Ricardo Alemán
Generalmente ajenas a los capitalinos e incluso para la llamada prensa nacional, las elecciones con el fin de renovar los gobiernos estatales empezarán a ser noticia cuando se conviertan en factor de suma o resta para las elecciones federales.
Como todos saben, el 1 de julio próximo, además de la elección presidencial y la renovación del Congreso de la Unión, se elegirá jefe de Gobierno en el DF y gobernadores en los estados de Tabasco, Chiapas, Yucatán, Guanajuato, Jalisco y Morelos.
En el caso de los procesos estatales electorales, no habrá sorpresas en la capital del país, donde las izquierdas continuarán gobernando, en tanto que en Guanajuato la derecha mantendrá una hegemonía aplastante, al tiempo que el PRI seguirá siendo primera fuerza en Yucatán.
En realidad las sorpresas se darán en Chiapas, donde el PRI regresará al poder por la vía del Partido Verde; en Morelos, donde el PAN perderá ante el PRI o ante las izquierdas —en ese orden—, además de que los cambios más significativos se podrían producir en Tabasco y Jalisco. Por eso hoy nos ocuparemos de estos dos últimos procesos electorales.
Por razones políticas —más que debido a su valor electoral o en votos—, la elección de Tabasco parece haberse convertido en la joya de la corona de las elecciones estatales. ¿Por qué? Primero, porque podría significar la primera derrota electoral de Enrique Peña Nieto. Segundo, porque se trata del terruño de AMLO y podría ser una contundente victoria del candidato presidencial de las izquierdas. Y, tercero, porque de resultar derrotado el PRI, asistiríamos a la victoria de otro reputado ex priista que le gana al PRI.
Y es que si bien en Tabasco siempre ha gobernado el tricolor —y acaso por eso—, hoy ese partido vive uno de sus peores momentos en las tierras del trópico húmedo, luego de que los tabasqueños han padecido a uno de sus peores gobernadores.
Hablamos del mandatario priista saliente, Andrés Granier, cuya gestión fue víctima no sólo de las plagas naturales propias de la región —las inundaciones y el crimen—, sino de una plaga con nombres y apellidos: la escandalosa corrupción de los hijos y parientes del químico Granier. Y es tal el desprestigio del gobierno tricolor saliente, que el ex priista y hoy perredista, Arturo Núñez, tiene todo para arrebatarle el gobierno al PRI.
Lo cierto es que en Tabasco es difícil hablar de un triunfo de la oposición. Lo correcto sería referirse a una derrota del PRI a causa del cuestionado gobierno de Granier quien —el colmo— promovió en el Congreso una grosera reforma para brindarle protección casi vitalicia a todo su gabinete y parentela. Dice la citada ley —que el PRI aprobó al vapor en el Congreso local— que, debido a la situación de inseguridad, que vulnera a los servidores públicos y a sus familiares, se les dará protección oficial hasta en tanto la situación no cambie. Es decir, de por vida. ¿Y qué significa eso? Pagar con dinero público a una casta divina.
Pero, claro, los priistas están lejos de abandonar la plaza. Y es que para el candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, Tabasco no sólo significa un puñado de votos —en realidad nada para despeinarse—, sino que se ha convertido en emblema de la victoria presidencial del PRI, frente a su más intenso adversario, Andrés Manuel López Obrador.
Por eso, en Tabasco, el PRI dará la batalla con todo, para empujar a su candidato Jesús Alí, quien, por cierto, no crece.
En Jalisco la historia es otra, ya que se trata de una de las seis entidades que, sumadas —Estado de México, Distrito Federal, Veracruz, Puebla, Jalisco y Guanajuato—, darían la victoria a un candidato presidencial. Hoy, el estado de Jalisco está en manos del PAN, pero ha resultado tan cuestionada la gestión del gobernador saliente, Emilio González Márquez, que el candidato del PRI, Jorge Aristóteles Sandoval, supera por mucho al aspirante del partido azul, Fernando Guzmán.
Contrario a lo que pasa con Tabasco, Jalisco sí resulta estratégico para el PRI, ya que, de las seis entidades antes citadas, sólo tiene mayoría en el Estado de México y en Veracruz. Por eso la importancia de arrebatarle al PAN el estado de Jalisco, ya que el Distrito Federal seguirá en manos de las izquierdas, Guanajuato se mantendrá como bastión azul, mientras que Puebla permanece en el limbo entre el PAN y el Panal.
EN EL CAMINO
Imparable el crimen en Nuevo León, Tamaulipas, Sinaloa, Jalisco… Hasta hoy, los candidatos presidenciales poco hablan de la influencia de la violencia en la elección presidencial. No pueden voltear para otro lado por más tiempo. Al tiempo.
Generalmente ajenas a los capitalinos e incluso para la llamada prensa nacional, las elecciones con el fin de renovar los gobiernos estatales empezarán a ser noticia cuando se conviertan en factor de suma o resta para las elecciones federales.
Como todos saben, el 1 de julio próximo, además de la elección presidencial y la renovación del Congreso de la Unión, se elegirá jefe de Gobierno en el DF y gobernadores en los estados de Tabasco, Chiapas, Yucatán, Guanajuato, Jalisco y Morelos.
En el caso de los procesos estatales electorales, no habrá sorpresas en la capital del país, donde las izquierdas continuarán gobernando, en tanto que en Guanajuato la derecha mantendrá una hegemonía aplastante, al tiempo que el PRI seguirá siendo primera fuerza en Yucatán.
En realidad las sorpresas se darán en Chiapas, donde el PRI regresará al poder por la vía del Partido Verde; en Morelos, donde el PAN perderá ante el PRI o ante las izquierdas —en ese orden—, además de que los cambios más significativos se podrían producir en Tabasco y Jalisco. Por eso hoy nos ocuparemos de estos dos últimos procesos electorales.
Por razones políticas —más que debido a su valor electoral o en votos—, la elección de Tabasco parece haberse convertido en la joya de la corona de las elecciones estatales. ¿Por qué? Primero, porque podría significar la primera derrota electoral de Enrique Peña Nieto. Segundo, porque se trata del terruño de AMLO y podría ser una contundente victoria del candidato presidencial de las izquierdas. Y, tercero, porque de resultar derrotado el PRI, asistiríamos a la victoria de otro reputado ex priista que le gana al PRI.
Y es que si bien en Tabasco siempre ha gobernado el tricolor —y acaso por eso—, hoy ese partido vive uno de sus peores momentos en las tierras del trópico húmedo, luego de que los tabasqueños han padecido a uno de sus peores gobernadores.
Hablamos del mandatario priista saliente, Andrés Granier, cuya gestión fue víctima no sólo de las plagas naturales propias de la región —las inundaciones y el crimen—, sino de una plaga con nombres y apellidos: la escandalosa corrupción de los hijos y parientes del químico Granier. Y es tal el desprestigio del gobierno tricolor saliente, que el ex priista y hoy perredista, Arturo Núñez, tiene todo para arrebatarle el gobierno al PRI.
Lo cierto es que en Tabasco es difícil hablar de un triunfo de la oposición. Lo correcto sería referirse a una derrota del PRI a causa del cuestionado gobierno de Granier quien —el colmo— promovió en el Congreso una grosera reforma para brindarle protección casi vitalicia a todo su gabinete y parentela. Dice la citada ley —que el PRI aprobó al vapor en el Congreso local— que, debido a la situación de inseguridad, que vulnera a los servidores públicos y a sus familiares, se les dará protección oficial hasta en tanto la situación no cambie. Es decir, de por vida. ¿Y qué significa eso? Pagar con dinero público a una casta divina.
Pero, claro, los priistas están lejos de abandonar la plaza. Y es que para el candidato presidencial, Enrique Peña Nieto, Tabasco no sólo significa un puñado de votos —en realidad nada para despeinarse—, sino que se ha convertido en emblema de la victoria presidencial del PRI, frente a su más intenso adversario, Andrés Manuel López Obrador.
Por eso, en Tabasco, el PRI dará la batalla con todo, para empujar a su candidato Jesús Alí, quien, por cierto, no crece.
En Jalisco la historia es otra, ya que se trata de una de las seis entidades que, sumadas —Estado de México, Distrito Federal, Veracruz, Puebla, Jalisco y Guanajuato—, darían la victoria a un candidato presidencial. Hoy, el estado de Jalisco está en manos del PAN, pero ha resultado tan cuestionada la gestión del gobernador saliente, Emilio González Márquez, que el candidato del PRI, Jorge Aristóteles Sandoval, supera por mucho al aspirante del partido azul, Fernando Guzmán.
Contrario a lo que pasa con Tabasco, Jalisco sí resulta estratégico para el PRI, ya que, de las seis entidades antes citadas, sólo tiene mayoría en el Estado de México y en Veracruz. Por eso la importancia de arrebatarle al PAN el estado de Jalisco, ya que el Distrito Federal seguirá en manos de las izquierdas, Guanajuato se mantendrá como bastión azul, mientras que Puebla permanece en el limbo entre el PAN y el Panal.
EN EL CAMINO
Imparable el crimen en Nuevo León, Tamaulipas, Sinaloa, Jalisco… Hasta hoy, los candidatos presidenciales poco hablan de la influencia de la violencia en la elección presidencial. No pueden voltear para otro lado por más tiempo. Al tiempo.
Comentarios