AMLO: ¿"modificar" o "sustituir" el Seguro Popular?

Gustavo Leal F. *

Correr el programa de Morena al centro, como lo corrió López Obrador, conlleva costos y riesgos. Para la salud y la seguridad social –donde se juega un terreno estratégico del bienestar, combate contra la desigualdad, cohesión social y convivencialidad– el primer costo consistió en cederle gratuitamente a los tecnócratas el debate sobre la agenda de la política pública. Franquearle el camino a su proyecto de perpetua reforma financiera sin impacto sobre la mejora del servicio: el seguro universal de Peña Nieto-Levy, repetido por Josefina Vázquez Mota. Un costo muy alto.

El segundo riesgo dejó sin salida, voz y lealtad a la plétora de evidencias que han confirmado –hasta el hartazgo– la mala factura, inviabilidad e inoperancia de las reformas impuestas por Zedillo (IMSS, 1995); Fox-Frenk (Seguro Popular, 2003) y Calderón (Issste, 2007), dado que las campañas no trataron el estado real que guardan la salud y seguridad social.

En la Ssa: de Soberón (Funsalud) a Chertorivski –pasando por De la Fuente, Frenk (Funsalud) y Córdova–; en el IMSS: de Borrego a Karam –pasando por Mario Luis Fuentes, Levy y Molinar Horcasitas–; en el Issste: de González Roaro a Hidalgo –pasando por Yunes y Villalobos–. Un riesgo también muy alto.

Para decirlo en el tecnocrático y deliberadamente descontextualizado lenguaje de Julio Frenk (Funsalud): Por su propia naturaleza, los temas de la salud tienden a unificarnos, pues representan un valor universal compartido por las principales ideologías y plataformas políticas. ¿Unificarnos sin pasar antes por la báscula el saldo de sus fallidas reformas como las del fracasado Seguro Popular?

La designación del reconocido oncólogo, el doctor Sergio Rodríguez Cuevas, como secretario de Salud del anticipado gabinete de AMLO, despertó un entendible entusiasmo al ubicar al frente de la toma de decisiones sectoriales la indispensable voz de los clínicos, silenciada desde los años de Soberón y más recientemente traicionada por José Ángel Córdova Villalobos, titular del ramo con Calderón. Venturosamente, su primer diagnóstico contempla las preocupaciones gremiales para dignificar a los profesionales de la salud.

Lamentablemente, Rodríguez ha iniciado su brega con un penoso traspié. Al presentar su propuesta (4/3/2012) eludió criticar de frente, como debía haberlo hecho un clínico de carne y hueso, el más que fallido programa emblema de la tecnocracia sanitaria: el Seguro Popular. Tampoco propuso explícitamente cancelarlo, como debía haberle cumplido a su electorado potencial, harto del mal servicio, desabasto, corrupción, afiliaciones automáticas, fantástica cobertura universal calderonista y uso discrecional de sus recursos por cuenta de los gobernadores.

Rodríguez es un valioso cuadro clínico empecinado en encontrarle algunos beneficios, como suele suceder a casi todos los buenos galenos. Pero su visión es incompleta e insuficiente. Sólo evalúa que el Seguro Popular está fraccionado y no ha cumplido con el objetivo de atención universal. Es una buena idea con serias deficiencias. ¿Buena?

Pero eso no es todo. Rodríguez también aludió a una suerte de agenda alternativa en la que establece que el sistema de salud en México sufre de una desigualdad importante y se enfoca a atender los efectos de las enfermedades, pero no su diagnóstico temprano. ¡Por supuesto!

Pero debería haber agregado, inmediatamente y a continuación, qué haría él para garantizar atención integral, políticas preventivas eficaces que no culpabilicen al paciente, como las de los tecnócratas, y su deslinde respecto del nicho de mercado que ellos pretenden implantar en el sector.

Esa agenda alternativa es extremadamente pobre y, desgraciadamente, no se distingue de la que ya ofertan los reformistas José Ángel Córdova, Enrique Peña Nieto (Santiago Levy), Salomón Chertorivski y David García Junco.

Por ejemplo: Rodríguez asegura que incluirá en los programas de estudio la materia de salud para hacer corresponsables a los alumnos de su bienestar, así como que las dependencias de salud trabajen coordinadamente con la Sedeso ¡para aplicar proyectos generales de higiene familiar! ¿Qué significará esta poco afortunada coincidencia?

Rodríguez agrega, también, que uno de los ejes de su propuesta será unificar el sistema, sin desaparecer las instituciones públicas ni el Seguro Popular y reorientando los recursos. Es del todo claro que nadie en su sano juicio puede oponerse a la unificación sectorial. Pero Rodríguez debería agregar de inmediato el cómo, y nuevamente deslindarse explícitamente del universalismo de paquetes básicos mínimos que promueven los tecnócratas.

Rodríguez esquiva el problema de fondo de la racionada universalidad de Peña-Levy y Vázquez Mota: más impuestos y menos prestaciones, generalizando el Seguro Popular y el Seguro Médico para una Nueva Generación.

En suma: hasta el momento, Rodríguez Cuevas carece de propuesta alternativa, a más de que emulando a los tecnócratas, no da cuerpo adecuado a la sociedad, actores y problemas que animan la política pública. Su visión de la participación en el diseño y toma de decisiones sanitarias coincide enteramente con los tecnócratas que han depredado el sector desde 1982 con De la Madrid.

La omisión en su propuesta de la centralidad del IMSS y el Issste es escandalosamente notoria, así como la carencia de una vía inmediata para mejorar los servicios sin reformas –la demanda ciudadana más sentida y sonada– también.

AMLO teme que le opongan a los afiliados al Seguro Popular, pero correr su programa al centro resultó muy costoso. ¿Hasta dónde avanzará la propuesta de Rodríguez Cuevas? ¿Quién y cómo asumirá el relevo en Morena ya como un movimiento social después del desenlace electoral de 2012?

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