Raymundo Riva Palacio
Los juegos pirotécnicos iluminan el cielo del electorado mexicano en estos días, donde los políticos profesionales aprovechan una larga cultura de fraude para lanzar distractores y ajustar estrategias para el 1 de julio. Eso hizo este miércoles el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, cuando denunció al secretario de Organización Electoral del PRI, Miguel Ángel Osorio Chong, de ser autor intelectual de la compra de voto a través de gobernadores priistas. López Obrador trabajó el sique, al unir los viejos clientelismos electorales, y el hecho de una reciente reunión del candidato Enrique Peña Nieto con 10 gobernadores de su partido.
López Obrador aportó como prueba de la compra de voto nacional un manual del PRI en Coatepec donde habla de la movilización de seis mil votantes el día de la elección. La solidez de la prueba, en un ambiente electoral como el mexicano, es irrelevante. Tanto, que antes de que ofreciera algo más que su palabra, los conductores de radio -que siempre lo critican por faltar a su palabra- buscaron la reacción de Osorio Chong. Lo paradójico es que ambos saben que ese diferendo tiene otro fondo; lo relevante es lo que está detrás de la acusación.
¿Por qué López Obrador denunció a Osorio Chong, que no aparecerá en la boleta el día de la elección? ¿Por qué no a Peña Nieto, que es su adversario? ¿O a algún gobernador? Porque el golpe que dio fue quirúrgico. Atacar a Osorio Chong mina al responsable de la operación de tierra del PRI en todo el país. Las campañas políticas se dividen en dos: las de aire, que son en medios electrónicos, y las de tierra, que son mítines, movilizaciones y desplazamiento de la estructura del partido antes y el día de la elección. Una campaña de aire puede ser altamente exitosa, pero sin una campaña de tierra poderosa, la victoria puede complicarse.
Parte del fracaso que ha tenido Josefina Vázquez Mota en esta campaña es el error estratégico del PAN al votar a favor la reforma electoral en 2007 que les quitó espacios en medios electrónicos, que era su fortaleza al carecer de maquinaria política terrestre. Parte del éxito de López Obrador en 2006 y su apuesta para 2012, radica en la operación terrestre. En 2006 el PRI demostró la fuerza de su aparato, cuando su candidato presidencial Roberto Madrazo apenas si alcanzó 22% del voto, mientras que diputados y senadores conquistaron más de 28%. Si bien es cierto que los candidatos son muy importantes, ha sido la maquinaria del PRI la que ha propiciado victorias en racimo durante el último sexenio.
Exhibir públicamente a Osorio Chong para distraerlo de sus responsabilidades fue una jugada inteligente. El miércoles de la denuncia, por ejemplo, en lugar de que el secretario de Organización Electoral tuviera todas sus reuniones con los operadores, tuvo que dedicarle horas a preparar la defensa ante el tabasqueño y atender las entrevistas que le solicitaron para rebatirlo. Es decir, el objetivo inicial de López Obrador fue exitoso.
El candidato de la izquierda necesita incubar la idea de cooptación de voto para el 1 de julio porque es un elemento de prueba jurídica para respaldar una denuncia de anulación de la elección. Lo necesita, además, porque Morena, la organización que construyó durante seis años, le ha fallado. En varios estados, como México y Tamaulipas, inflaron el padrón, por lo que toda la estructura y los votantes que creía tener no existen, y las mentiras de sus coordinadores -descubiertas hace unos cuatro meses-, le impedirán tener representantes en todas las casillas, como lo prometió. La operación terrestre de López Obrador, cuyas fallas notables en 2006 fueron uno de los factores de su derrota, lo persigue una vez más en 2012.
Su golpe fue preventivo y estratégico. De la forma como construya un caso de manipulación y compra de voto, y de cómo lo pueda documentar, dependerá qué tan efectivo resulte al final. Pero no hay que adelantarse. La primera fase de esta nueva estrategia ya arrancó, y mientras él y Osorio Chong juegan con el imaginario nacional, las estructuras de sus partidos y campañas se alistan para la batalla territorial del 1 de julio, el día de la verdad.
Los juegos pirotécnicos iluminan el cielo del electorado mexicano en estos días, donde los políticos profesionales aprovechan una larga cultura de fraude para lanzar distractores y ajustar estrategias para el 1 de julio. Eso hizo este miércoles el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, cuando denunció al secretario de Organización Electoral del PRI, Miguel Ángel Osorio Chong, de ser autor intelectual de la compra de voto a través de gobernadores priistas. López Obrador trabajó el sique, al unir los viejos clientelismos electorales, y el hecho de una reciente reunión del candidato Enrique Peña Nieto con 10 gobernadores de su partido.
López Obrador aportó como prueba de la compra de voto nacional un manual del PRI en Coatepec donde habla de la movilización de seis mil votantes el día de la elección. La solidez de la prueba, en un ambiente electoral como el mexicano, es irrelevante. Tanto, que antes de que ofreciera algo más que su palabra, los conductores de radio -que siempre lo critican por faltar a su palabra- buscaron la reacción de Osorio Chong. Lo paradójico es que ambos saben que ese diferendo tiene otro fondo; lo relevante es lo que está detrás de la acusación.
¿Por qué López Obrador denunció a Osorio Chong, que no aparecerá en la boleta el día de la elección? ¿Por qué no a Peña Nieto, que es su adversario? ¿O a algún gobernador? Porque el golpe que dio fue quirúrgico. Atacar a Osorio Chong mina al responsable de la operación de tierra del PRI en todo el país. Las campañas políticas se dividen en dos: las de aire, que son en medios electrónicos, y las de tierra, que son mítines, movilizaciones y desplazamiento de la estructura del partido antes y el día de la elección. Una campaña de aire puede ser altamente exitosa, pero sin una campaña de tierra poderosa, la victoria puede complicarse.
Parte del fracaso que ha tenido Josefina Vázquez Mota en esta campaña es el error estratégico del PAN al votar a favor la reforma electoral en 2007 que les quitó espacios en medios electrónicos, que era su fortaleza al carecer de maquinaria política terrestre. Parte del éxito de López Obrador en 2006 y su apuesta para 2012, radica en la operación terrestre. En 2006 el PRI demostró la fuerza de su aparato, cuando su candidato presidencial Roberto Madrazo apenas si alcanzó 22% del voto, mientras que diputados y senadores conquistaron más de 28%. Si bien es cierto que los candidatos son muy importantes, ha sido la maquinaria del PRI la que ha propiciado victorias en racimo durante el último sexenio.
Exhibir públicamente a Osorio Chong para distraerlo de sus responsabilidades fue una jugada inteligente. El miércoles de la denuncia, por ejemplo, en lugar de que el secretario de Organización Electoral tuviera todas sus reuniones con los operadores, tuvo que dedicarle horas a preparar la defensa ante el tabasqueño y atender las entrevistas que le solicitaron para rebatirlo. Es decir, el objetivo inicial de López Obrador fue exitoso.
El candidato de la izquierda necesita incubar la idea de cooptación de voto para el 1 de julio porque es un elemento de prueba jurídica para respaldar una denuncia de anulación de la elección. Lo necesita, además, porque Morena, la organización que construyó durante seis años, le ha fallado. En varios estados, como México y Tamaulipas, inflaron el padrón, por lo que toda la estructura y los votantes que creía tener no existen, y las mentiras de sus coordinadores -descubiertas hace unos cuatro meses-, le impedirán tener representantes en todas las casillas, como lo prometió. La operación terrestre de López Obrador, cuyas fallas notables en 2006 fueron uno de los factores de su derrota, lo persigue una vez más en 2012.
Su golpe fue preventivo y estratégico. De la forma como construya un caso de manipulación y compra de voto, y de cómo lo pueda documentar, dependerá qué tan efectivo resulte al final. Pero no hay que adelantarse. La primera fase de esta nueva estrategia ya arrancó, y mientras él y Osorio Chong juegan con el imaginario nacional, las estructuras de sus partidos y campañas se alistan para la batalla territorial del 1 de julio, el día de la verdad.
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