Jorge Diaz
Cuántos de nosotros hemos pasado por una gran cantidad de calles a lo largo del país para constatar que la naturaleza no sólo es sabia, sino fuerte, se abre camino en lugares inimaginables. Contra toda lógica, banquetas, muros, techos y puentes construidos con el propósito de contener el crecimiento de plantas y favorecer el paso y la comodidad de los humanos, se ven derrotados por una fuerza que antes de ser evidente a los ojos, paciente e invisiblemente se instala en las entrañas de lo construido por el hombre para florecer.
Basta una pequeña grieta en el concreto donde se acumulen unos pocos gramos de tierra para que se acomode una microscópica semilla, nazca una planta y reclame su espacio. Es gracioso que cuando se termina de construir cualquiera de estas magnas obras de concreto, por alguna ceguera mental, las personas asuman que dicha construcción permanecerá intacta, inviolable, poderosa por siempre, para que al cabo de un tiempo se den cuenta que la naturaleza ya llegó y floreció aun a pesar de sus deseos.
Es triste constatar que algunos en el enfado de ver la intromisión de esas indeseables plantas, utilicen el recurso de cortarlas de raíz, quemarlas, envenenarlas o asfixiarlas con más concreto. Aunque bien sabemos que si no es ahí donde permanecerá por la furibunda acción del hombre, crecerá y florecerá en otro lado, puesto que por sabias razones, la naturaleza aprovechó el tiempo precioso de su existencia para asegurarse que sus semillas ya han volado hacia otros lados.
Cuando todo parecía decidido en las campañas electorales, cuando el letargo de los más viejos se conformaba con ser simples observadores, cuando el hartazgo por el fallido experimento que había demostrado ser la democracia, la alternancia y los gobernantes de ornato que padecimos durante doce años, cuando la molestia por los mesías de dos caras llegaba al punto de la desconfianza bien fundada en los hechos, cuando el cuello ya no resistía más por los ofensivos castillos de pureza y cinismo que construyeron los que ven al pueblo desde lo alto y le dictan lo que tiene que ver, leer y escuchar, se abrió una pequeña grieta en el concreto de nuestra sociedad… y la semilla se instaló.
La tierra, por poca que sea, fue suficiente para que se germinara un movimiento que no debe acabar el primero de Julio, ni ser secuestrado por los intereses mezquinos de unos, ni engullido por los temores de otros a perder lo que han arrebatado.
Se habrán de cometer errores, imprecisiones y titubeos, pero el camino es el correcto. Podrá existir la tentación de algunos por cortarlas de raíz, quemarlas, envenenarlas o asfixiarlas con el concreto que durante décadas contuvo a los mas viejos, pero es demasiado tarde, la naturaleza aprovechó el tiempo precioso de su existencia para asegurarse que sus semillas ya han volado hacia otros lados.
Después de las manifestaciones del miércoles en el Distrito Federal y otros estados de la república donde la importancia del movimiento se muestra como una realidad innegable y una necesidad urgente, no hay vuelta atrás, todo México tiene que ser 132.
Cuántos de nosotros hemos pasado por una gran cantidad de calles a lo largo del país para constatar que la naturaleza no sólo es sabia, sino fuerte, se abre camino en lugares inimaginables. Contra toda lógica, banquetas, muros, techos y puentes construidos con el propósito de contener el crecimiento de plantas y favorecer el paso y la comodidad de los humanos, se ven derrotados por una fuerza que antes de ser evidente a los ojos, paciente e invisiblemente se instala en las entrañas de lo construido por el hombre para florecer.
Basta una pequeña grieta en el concreto donde se acumulen unos pocos gramos de tierra para que se acomode una microscópica semilla, nazca una planta y reclame su espacio. Es gracioso que cuando se termina de construir cualquiera de estas magnas obras de concreto, por alguna ceguera mental, las personas asuman que dicha construcción permanecerá intacta, inviolable, poderosa por siempre, para que al cabo de un tiempo se den cuenta que la naturaleza ya llegó y floreció aun a pesar de sus deseos.
Es triste constatar que algunos en el enfado de ver la intromisión de esas indeseables plantas, utilicen el recurso de cortarlas de raíz, quemarlas, envenenarlas o asfixiarlas con más concreto. Aunque bien sabemos que si no es ahí donde permanecerá por la furibunda acción del hombre, crecerá y florecerá en otro lado, puesto que por sabias razones, la naturaleza aprovechó el tiempo precioso de su existencia para asegurarse que sus semillas ya han volado hacia otros lados.
Cuando todo parecía decidido en las campañas electorales, cuando el letargo de los más viejos se conformaba con ser simples observadores, cuando el hartazgo por el fallido experimento que había demostrado ser la democracia, la alternancia y los gobernantes de ornato que padecimos durante doce años, cuando la molestia por los mesías de dos caras llegaba al punto de la desconfianza bien fundada en los hechos, cuando el cuello ya no resistía más por los ofensivos castillos de pureza y cinismo que construyeron los que ven al pueblo desde lo alto y le dictan lo que tiene que ver, leer y escuchar, se abrió una pequeña grieta en el concreto de nuestra sociedad… y la semilla se instaló.
La tierra, por poca que sea, fue suficiente para que se germinara un movimiento que no debe acabar el primero de Julio, ni ser secuestrado por los intereses mezquinos de unos, ni engullido por los temores de otros a perder lo que han arrebatado.
Se habrán de cometer errores, imprecisiones y titubeos, pero el camino es el correcto. Podrá existir la tentación de algunos por cortarlas de raíz, quemarlas, envenenarlas o asfixiarlas con el concreto que durante décadas contuvo a los mas viejos, pero es demasiado tarde, la naturaleza aprovechó el tiempo precioso de su existencia para asegurarse que sus semillas ya han volado hacia otros lados.
Después de las manifestaciones del miércoles en el Distrito Federal y otros estados de la república donde la importancia del movimiento se muestra como una realidad innegable y una necesidad urgente, no hay vuelta atrás, todo México tiene que ser 132.
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