José Gil Olmos
Una silla estuvo vacía la noche del martes 19 en el debate organizado por el movimiento de estudiantes. Estaba reservada para Enrique Peña Nieto que despreció la invitación, con el argumento de que los jóvenes estaban en su contra y no había condiciones de imparcialidad y neutralidad. Pero en el fondo el priista tuvo miedo de ser cuestionado, de ser inquirido por adolescentes que no tienen intenciones aviesas, sino que piden respuestas a problemas que hay que resolver de inmediato.
Peña Nieto no atendió la invitación. Su silla estuvo vacía por varias horas y las preguntas que se le hicieron nunca tuvieron respuesta. Al no asistir al debate organizado por el movimiento #YoSoy132 el candidato presidencial del PRI mostró su menosprecio no sólo por los jóvenes, sino por la ciudadanía, por aquellos que no están de acuerdo con él y a los que trata de ignorar.
Desde que los estudiantes irrumpieron en el escenario social y político, los priistas han manifestado su menosprecio por estos jóvenes que han expresado de manera clara su hartazgo por la corrupción, la represión y la manipulación de la información de gran parte de los medios, principalmente Televisa, a favor del aspirante presidencial del PRI.
Cuando se manifestaron en la Universidad Iberoamericana el viernes 11 de mayo, los dirigentes priistas los quisieron anular calificándolos de “porros”, incluso pusieron en duda que fueran estudiantes. A partir de entonces no han quitado el dedo de encima, los ven como enemigos y los tratan como tal, a pesar de que dicen respetarlos y de asegurar que son aporte al proceso democrático del país.
Con sus artimañas de antaño basadas las mentiras repetidas hasta la saciedad, así como en perjurios y difamaciones (“difama que algo quedara”), el PRI y el equipo de Peña Nieto soltaron a sus fieras para denostar al movimiento juvenil más importante desde 1968 e incluso intentaron infiltrarlo. Pero estas tentativas fueron infructuosas y tuvieron un efecto contrario a las pretensiones de disminuir la presencia y el impacto del movimiento estudiantil, que de manera vertiginosa creció en las escuelas públicas y privadas de la Ciudad de México y en muchas otras del país.
Su presencia fue tan fuerte e importante que lograron que Televisa incluyera en sus noticieros las manifestaciones en las calles y plazas, y también que tres de los cuatro candidatos presidenciales accedieran a un debate, el primero organizado desde la sociedad civil.
No obstante, los intentos del PRI por bajarles su perfil protagónico siguieron. Un día antes del debate organizado por los estudiantes de la Universidad Iberoamericana, los priistas desplegaron una campaña mediática y acusaron que el #YoSoy132 es manipulado por gente cercana de Andrés Manuel López Obrador.
Manuel Cossío Ramos, integrante del movimiento, grabó ilegalmente unas conversaciones con Saúl Alvídrez, estudiante del Tec de Monterrey, en las cuales presumía sus presuntas relaciones con la izquierda y con gente del Movimiento Regeneración Nacional (Morena). Pero casi de inmediato otros jóvenes revelaron en las redes sociales que Cossío estaba relacionado con un grupo que encabeza Emiliano Salinas Occeli, hijo del expresidente Carlos Salinas de Gortari.
El movimiento #YoSoy132 desde sus inicios se declaró apartidista, pero también anti Peña Nieto por la corrupción que representa. La presencia masiva de la juventud estudiantil mexicana ha sido una de las expresiones más valiosas en esta campaña en la que la manipulación informativa ha sido la principal herramienta de la alianza PRI-Televisa para imponer a Peña Nieto en la silla presidencial.
Es tan fuerte e importante su expresión que el menosprecio del candidato presidencial priista al no asistir al debate que organizaron tendrá un costo alto, aun cuando no se refleje en las encuestas que se publican precisamente en aquellos medios y articulistas que están con Peña Nieto, a pesar de que se disfracen de ser críticos, imparciales y objetivos.
Los jóvenes estudiantes ya tienen un lugar en el escenario nacional y tendrán que ser tomados en cuenta, no importa quién gane la Presidencia de la República. Ese ya no es un problema para ellos, su reto es la organización y trascender lo inmediato para convertirse en una especie de bisagra de la puerta que lleva a la consolidación del proceso de transición democrática.
Marginados, ninguneados, menospreciados por la clase política en general, hoy los jóvenes son el principal actor del cambio. Bajo esta afirmación, si ya no siguen manifestándose en las calles, si ya no se les ve en estos días en los principales noticieros de Televisa y TV Azteca, eso no significa que ya no existan, que ya se rindieron, porque su actuación más importante se dará en las casillas el 1 de julio, votando o vigilando la votación, erigiéndose, posiblemente, en el fiel de la balanza que dará la victoria al próximo presidente de México.
Una silla estuvo vacía la noche del martes 19 en el debate organizado por el movimiento de estudiantes. Estaba reservada para Enrique Peña Nieto que despreció la invitación, con el argumento de que los jóvenes estaban en su contra y no había condiciones de imparcialidad y neutralidad. Pero en el fondo el priista tuvo miedo de ser cuestionado, de ser inquirido por adolescentes que no tienen intenciones aviesas, sino que piden respuestas a problemas que hay que resolver de inmediato.
Peña Nieto no atendió la invitación. Su silla estuvo vacía por varias horas y las preguntas que se le hicieron nunca tuvieron respuesta. Al no asistir al debate organizado por el movimiento #YoSoy132 el candidato presidencial del PRI mostró su menosprecio no sólo por los jóvenes, sino por la ciudadanía, por aquellos que no están de acuerdo con él y a los que trata de ignorar.
Desde que los estudiantes irrumpieron en el escenario social y político, los priistas han manifestado su menosprecio por estos jóvenes que han expresado de manera clara su hartazgo por la corrupción, la represión y la manipulación de la información de gran parte de los medios, principalmente Televisa, a favor del aspirante presidencial del PRI.
Cuando se manifestaron en la Universidad Iberoamericana el viernes 11 de mayo, los dirigentes priistas los quisieron anular calificándolos de “porros”, incluso pusieron en duda que fueran estudiantes. A partir de entonces no han quitado el dedo de encima, los ven como enemigos y los tratan como tal, a pesar de que dicen respetarlos y de asegurar que son aporte al proceso democrático del país.
Con sus artimañas de antaño basadas las mentiras repetidas hasta la saciedad, así como en perjurios y difamaciones (“difama que algo quedara”), el PRI y el equipo de Peña Nieto soltaron a sus fieras para denostar al movimiento juvenil más importante desde 1968 e incluso intentaron infiltrarlo. Pero estas tentativas fueron infructuosas y tuvieron un efecto contrario a las pretensiones de disminuir la presencia y el impacto del movimiento estudiantil, que de manera vertiginosa creció en las escuelas públicas y privadas de la Ciudad de México y en muchas otras del país.
Su presencia fue tan fuerte e importante que lograron que Televisa incluyera en sus noticieros las manifestaciones en las calles y plazas, y también que tres de los cuatro candidatos presidenciales accedieran a un debate, el primero organizado desde la sociedad civil.
No obstante, los intentos del PRI por bajarles su perfil protagónico siguieron. Un día antes del debate organizado por los estudiantes de la Universidad Iberoamericana, los priistas desplegaron una campaña mediática y acusaron que el #YoSoy132 es manipulado por gente cercana de Andrés Manuel López Obrador.
Manuel Cossío Ramos, integrante del movimiento, grabó ilegalmente unas conversaciones con Saúl Alvídrez, estudiante del Tec de Monterrey, en las cuales presumía sus presuntas relaciones con la izquierda y con gente del Movimiento Regeneración Nacional (Morena). Pero casi de inmediato otros jóvenes revelaron en las redes sociales que Cossío estaba relacionado con un grupo que encabeza Emiliano Salinas Occeli, hijo del expresidente Carlos Salinas de Gortari.
El movimiento #YoSoy132 desde sus inicios se declaró apartidista, pero también anti Peña Nieto por la corrupción que representa. La presencia masiva de la juventud estudiantil mexicana ha sido una de las expresiones más valiosas en esta campaña en la que la manipulación informativa ha sido la principal herramienta de la alianza PRI-Televisa para imponer a Peña Nieto en la silla presidencial.
Es tan fuerte e importante su expresión que el menosprecio del candidato presidencial priista al no asistir al debate que organizaron tendrá un costo alto, aun cuando no se refleje en las encuestas que se publican precisamente en aquellos medios y articulistas que están con Peña Nieto, a pesar de que se disfracen de ser críticos, imparciales y objetivos.
Los jóvenes estudiantes ya tienen un lugar en el escenario nacional y tendrán que ser tomados en cuenta, no importa quién gane la Presidencia de la República. Ese ya no es un problema para ellos, su reto es la organización y trascender lo inmediato para convertirse en una especie de bisagra de la puerta que lleva a la consolidación del proceso de transición democrática.
Marginados, ninguneados, menospreciados por la clase política en general, hoy los jóvenes son el principal actor del cambio. Bajo esta afirmación, si ya no siguen manifestándose en las calles, si ya no se les ve en estos días en los principales noticieros de Televisa y TV Azteca, eso no significa que ya no existan, que ya se rindieron, porque su actuación más importante se dará en las casillas el 1 de julio, votando o vigilando la votación, erigiéndose, posiblemente, en el fiel de la balanza que dará la victoria al próximo presidente de México.
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