del voto que emitirá el domingo 1 de julio.

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