El fin de la democracia de telenovela

Luis Hernández Navarro

La tarde del pasado 23 de mayo, casi 20 mil personas, en su mayoría estudiantes universitarios de la ciudad de México, organizaron una marcha contra Televisa para exigir la democratización de los medios de comunicación. Llevaban carteles en los que decían: No queremos una democracia de telenovela y Estudiantes informados, jamás manipulados. No nos impondrán a Enrique Peña Nieto.

Tres semanas después, el 10 de junio, la energía de esa primera gran movilización creció. En la capital del país, unas 100 mil personas se desplegaron festivas desde el Zócalo hasta el Ángel de la Independencia. “Peña, la tele es tuya; la calle es nuestra”, dijeron en esta ocasión. Simultáneamente, miles de jóvenes repudiaron al candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en más de 20 ciudades.

La primavera mexicana comenzó hace apenas un mes, el 11 de mayo, durante un acto de campaña del candidato Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana. Los estudiantes le gritaron ¡Cobarde!, “¡La Ibero no te quiere!”, ¡Asesino!, recordándole la brutal represión que ejerció contra los campesinos de San Salvador Atenco en 2006, cuando era gobernador del estado de México.

La movilización se ha desplegado no obstante que muchos estudiantes se encuentran en vacaciones o en exámenes. Un hecho inusual y relevante que da cuenta del calado de las raíces y las razones que la animan.

Como acostumbran a hacer cuando la voz de la calle cuestiona sus intereses, la televisión y el tricolor maquillaron los hechos, presentando el descontento juvenil como obra de simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador. Sólo que en esta ocasión la maniobra naufragó estrepitosamente. Los jóvenes respondieron colgando un video en la red en el que 131 de ellos dan la cara y se presentan como los que son: estudiantes. De allí nació el movimiento #YoSoy132, en favor de la democracia informativa.

¿Quién está detrás de los jóvenes? Como lo hacen en cada ocasión en que surge en el país una explosión de descontento social, varios analistas cercanos a la televisora y al PRI desempolvaron la teoría del complot y el rancio lenguaje de la guerra fría. Según ellos la protesta es producto de una oscura manipulación de personajes cercanos a López Obrador y estupideces por el estilo.

Ninguna fuerza política en el país tiene la capacidad (ni la imaginación) para desplegar un movimiento como el #YoSoy132, ninguna. Detrás de los estudiantes están los mismos estudiantes, su vocación autónoma, y su hastío ente el peligro de que el país quede preso en el síndrome de Berlusconi: la fusión del poder mediático con el poder político. Detrás de la inconformidad se encuentra el temor juvenil ante la pretensión del Canal de las estrellas de comportarse como un moderno Big Brother.

Las protestas contra Televisa y la manipulación mediática tienen una larga historia en nuestro país. Amplios sectores de la población están hartos del abusivo manejo de información sesgada desplegado por la empresa de comunicación. Los llamados a boicotear a la televisora son recurrentes. Una y otra vez, los más diversos movimientos de protesta gritan Televisa te idiotiza, denuncian a la prensa vendida y claman: ¡No somos uno, ni somos cien; prensa vendida, cuéntanos bien!

Sólo que ahora, a diferencia del pasado, a través de la televisión por cable, los estudiantes universitarios tienen posibilidad de asomarse a otras realidades que les permiten contrastar la mediocre calidad de la programación transmitida por el duopolio televisivo. Y cuentan, además, con las redes sociales, que les posibilitan comunicarse e informarse por afuera de los circuitos de los medios de comunicación electrónicos. Hasta hace un mes, esos instrumentos habían sido utilizados, sobre todo, para comunicar frivolidades. Pero a partir de la segunda semana de mayo se han convertido en una extraordinaria herramienta para generar información alternativa, convocar y movilizarse.

Las protestas muestran que al Canal de las estrellas se le pasó la mano. La relación entre la televisora y el PRI es tan estrecha como vieja. Hace más de tres décadas, Emilio Azcárraga Milmo se definió a sí mismo como un soldado del PRI. Pero nunca había alcanzado el grado de simbiosis trabado alrededor de la candidatura de Peña Nieto.

La mediocracia ocupa la escena política nacional como un actor privilegiado que juega sus cartas a fondo de cara a la sucesión presidencial de 2012. La empresa de comunicación ha asumido un liderazgo efectivo en la forja de candidatos a puestos de elección popular, definición de políticas públicas y en la convocatoria a la movilización ciudadana. Detrás de la agresiva y vergonzosa campaña contra los maestros y la educación pública en el país desatada por Mexicanos Primero se encuentran los intereses televisivos.

Día a día, los conductores de radio y televisión no sólo informan, sino excomulgan, pontifican o exaltan de acuerdo con la conveniencia del momento. No sólo difunden noticias, sino que, indistintamente, editorializan, enjuician y condenan, con mucha frecuencia como parte de un paquete de publicidad pagada que se presenta al auditorio como mera información. Se comportan como un gran elector... contratado por un patrocinador.

Cuentan para ello, además, con una nómina de intelectuales mediáticos que aparecen en la pantalla, en los programas de radio y en editoriales escritos en la prensa nacional, analizando su versión de la realidad y legitimando los puntos de vista de la empresa. Asimismo, han entablado una estrecha asociación con casas encuestadoras cuyos resultados, más que un instrumento de medición de tendencias electorales, son parte de la propaganda electoral. Los sondeos, según María Marván, consejera del Instituto Federal Electoral, son usadas mañosamente para mentir.

La primavera mexicana nació en rechazo a una burda maniobra informativa de Televisa. Lo jóvenes que la protagonizan representan a muchos otros mexicanos agraviados por la impunidad de esta empresa y su competidora. Pase lo que pase el próximo 1º de julio, a la democracia de telenovela en México le llegó su fin.

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