¿De quién es el candidato?
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
Unos días antes del primer debate entre candidatos a la Presidencia de la República, todo estaba listo. Las cámaras, el escenario, los escrutadores y hasta el candidato, Enrique Peña Nieto, todo era idéntico; la única diferencia era que el montaje estaba ubicado en las instalaciones de Televisa Chapultepec, y no en el Canal Once.
Se trataba de un ensayo, de los preparativos para aquel debate. El candidato lucía ya un copete disminuido –no se puede llegar a la Presidencia con ese copetón, le dijeron– y cada 15 días se le fue cortando un milímetro del pelambre que lo distinguía. Un traje oscuro con discretas rayas y una corbata de seda en rojo y blanco, escogidos por quien se ha desvivido para dar la imagen de rockstar que Peña luce en la campaña, completaban la imagen que el 3 de mayo éste lució frente a las pantallas.
El equipo de trabajo –el crew, le llaman– sólo escucha una voz. Ella es la que ordena el arreglo de cada uno de los detalles que rodean a Peña Nieto, y hay quien asegura que hasta algunas de las frases que lanza en sus discursos.
Le llaman la emperatriz del impacto efímero –como la bautizó Carlos Monsiváis–, es comunicadora por la Ibero, y tiene posgrados en letras y política mexicanas, pero además es especialista en dirección de actores y artes gráficas, dice su currículo. Se trata de María Olabuenaga, la creadora del lema Totalmente Palacio, una de las publicistas de mayor éxito en el país.
La imagen del candidato ha sido estudiada desde hace varios años, poco después de que el ex gobernador del estado de México Arturo Montiel, casi para dejar el cargo, lo presentó a los hombres más importantes de Televisa como el futuro gobernador de la entidad, y lo dejó en sus manos, para que desde allí se construyera un futuro Presidente de México. Bernardo Gómez, vicepresidente del grupo Televisa lo comenta con cierta indiscreción orgullosa: los medios de comunicación han influido en el triunfo y en la derrota de algunos candidatos a la Presidencia, pero hasta ahora ninguno había construido uno, aseguran quienes lo han escuchado.
Era la pareja perfecta: Olabuenaga-Gómez, es decir, Olabuenaga-Televisa. Esperar una derrota de ese binomio era inimaginable para cualquiera que conocía el proyecto de construcción del candidato, que iba desde la imagen exterior hasta las relaciones personales que deberían ser lo más atractivo para la gente. Un producto así tenía el sello del triunfo, se pensaba hasta hace poco.
Tal vez por ello nadie da crédito de que todos los afanes de esa increíble pareja estén en entredicho y de que todo se vaya al despeñadero. Nadie lo podría pensar cuando, en aquel ensayo en Televisa Chapultepec, en el momento en que el candidato hacía una explicación de su proyecto, Gómez lo frenó para reclamarle que eso que esgrimía estaba fuera de lo programado.
Luis Videgaray, jefe de la campaña de Peña, explicó que se trataba de un posicionamiento que ellos –los del grupo de Toluca– creían que haría bien al debate. La respuesta de Gómez, aseguran testigos, fue seca. Le dijo: el candidato es nuestro; cuando sea presidente será de ustedes. Por lo pronto nada fuera del guión.
Las cosas no han salido como se esperaba y la imagen del candidato no parece seducir al gran número de mexicanos que ellos suponían. Es posible que por ello Bernardo Gómez haya decidido tomarse unas vacaciones en Alaska. Lo que nadie atina a responder ahora es: y ahora, ¿de quién es el candidato?
De pasadita
Habrá un nuevo debate, convocado, como ya sabemos, por los estudiantes del país que quieren cuestionar a los presidenciables. ¿Habrá diferencias o veremos, otra vez, a una señora montada en la histeria contra un hombre taimado? Se reciben apuestas.
Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida
Unos días antes del primer debate entre candidatos a la Presidencia de la República, todo estaba listo. Las cámaras, el escenario, los escrutadores y hasta el candidato, Enrique Peña Nieto, todo era idéntico; la única diferencia era que el montaje estaba ubicado en las instalaciones de Televisa Chapultepec, y no en el Canal Once.
Se trataba de un ensayo, de los preparativos para aquel debate. El candidato lucía ya un copete disminuido –no se puede llegar a la Presidencia con ese copetón, le dijeron– y cada 15 días se le fue cortando un milímetro del pelambre que lo distinguía. Un traje oscuro con discretas rayas y una corbata de seda en rojo y blanco, escogidos por quien se ha desvivido para dar la imagen de rockstar que Peña luce en la campaña, completaban la imagen que el 3 de mayo éste lució frente a las pantallas.
El equipo de trabajo –el crew, le llaman– sólo escucha una voz. Ella es la que ordena el arreglo de cada uno de los detalles que rodean a Peña Nieto, y hay quien asegura que hasta algunas de las frases que lanza en sus discursos.
Le llaman la emperatriz del impacto efímero –como la bautizó Carlos Monsiváis–, es comunicadora por la Ibero, y tiene posgrados en letras y política mexicanas, pero además es especialista en dirección de actores y artes gráficas, dice su currículo. Se trata de María Olabuenaga, la creadora del lema Totalmente Palacio, una de las publicistas de mayor éxito en el país.
La imagen del candidato ha sido estudiada desde hace varios años, poco después de que el ex gobernador del estado de México Arturo Montiel, casi para dejar el cargo, lo presentó a los hombres más importantes de Televisa como el futuro gobernador de la entidad, y lo dejó en sus manos, para que desde allí se construyera un futuro Presidente de México. Bernardo Gómez, vicepresidente del grupo Televisa lo comenta con cierta indiscreción orgullosa: los medios de comunicación han influido en el triunfo y en la derrota de algunos candidatos a la Presidencia, pero hasta ahora ninguno había construido uno, aseguran quienes lo han escuchado.
Era la pareja perfecta: Olabuenaga-Gómez, es decir, Olabuenaga-Televisa. Esperar una derrota de ese binomio era inimaginable para cualquiera que conocía el proyecto de construcción del candidato, que iba desde la imagen exterior hasta las relaciones personales que deberían ser lo más atractivo para la gente. Un producto así tenía el sello del triunfo, se pensaba hasta hace poco.
Tal vez por ello nadie da crédito de que todos los afanes de esa increíble pareja estén en entredicho y de que todo se vaya al despeñadero. Nadie lo podría pensar cuando, en aquel ensayo en Televisa Chapultepec, en el momento en que el candidato hacía una explicación de su proyecto, Gómez lo frenó para reclamarle que eso que esgrimía estaba fuera de lo programado.
Luis Videgaray, jefe de la campaña de Peña, explicó que se trataba de un posicionamiento que ellos –los del grupo de Toluca– creían que haría bien al debate. La respuesta de Gómez, aseguran testigos, fue seca. Le dijo: el candidato es nuestro; cuando sea presidente será de ustedes. Por lo pronto nada fuera del guión.
Las cosas no han salido como se esperaba y la imagen del candidato no parece seducir al gran número de mexicanos que ellos suponían. Es posible que por ello Bernardo Gómez haya decidido tomarse unas vacaciones en Alaska. Lo que nadie atina a responder ahora es: y ahora, ¿de quién es el candidato?
De pasadita
Habrá un nuevo debate, convocado, como ya sabemos, por los estudiantes del país que quieren cuestionar a los presidenciables. ¿Habrá diferencias o veremos, otra vez, a una señora montada en la histeria contra un hombre taimado? Se reciben apuestas.
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