Eduardo Ibarra Aguirre
Si las muestras demoscópicas favorecen a Enrique Peña como candidato a la Presidencia de la República, como lo divulga uno de sus recientes anuncios televisivos, no tiene lógica a secas y menos política el arranque de la ofensiva mediática mejor conocida como guerra sucia en contra de Andrés Manuel López.
Primero es indispensable situar las enormes diferencias porcentuales entre los productos de las casas encuestadoras y que van desde los cuatro puntos (Grupo Reforma) hasta 18.7 por ciento (GEA-ISA) que sitúan a Peña Nieto como favorito.
Por si lo anterior no bastara para dudar de resultados tan disímbolos en la medición del mismo cuerpo social y político, el Instituto Federal Electoral informó que “del 30 de marzo al 9 de mayo fueron publicadas 761 encuestas de preferencias electorales, cifra sin precedente en México. Sin embargo, no todas las mediciones han cumplido con el rigor científico y/o los requisitos que exige el IFE para su difusión”.
En la sesión del Consejo General del 31 de mayo, los consejeros advirtieron sobre riesgos de esta práctica por la diferencia en los resultados probables para una misma elección, con metodologías aparentemente similares. E informó Edmundo Jacobo, secretario general, que una veintena de empresas encuestadoras “han omitido elementos importantísimos en sus estudios; en 11 de éstos (mediciones locales) no se presentó ningún elemento que refiera apego a criterios científicos mínimos e incluso se desconoce quiénes son los responsables de los levantamientos”.
Naturalmente que la nota no mereció la menor atención del duopolio de la televisión ni del oligopolio de la radio –con sus excepciones– para no interferir en la visión triunfalista que pretenden vender sobre su candidato presidencial, con todo y la “hemorragia” que sufre y que, juran defensores como Ulises Beltrán, es “goteo” en la pérdida de voluntades. Las expresiones de rechazo en los actos organizados por el Revolucionario Institucional pasaron a formar parte de la gira del mexiquense, también en la de Josefina Vázquez y hasta de la candidata a jefa de Gobierno del Distrito Federa, Isabel Miranda (por obra y gracia de Felipe Calderón), y de quien el diario Reforma augura un resultado panista que podría ubicarlo en cuarto lugar.
Vázquez Mota se dio cuenta tardíamente que le estaba haciendo muy bien el trabajo a López Obrador con su llamada campaña de contraste contra Peña –“A mí me gusta que se den con todo”, presume Leo Zuckermann–, y se aboca a demostrar que el tabasqueño es partidario de la lucha armada y el fracasado delfín de Calderón, Ernesto Cordero, lo responsabilizó de la devaluación del peso. Conservadurismo decimonónico y desprecio a la sabiduría popular es lo que muestran Vázquez y Cordero.
Frente al inicio de la guerra sucia, el candidato presidencial del Movimiento Progresista lo juzgó como un viejo camino bien conocido e impulsado por el duopolio televisivo en 2006, pero advirtió que si no les da buenos resultados siguen las prácticas fraudulentas.
La advertencia puso demasiado nerviosos a los “políticamente correctos” e igualmente comprometidos a fondo con el establecimiento del Anpri que hoy pujan por invertir. Por ejemplo, el otrora vocero de Carlos Salinas anunció al aire sin más: “Ya está preparando movilizaciones”.
La respuesta de Obrador a los intelectuales con los que deliberó el día 6, resulta esclarecedora: “Si ustedes ayudan a que la elección sea limpia y libre, esto permitirá a todos aceptar las reglas. Ustedes pueden ayudar mucho a pedir que se transparenten las cuentas en gastos de campaña”. Más claro ni el agua, pero pide peras al olmo.
Si las muestras demoscópicas favorecen a Enrique Peña como candidato a la Presidencia de la República, como lo divulga uno de sus recientes anuncios televisivos, no tiene lógica a secas y menos política el arranque de la ofensiva mediática mejor conocida como guerra sucia en contra de Andrés Manuel López.
Primero es indispensable situar las enormes diferencias porcentuales entre los productos de las casas encuestadoras y que van desde los cuatro puntos (Grupo Reforma) hasta 18.7 por ciento (GEA-ISA) que sitúan a Peña Nieto como favorito.
Por si lo anterior no bastara para dudar de resultados tan disímbolos en la medición del mismo cuerpo social y político, el Instituto Federal Electoral informó que “del 30 de marzo al 9 de mayo fueron publicadas 761 encuestas de preferencias electorales, cifra sin precedente en México. Sin embargo, no todas las mediciones han cumplido con el rigor científico y/o los requisitos que exige el IFE para su difusión”.
En la sesión del Consejo General del 31 de mayo, los consejeros advirtieron sobre riesgos de esta práctica por la diferencia en los resultados probables para una misma elección, con metodologías aparentemente similares. E informó Edmundo Jacobo, secretario general, que una veintena de empresas encuestadoras “han omitido elementos importantísimos en sus estudios; en 11 de éstos (mediciones locales) no se presentó ningún elemento que refiera apego a criterios científicos mínimos e incluso se desconoce quiénes son los responsables de los levantamientos”.
Naturalmente que la nota no mereció la menor atención del duopolio de la televisión ni del oligopolio de la radio –con sus excepciones– para no interferir en la visión triunfalista que pretenden vender sobre su candidato presidencial, con todo y la “hemorragia” que sufre y que, juran defensores como Ulises Beltrán, es “goteo” en la pérdida de voluntades. Las expresiones de rechazo en los actos organizados por el Revolucionario Institucional pasaron a formar parte de la gira del mexiquense, también en la de Josefina Vázquez y hasta de la candidata a jefa de Gobierno del Distrito Federa, Isabel Miranda (por obra y gracia de Felipe Calderón), y de quien el diario Reforma augura un resultado panista que podría ubicarlo en cuarto lugar.
Vázquez Mota se dio cuenta tardíamente que le estaba haciendo muy bien el trabajo a López Obrador con su llamada campaña de contraste contra Peña –“A mí me gusta que se den con todo”, presume Leo Zuckermann–, y se aboca a demostrar que el tabasqueño es partidario de la lucha armada y el fracasado delfín de Calderón, Ernesto Cordero, lo responsabilizó de la devaluación del peso. Conservadurismo decimonónico y desprecio a la sabiduría popular es lo que muestran Vázquez y Cordero.
Frente al inicio de la guerra sucia, el candidato presidencial del Movimiento Progresista lo juzgó como un viejo camino bien conocido e impulsado por el duopolio televisivo en 2006, pero advirtió que si no les da buenos resultados siguen las prácticas fraudulentas.
La advertencia puso demasiado nerviosos a los “políticamente correctos” e igualmente comprometidos a fondo con el establecimiento del Anpri que hoy pujan por invertir. Por ejemplo, el otrora vocero de Carlos Salinas anunció al aire sin más: “Ya está preparando movilizaciones”.
La respuesta de Obrador a los intelectuales con los que deliberó el día 6, resulta esclarecedora: “Si ustedes ayudan a que la elección sea limpia y libre, esto permitirá a todos aceptar las reglas. Ustedes pueden ayudar mucho a pedir que se transparenten las cuentas en gastos de campaña”. Más claro ni el agua, pero pide peras al olmo.
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