Jorge Zepeda Patterson
La encuesta de Reforma indicaría que López Obrador ha experimentado un retroceso en su embestida final para alcanzar a Peña Nieto. De 4 puntos de distancia habría retrocedido a 12, faltando apenas semana y media para la elección. El resto de las encuestas sigue reportando un margen superior a 10 puntos. Incluso la medición de Berumen, encargada por el sector académico, que fue difundida como un empate técnico, en realidad marcaba un promedio de separación de 6 puntos (EPN 30.9% a 35.9%; AMLO 22.8% a 31.8%). En realidad fue el diario Reforma quien ofreció el margen más estrecho con su encuesta de los 4 puntos, pero ha vuelto a abrir la brecha en su reporte de este martes.
Hace dos semanas todo parecía favorecer la posibilidad de un final de fotografía el 1 de julio. Pero algunas variables se han movido en los últimos días.
La principal de ellas fue el debate. No es que López Obrador lo haya perdido, ni mucho menos. De hecho se vio mejor que Peña Nieto, pero por muy poco margen según sondeos y análisis. En pleno crecimiento de su espuma, el debate debió ser la puntilla para rematar el ascenso del tabasqueño. Por desgracia, López Obrador fue el que menos horas dedicó a preparar su exposición. Confió en los argumentos en los que cree, que ha repetido una y otra vez en la plaza pública. Pero la televisión es implacable. El ritmo vertiginoso de la propia mecánica del debate, con un cronómetro a la vista de todos, contrastó con el tono pausado y en ocasiones repetitivo del mensaje del candidato de la izquierda. Era el único, por ejemplo, que miraba al moderador, Javier Solórzano, en lugar de fijar la vista en la cámara, es decir, en el teleauditorio.
Por el contrario, a Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota se les veía las horas dedicadas a preparar cada minuto de exposición, los simulacros que sostuvieron con sus colaboradores, las frases cuidadosamente preparadas para atacar o responder a los ataques, la enumeración de propuestas en cada punto. A Peña Nieto, todo eso le alcanzó apenas para pasar de panzazo, pero lo hizo. Está claro que hablar sin telepromter no es lo suyo, por más que trató de memorizarse todas sus fichas.
Pero Vázquez Mota lució atrevida, ingeniosa y documentada. Muchas de sus afirmaciones serían difíciles de comprobar y algunas de sus propuestas son irrealizables. Pero el tono y el fraseo estaban cuidadosamente preparados para causar un buen efecto. Lo consiguieron.
Justamente ese es el segundo factor que se modificó en las últimas semanas. Todo indica que el desplome de Josefina se ha detenido. Fox ganó en el 2000 gracias a que pudo concentrar el voto antipriísta; Cárdenas apenas consiguió un 17%. López Obrador necesitaba que ella siguiera cayendo hasta llegar a una cifra similar, de tal forma que el tabasqueño se viese beneficiado por el fenómeno del voto útil.
Por desgracia para AMLO el desplome de Josefina se estabilizó entre 22 y 24% de la intención de voto efectiva. Reforma incluso reporta un ligero crecimiento, presumiblemente por su desempeño en el debate.
Desde luego quedan todavía muchos cabos sueltos. El impacto de las redes, profundamente anti Peña Nieto, el debate de este martes convocado por los jóvenes “#YoSoy132” al que no acudirá el priísta, el peso de Morena que no conoceremos hasta el 1 de julio y el hecho de que los indecisos aún representan un porcentaje cercano a los 20 puntos. Todo eso contra el colchón de 10 o más puntos que presumiblemente tiene el abanderado del PRI.
La última andanada de encuestas serán decisivas para generar una percepción u otra. Recordemos que en esta encuesta, la última, cada empresa trata de hacer su mejor trabajo porque sus datos serán comparados con la votación final. Pero de igual forma, es tanto lo que se juega en esos resultados, que las casas encuestadoras serán objeto de una enorme presión.
La espuma que generó Andrés Manuel el mes pasado parece haberse estabilizado. La inevitabilidad del triunfo de Peña Nieto vuelve a rondar entre amplios círculos. AMLO necesitará un cierre histórico, un imponderable afortunado, un error mayúsculo del puntero, algo que genere en la opinión pública la noción de que el resultado del 1 de julio todavía está en el aire.
La encuesta de Reforma indicaría que López Obrador ha experimentado un retroceso en su embestida final para alcanzar a Peña Nieto. De 4 puntos de distancia habría retrocedido a 12, faltando apenas semana y media para la elección. El resto de las encuestas sigue reportando un margen superior a 10 puntos. Incluso la medición de Berumen, encargada por el sector académico, que fue difundida como un empate técnico, en realidad marcaba un promedio de separación de 6 puntos (EPN 30.9% a 35.9%; AMLO 22.8% a 31.8%). En realidad fue el diario Reforma quien ofreció el margen más estrecho con su encuesta de los 4 puntos, pero ha vuelto a abrir la brecha en su reporte de este martes.
Hace dos semanas todo parecía favorecer la posibilidad de un final de fotografía el 1 de julio. Pero algunas variables se han movido en los últimos días.
La principal de ellas fue el debate. No es que López Obrador lo haya perdido, ni mucho menos. De hecho se vio mejor que Peña Nieto, pero por muy poco margen según sondeos y análisis. En pleno crecimiento de su espuma, el debate debió ser la puntilla para rematar el ascenso del tabasqueño. Por desgracia, López Obrador fue el que menos horas dedicó a preparar su exposición. Confió en los argumentos en los que cree, que ha repetido una y otra vez en la plaza pública. Pero la televisión es implacable. El ritmo vertiginoso de la propia mecánica del debate, con un cronómetro a la vista de todos, contrastó con el tono pausado y en ocasiones repetitivo del mensaje del candidato de la izquierda. Era el único, por ejemplo, que miraba al moderador, Javier Solórzano, en lugar de fijar la vista en la cámara, es decir, en el teleauditorio.
Por el contrario, a Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota se les veía las horas dedicadas a preparar cada minuto de exposición, los simulacros que sostuvieron con sus colaboradores, las frases cuidadosamente preparadas para atacar o responder a los ataques, la enumeración de propuestas en cada punto. A Peña Nieto, todo eso le alcanzó apenas para pasar de panzazo, pero lo hizo. Está claro que hablar sin telepromter no es lo suyo, por más que trató de memorizarse todas sus fichas.
Pero Vázquez Mota lució atrevida, ingeniosa y documentada. Muchas de sus afirmaciones serían difíciles de comprobar y algunas de sus propuestas son irrealizables. Pero el tono y el fraseo estaban cuidadosamente preparados para causar un buen efecto. Lo consiguieron.
Justamente ese es el segundo factor que se modificó en las últimas semanas. Todo indica que el desplome de Josefina se ha detenido. Fox ganó en el 2000 gracias a que pudo concentrar el voto antipriísta; Cárdenas apenas consiguió un 17%. López Obrador necesitaba que ella siguiera cayendo hasta llegar a una cifra similar, de tal forma que el tabasqueño se viese beneficiado por el fenómeno del voto útil.
Por desgracia para AMLO el desplome de Josefina se estabilizó entre 22 y 24% de la intención de voto efectiva. Reforma incluso reporta un ligero crecimiento, presumiblemente por su desempeño en el debate.
Desde luego quedan todavía muchos cabos sueltos. El impacto de las redes, profundamente anti Peña Nieto, el debate de este martes convocado por los jóvenes “#YoSoy132” al que no acudirá el priísta, el peso de Morena que no conoceremos hasta el 1 de julio y el hecho de que los indecisos aún representan un porcentaje cercano a los 20 puntos. Todo eso contra el colchón de 10 o más puntos que presumiblemente tiene el abanderado del PRI.
La última andanada de encuestas serán decisivas para generar una percepción u otra. Recordemos que en esta encuesta, la última, cada empresa trata de hacer su mejor trabajo porque sus datos serán comparados con la votación final. Pero de igual forma, es tanto lo que se juega en esos resultados, que las casas encuestadoras serán objeto de una enorme presión.
La espuma que generó Andrés Manuel el mes pasado parece haberse estabilizado. La inevitabilidad del triunfo de Peña Nieto vuelve a rondar entre amplios círculos. AMLO necesitará un cierre histórico, un imponderable afortunado, un error mayúsculo del puntero, algo que genere en la opinión pública la noción de que el resultado del 1 de julio todavía está en el aire.
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