Jesús Aldabi Olvera
Activistas de países donde prendió la llamada primavera árabe recomiendan a los jóvenes mexicanos del movimiento #Yosoy132 que vayan más allá de la espontaneidad y se consoliden en una organización con proyecto. Advierten que no deben sobrevalorar a las redes sociales, ya que éstas son sólo instrumentos en una estrategia más amplia que debe incluir una sólida organización, demandas precisas y la interacción con otros actores sociales.
Para iniciar una primavera política no basta con las redes sociales: es necesaria la valentía y la determinación para difundir el mensaje de inconformidad en las calles y organizar las protestas. Esta es la recomendación que hacen jóvenes protagonistas de la primavera árabe a los jóvenes mexicanos impulsores del movimiento #YoSoy132.
En entrevista con Proceso, Lina Ben Mhenni, candidata al Premio Nobel de la Paz en 2011 por su activismo durante la revolución tunecina, asegura que los movimientos de protesta comenzaron en las calles y no en internet.
Añade que tras la muerte de Mohamed Bouazizi, vendedor de verduras de 26 años que se inmoló frente al palacio de gobierno de su natal Sidi Bouzid en diciembre de 2010, fueron centenares los estudiantes que se volcaron a las calles de Túnez para protestar. Al cabo de tres semanas, ciudades como Kasserine y Regueb eran un hervidero de inconformidad a pesar de que internet ya estaba intervenido por el gobierno de Zine El Abidine Ben Alí.
El estudiante sirio Nora Basha comenta a Proceso que la movilización social ocurrió a partir de que en las mezquitas e iglesias se difundía información entre familiares y amigos, sobre todo después del rezo musulmán de los viernes. Se trataba de una oportunidad que debía aprovecharse, pues era el único momento en que podía reunirse un grupo numeroso sin despertar sospechas entre las fuerzas de seguridad pública.
A la postre, la gente organizó protestas y en esta tarea la comunicación boca a boca tuvo un papel más relevante que internet, explica Bascha.
Los activistas señalan que las redes sociales se utilizaron para medir las reacciones y respuestas de los gobiernos, más que para fines de organización. También se emplearon, dicen, para difundir información al exterior.
Cuando el conflicto explotó en Túnez, los periodistas no quisieron o no pudieron cubrir la revuelta. Por ello, “los canales internacionales de televisión utilizaron el material preparado por los ciberactivistas”. Y es que “nos concentramos en hacer videos y eslóganes pegajosos, así como en difundir videos y fotografías que impactaran al público”, comenta Lina.
Recomendaciones
Para el sirio Basha, los estudiantes mexicanos deben valerse de algunas técnicas empleadas por los sirios: grabar, escribir, hacer videos, hablar con periodistas. Estas acciones, apunta, ayudan a difundir entre la gente el espíritu de cambio; sin embargo, aclara, sólo son una herramienta que favorece los levantamientos.
“Aquellos que se paran al frente, los que dan la cara, son el verdadero motor de la revolución. Facebook y Twitter son elementos de gran utilidad, pero no inventaron el arrojo y la valentía de las masas”, dice.
Y agrega:
“Salen a diario a pesar de las balas, los misiles, los tanques, los francotiradores. Lo hacen a sabiendas de que muchos no volverán a casa. Aunque las redes sociales han permitido la movilización de enormes masas, al final de cuentas es la valentía y determinación de la gente la que hará posible la caída del régimen.”
La primavera árabe fue precedida por movilizaciones contra fraudes electorales en Yemen (2006) y Argelia (2004, 2009). Entre sus antecedentes se cuentan la represión contra huelgas siderúrgicas y textiles en Egipto (1989, 1994), así como los movimientos contra el alza de precios en alimentos, como la “crisis del pan” en Túnez (1984), e insurrecciones de ciudades enteras, como Hama, en Siria (1982).
La represión política vino acompañada del alza de los precios y la falta de oportunidades para los jóvenes. Según las últimas cifras de desempleo publicadas por la base de datos CIA Worldfactbook, alrededor de 20% de los jóvenes sirios y egipcios no tiene empleo. Los números se replican, en mayor medida en Túnez, 23%, y aumentan drásticamente en Yemen, a 35%. La situación se agrava entre las mujeres, pues más de 50% de las universitarias carece de empleo en Egipto y Siria.
A pesar de que en las últimas décadas los regímenes árabes se enfrentaron sin chistar a huelgas obreras y movimientos contra fraudes electorales, sólo se sacudieron cuando los estudiantes comenzaron a movilizarse.
“Los estudiantes son el futuro de un país. Son los más educados y los más proclives al cambio”, dice Basha. Y precisa: “Usan las nuevas tecnologías, pueden hablar con cualquier persona en el mundo y han aprendido acerca de las libertades y los derechos fundamentales”.
Para ilustrar sus afirmaciones se refiere a la Universidad de Alepo, continuamente atacada por las fuerzas de seguridad del régimen de Al-Assad.
“No había muchas protestas en Alepo, la segunda ciudad siria más grande. Una vez que los estudiantes de la Universidad comenzaron a manifestarse por libertad, otros tomaron valor, se les unieron y rápidamente la protesta se diseminó.”
Siria no es la excepción. Las Universidades del Medio Oriente han sido centros de reunión y de asamblea tal y como sucede en la Ciudad Universitaria de la Ciudad de México.
En la Universidad de Sana’a, en Yemen, todavía hay campamentos que sirven para estudiar y protestar. Incluso, la Universidad del Cairo fue el centro donde se concentraron estudiantes que participaron en las cruentas batallas callejeras de enero y noviembre del 2011 contra las fuerzas de seguridad.
“Considero que los estudiantes de una nación pueden crear un movimiento que después será aceptado por los más viejos, por los más jóvenes y por la gente que no tiene la oportunidad de estudiar”, dice Basha.
Manipulación mediática
Afef Abrougi, joven periodista tunecina, explica a Proceso que los medios, tanto del Estado como los privados, eran usados por el régimen de Ben Alí como herramientas de propaganda. La Presse, Le Temps y Le Renouveau, los tres principales periódicos de Túnez, estaban vinculados al partido de Ben Alí, el Rally por la Democracia Constitucional (RCD). Hoy todavía siguen recibiendo dinero del Estado.
En Siria, dice Basha, los medios del Estado, periódicos como Tyshrin y Al-Thawra, repiten constantemente que la violencia es causada por “terroristas armados”. A lo que replica el estudiante: “la situación real es que el criminal es el gobierno mismo”.
“Es esencial encontrar otros espacios. Hemos criticado los medios de comunicación masiva todo el tiempo”, dice la activista tunecina Ben Mhenni, y especifica que los estudiantes y activistas trabajaron en paralelo a los medios oficiales, creando una red diferente de noticias y nuevos espacios para compartir información.
Para la periodista Abrougui, los medios de comunicación tienen todavía tal poder que comienzan a diseminar ideas sobre la necesidad de avalar y mantener el régimen.
“Una dictadura es más que un sistema y es toda una mentalidad. Muchos tunecinos piensan que si Ben Alí se hubiera quedado estaríamos mejor. Al menos bajo su régimen teníamos seguridad”, apunta.
La activista Ben Mhenni explica que cuando cae la cabeza del régimen ello no implica el fin de éste y de sus prácticas corruptas. Este ha sido, acota, uno de los mayores problemas que enfrentan los protagonistas de la primavera árabe.
“Esta gente está más organizada que nosotros; se escondieron un poco y ahora vinieron de regreso para hacer el trabajo sucio. No pusimos atención en lanzar un sistema de transición, ese fue el error”, lamenta.
Organización
A cuatro semanas de que el movimiento #Yosoy132 irrumpió en México, ya existe una coordinadora interuniversitaria, así como una línea de pensamiento que lo identifica y declaraciones que van tomando cuerpo en videos de Youtube.
En Egipto, el movimiento 25 de enero también tenía un pliego de seis puntos, así como un plan de acción para manifestarse inteligentemente. Sin embargo, a la caída del régimen surgió un problema: la falta de organización.
“Túnez se unió para pelear contra Ben Alí, pero la protesta no cuajó en un movimiento social de gran envergadura impulsado por gente joven para reconstruir Túnez”, cuenta Ben Mhenni.
Y agrega: “Derribar a Ben Alí fue más fácil que construir una democracia. Estábamos unidos en el pasado porque teníamos un enemigo común, pero ahora las metas son diferentes”.
Esta lideresa considera que el movimiento social de protesta en Egipto, Túnez y Siria fue horizontal y sin líderes; estima que se trató de un movimiento popular espontáneo y explica que para construir una democracia debe existir cierto liderazgo.
En el movimiento social egipcio hay rostros conocidos, como el de Gihan Ibrahim. En Túnez está la propia Ben Mhenni, pero estas activistas no encabezan ningún gran movimiento. Se trata de líderes de opinión con una lista de más de 10 mil seguidores de Twitter.
“Me gustaría dar un consejo a los jóvenes mexicanos: No crean que ganarán rápido, los cambios verdaderos toman mucho tiempo”, dice Afef Abrougi. Y explica: “A 18 meses de la caída de Ben Alí, estamos todavía luchando por una democracia real y por los derechos humanos.
“Me gustaría que hubiéramos tenido un líder como Luther King que hubiera unido a un Túnez dividido entre líneas ideológicas, islamistas y seculares. El presidente Moncef Marzouki está tratando de tomar ese papel pero ha fallado, no tiene poder ni estatura para hacerlo; es una estatua.”
A pesar de las diferencias que hay en estos países árabes, de la incertidumbre en que ha caído su movimiento y de la desorganización de la oposición, los entrevistados coinciden en lo que dice Basha:
“Un país no es un negocio de familia del dictador y su grupo de bandidos. Una nación debe ser manejada por y para la gente.”
Y apunta: “A los amigos de México les digo que la libertad vale más que todo, y deben esforzarse por conservarla”.
Activistas de países donde prendió la llamada primavera árabe recomiendan a los jóvenes mexicanos del movimiento #Yosoy132 que vayan más allá de la espontaneidad y se consoliden en una organización con proyecto. Advierten que no deben sobrevalorar a las redes sociales, ya que éstas son sólo instrumentos en una estrategia más amplia que debe incluir una sólida organización, demandas precisas y la interacción con otros actores sociales.
Para iniciar una primavera política no basta con las redes sociales: es necesaria la valentía y la determinación para difundir el mensaje de inconformidad en las calles y organizar las protestas. Esta es la recomendación que hacen jóvenes protagonistas de la primavera árabe a los jóvenes mexicanos impulsores del movimiento #YoSoy132.
En entrevista con Proceso, Lina Ben Mhenni, candidata al Premio Nobel de la Paz en 2011 por su activismo durante la revolución tunecina, asegura que los movimientos de protesta comenzaron en las calles y no en internet.
Añade que tras la muerte de Mohamed Bouazizi, vendedor de verduras de 26 años que se inmoló frente al palacio de gobierno de su natal Sidi Bouzid en diciembre de 2010, fueron centenares los estudiantes que se volcaron a las calles de Túnez para protestar. Al cabo de tres semanas, ciudades como Kasserine y Regueb eran un hervidero de inconformidad a pesar de que internet ya estaba intervenido por el gobierno de Zine El Abidine Ben Alí.
El estudiante sirio Nora Basha comenta a Proceso que la movilización social ocurrió a partir de que en las mezquitas e iglesias se difundía información entre familiares y amigos, sobre todo después del rezo musulmán de los viernes. Se trataba de una oportunidad que debía aprovecharse, pues era el único momento en que podía reunirse un grupo numeroso sin despertar sospechas entre las fuerzas de seguridad pública.
A la postre, la gente organizó protestas y en esta tarea la comunicación boca a boca tuvo un papel más relevante que internet, explica Bascha.
Los activistas señalan que las redes sociales se utilizaron para medir las reacciones y respuestas de los gobiernos, más que para fines de organización. También se emplearon, dicen, para difundir información al exterior.
Cuando el conflicto explotó en Túnez, los periodistas no quisieron o no pudieron cubrir la revuelta. Por ello, “los canales internacionales de televisión utilizaron el material preparado por los ciberactivistas”. Y es que “nos concentramos en hacer videos y eslóganes pegajosos, así como en difundir videos y fotografías que impactaran al público”, comenta Lina.
Recomendaciones
Para el sirio Basha, los estudiantes mexicanos deben valerse de algunas técnicas empleadas por los sirios: grabar, escribir, hacer videos, hablar con periodistas. Estas acciones, apunta, ayudan a difundir entre la gente el espíritu de cambio; sin embargo, aclara, sólo son una herramienta que favorece los levantamientos.
“Aquellos que se paran al frente, los que dan la cara, son el verdadero motor de la revolución. Facebook y Twitter son elementos de gran utilidad, pero no inventaron el arrojo y la valentía de las masas”, dice.
Y agrega:
“Salen a diario a pesar de las balas, los misiles, los tanques, los francotiradores. Lo hacen a sabiendas de que muchos no volverán a casa. Aunque las redes sociales han permitido la movilización de enormes masas, al final de cuentas es la valentía y determinación de la gente la que hará posible la caída del régimen.”
La primavera árabe fue precedida por movilizaciones contra fraudes electorales en Yemen (2006) y Argelia (2004, 2009). Entre sus antecedentes se cuentan la represión contra huelgas siderúrgicas y textiles en Egipto (1989, 1994), así como los movimientos contra el alza de precios en alimentos, como la “crisis del pan” en Túnez (1984), e insurrecciones de ciudades enteras, como Hama, en Siria (1982).
La represión política vino acompañada del alza de los precios y la falta de oportunidades para los jóvenes. Según las últimas cifras de desempleo publicadas por la base de datos CIA Worldfactbook, alrededor de 20% de los jóvenes sirios y egipcios no tiene empleo. Los números se replican, en mayor medida en Túnez, 23%, y aumentan drásticamente en Yemen, a 35%. La situación se agrava entre las mujeres, pues más de 50% de las universitarias carece de empleo en Egipto y Siria.
A pesar de que en las últimas décadas los regímenes árabes se enfrentaron sin chistar a huelgas obreras y movimientos contra fraudes electorales, sólo se sacudieron cuando los estudiantes comenzaron a movilizarse.
“Los estudiantes son el futuro de un país. Son los más educados y los más proclives al cambio”, dice Basha. Y precisa: “Usan las nuevas tecnologías, pueden hablar con cualquier persona en el mundo y han aprendido acerca de las libertades y los derechos fundamentales”.
Para ilustrar sus afirmaciones se refiere a la Universidad de Alepo, continuamente atacada por las fuerzas de seguridad del régimen de Al-Assad.
“No había muchas protestas en Alepo, la segunda ciudad siria más grande. Una vez que los estudiantes de la Universidad comenzaron a manifestarse por libertad, otros tomaron valor, se les unieron y rápidamente la protesta se diseminó.”
Siria no es la excepción. Las Universidades del Medio Oriente han sido centros de reunión y de asamblea tal y como sucede en la Ciudad Universitaria de la Ciudad de México.
En la Universidad de Sana’a, en Yemen, todavía hay campamentos que sirven para estudiar y protestar. Incluso, la Universidad del Cairo fue el centro donde se concentraron estudiantes que participaron en las cruentas batallas callejeras de enero y noviembre del 2011 contra las fuerzas de seguridad.
“Considero que los estudiantes de una nación pueden crear un movimiento que después será aceptado por los más viejos, por los más jóvenes y por la gente que no tiene la oportunidad de estudiar”, dice Basha.
Manipulación mediática
Afef Abrougi, joven periodista tunecina, explica a Proceso que los medios, tanto del Estado como los privados, eran usados por el régimen de Ben Alí como herramientas de propaganda. La Presse, Le Temps y Le Renouveau, los tres principales periódicos de Túnez, estaban vinculados al partido de Ben Alí, el Rally por la Democracia Constitucional (RCD). Hoy todavía siguen recibiendo dinero del Estado.
En Siria, dice Basha, los medios del Estado, periódicos como Tyshrin y Al-Thawra, repiten constantemente que la violencia es causada por “terroristas armados”. A lo que replica el estudiante: “la situación real es que el criminal es el gobierno mismo”.
“Es esencial encontrar otros espacios. Hemos criticado los medios de comunicación masiva todo el tiempo”, dice la activista tunecina Ben Mhenni, y especifica que los estudiantes y activistas trabajaron en paralelo a los medios oficiales, creando una red diferente de noticias y nuevos espacios para compartir información.
Para la periodista Abrougui, los medios de comunicación tienen todavía tal poder que comienzan a diseminar ideas sobre la necesidad de avalar y mantener el régimen.
“Una dictadura es más que un sistema y es toda una mentalidad. Muchos tunecinos piensan que si Ben Alí se hubiera quedado estaríamos mejor. Al menos bajo su régimen teníamos seguridad”, apunta.
La activista Ben Mhenni explica que cuando cae la cabeza del régimen ello no implica el fin de éste y de sus prácticas corruptas. Este ha sido, acota, uno de los mayores problemas que enfrentan los protagonistas de la primavera árabe.
“Esta gente está más organizada que nosotros; se escondieron un poco y ahora vinieron de regreso para hacer el trabajo sucio. No pusimos atención en lanzar un sistema de transición, ese fue el error”, lamenta.
Organización
A cuatro semanas de que el movimiento #Yosoy132 irrumpió en México, ya existe una coordinadora interuniversitaria, así como una línea de pensamiento que lo identifica y declaraciones que van tomando cuerpo en videos de Youtube.
En Egipto, el movimiento 25 de enero también tenía un pliego de seis puntos, así como un plan de acción para manifestarse inteligentemente. Sin embargo, a la caída del régimen surgió un problema: la falta de organización.
“Túnez se unió para pelear contra Ben Alí, pero la protesta no cuajó en un movimiento social de gran envergadura impulsado por gente joven para reconstruir Túnez”, cuenta Ben Mhenni.
Y agrega: “Derribar a Ben Alí fue más fácil que construir una democracia. Estábamos unidos en el pasado porque teníamos un enemigo común, pero ahora las metas son diferentes”.
Esta lideresa considera que el movimiento social de protesta en Egipto, Túnez y Siria fue horizontal y sin líderes; estima que se trató de un movimiento popular espontáneo y explica que para construir una democracia debe existir cierto liderazgo.
En el movimiento social egipcio hay rostros conocidos, como el de Gihan Ibrahim. En Túnez está la propia Ben Mhenni, pero estas activistas no encabezan ningún gran movimiento. Se trata de líderes de opinión con una lista de más de 10 mil seguidores de Twitter.
“Me gustaría dar un consejo a los jóvenes mexicanos: No crean que ganarán rápido, los cambios verdaderos toman mucho tiempo”, dice Afef Abrougi. Y explica: “A 18 meses de la caída de Ben Alí, estamos todavía luchando por una democracia real y por los derechos humanos.
“Me gustaría que hubiéramos tenido un líder como Luther King que hubiera unido a un Túnez dividido entre líneas ideológicas, islamistas y seculares. El presidente Moncef Marzouki está tratando de tomar ese papel pero ha fallado, no tiene poder ni estatura para hacerlo; es una estatua.”
A pesar de las diferencias que hay en estos países árabes, de la incertidumbre en que ha caído su movimiento y de la desorganización de la oposición, los entrevistados coinciden en lo que dice Basha:
“Un país no es un negocio de familia del dictador y su grupo de bandidos. Una nación debe ser manejada por y para la gente.”
Y apunta: “A los amigos de México les digo que la libertad vale más que todo, y deben esforzarse por conservarla”.
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