El 1 de julio y las redes sociales

Jenaro Villamil

La inevitabilidad del triunfo de Enrique Peña Nieto funcionó en 2011, en las elecciones locales del Estado de México. El candidato del PRI, Eruviel Avila, ganó con un margen tan amplio y aplastante como grande fue el abstencionismo y el ostentoso despilfarro. El “voto más caro del mundo” caracterizó ese proceso previo a los comicios presidenciales de este año.

El objetivo no era demostrar la superioridad de Eruviel Avila sino la invulnerabilidad del aparato que llevó a Peña Nieto ser candidato único del PRI. De ahí a convertirse en el aspirante puntero en las encuestas, la mayoría patrocinada por grupos mediáticos (Televisa, Excélsior, El Universal, El Sol de México) con millonarios acuerdos publicitarios previos con el exmandatario mexiquense.

Sin embargo, todo parece apuntar a que el aplastamiento no funcionará este 1 de julio. El escenario ideal para el proyecto Peña Nieto es una victoria electoral con una ventaja mayor a 10 puntos. Esta es la narrativa que nos cuentan esas mismas encuestas, y las opiniones y análisis que funcionan como una especie de nado sincronizado entre los principales columnistas, comentaristas y propagandistas de los medios electrónicos e impresos, relacionados con el peñismo.

Algo sucede que están muy nerviosos. Incluso, en su cierre de campaña en el Estadio Azteca, Peña Nieto revivió la frase de “triunfo inobjetable y contundente” que recordó la triste expresión de Jorge de la Vega Domínguez, dirigente nacional del PRI en la “caída del sistema” de 1988. Los líderes priistas responden “golpe por golpe” y los publicistas sueltan los últimos spots de “contraste” o guerra sucia.

¿Qué es lo que ha sucedido? ¿Por qué no están tan tranquilos los peñistas, a pesar de la insistencia en una ventaja tan amplia que repiten como mantra?

Hay varios factores. El más obvio: el país no es Toluca y el PRI mexiquense no es extrapolable a todos los estados. Incluso, ni en el Estado de México tiene asegurada una victoria que repita la hazaña de Eruviel Avila en 2011.

Uno de los factores dominantes y novedosos fue la irrupción de las audiencias deliberativas en el escenario electoral. El ciudadano de la Web 2.0 simplemente no estuvo en el plan estratégico de Televisa ni del PRI.

A la defensiva, los analistas priistas insisten en que la impopularidad de Peña Nieto en Twitter o Youtube no garantiza los votos en su contra. Atribuyen este fenómeno a los “pejezombies” o a los simpatizantes de la izquierda y del PAN. Ese no es el problema. El verdadero desafío es que en los medios interactivos el candidato del PRI “moderno” tiene un severo problema de falta de credibilidad y legitimidad. Invirtieron demasiado dinero en ciberactivistas y en @ectivistas que no lograron convencer a los críticos.

Las redes sociales irrumpieron en un modelo de candidato analógico, incapaz de interactuar de una forma horizontal. Ni su equipo, ni el PRI ni los asesores de Televisa han podido revertir este fenómeno.

Cinco elementos determinan el factor redes sociales en esta contienda:

1. Desde el episodio de la FIL de Guadalajara, en diciembre de 2011, las redes sociales quebrantaron el aura de intocable a Peña Nieto. Lo humanizaron de una forma poco elegante: exhibiéndolo como ignorante y clasista. Sus simpatizantes reaccionaron mal y tarde. Lo más paradójico de este episodio es que el candidato de menor edad, el más telegénico, resultó ser el más anticuado y anacrónico en una comunidad interactiva repelente a la vieja retórica priista.

2. La “cargada digital” no funcionó. Menos la construcción de una popularidad instantánea en Facebook o en Twitter. No entendieron que las redes sociales no son piramidales ni publicitarias, sino horizontales y deliberativas, que son como el océano, con mareas y corrientes cambiantes, surgidas fuera de los circuitos burocráticos o en contraposición con la hegemonía de la televisión y la radio.

3. Los usuarios más jóvenes de las redes sociales salieron a las calles. Primero, tras el episodio del 11 de mayo en la Universidad Iberoamericana, luego bajo la convocatoria del #YoSoy132, que no es un partido ni una confabulación maquinada por los opositores de Peña Nieto. El #YoSoy132 es una expresión generacional, mediática y urbana, con errores y carencias, pero muy distinta a los movimientos sectoriales y clientelares que el PRI acostumbra procesar. El #YoSoy132 es la réplica al monólogo insistente del discurso televisivo de la “inevitabilidad de Peña Nieto”.

4. De las calles irán a las urnas. El gran desafío para este 1 de julio no es evitar el relleno de ánforas sino la alteración de las actas de cada una de las casillas. Distintos colectivos en redes sociales se han movilizado ya para vigilar las casillas y el conteo. Con un teléfono móvil y una cámara digital, los votantes 2.0 tomarán imágenes de las “sábanas” o actas que se colocan en cada una de las casillas. Antes de las 19:00 horas es probable que tengan las fotos de la mayoría de esas actas.

5. De las urnas al conteo. Por primera vez, la estructura formal, institucional del IFE se enfrentará a un ejército de usuarios de Twitter, Facebook, Youtube y miles de blogs y sitios online que ejercerán una observación electoral interactiva.

Las redes no darán legalidad al proceso (eso le corresponde al IFE y al Tribunal Electoral), pero sí determinarán la legitimidad de los comicios.

El sistema analógico-corporativo difícilmente soportará una nueva crisis de legitimidad. Por eso, los usuarios de las redes sociales pueden ser los protagonistas de la última etapa de la alternancia o, quizá, la primera fase de una transición democrática desde la ciudadanía.

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