Axel Didraksson
La cuerda se fue deshilvanando lentamente a golpe de mazazos. Lo que debería haber sido el punto de amarre de acuerdos, compromisos, recursos y programas exitosos, fue estrujándose hasta hacerse un hilo débil, apenas persistente, y tronó. El fracaso de la educación en el país, su obsolescencia o falta de modernidad y de calidad, empezó a dejar fracturas, cortes divergentes, desazón por todos lados, y multitudes de niños y jóvenes que en lugar de aprovechar lo que el sistema puede tener de bueno quedaron a la deriva. Esto ahora se ha convertido, casi de manera insospechada, en un creciente espacio de resistencia y de oposición hacia las políticas y los gobiernos que han envilecido el sector.
El hecho es que están manifestándose las más variadas formas de protesta y quedando al descubierto las carencias del sistema educativo nacional: desde las manifestaciones cada vez más frecuentes y radicales del magisterio, que ha exhibido como pocos las componendas entre la dirigencia del SNTE y el gobierno del PAN –las que han llegado hasta el nivel de un pleito vergonzoso entre la lideresa de ese sindicato y la ahora candidata a la presidencia del PAN–, hasta la contracción de los recursos públicos hacia las universidades que impulsó a las escuelas privadas e incrementó el número de estudiantes con la misma desesperanza frente a un mercado laboral incierto, al tiempo que, como nunca antes, millones de jóvenes han quedado en la cola del infortunio social.
Mientras inclusive algunas escuelas privadas están siendo focos de movilización y protesta, se resiente la ignorancia de los 35 millones de mexicanos adultos que no pudieron terminar su educación básica. Igualmente, muchos tienen que trabajar para mantenerse estudiando, o padecen los peores salarios profesionales del país, como el magisterio, o deben soportar a la burocracia infame de la SEP y dejar pasar la repartición de las cuotas sindicales para un puñado de familiares de la ahora enemiga número uno de la candidata a la Presidencia del PAN, la gran amiga de Felipe Calderón. Para rematar, aún no se atina a ponerle fecha a una prueba universal para el magisterio, porque todavía no se saben ni la cantidad de maestros a los que se aplicará ni los contenidos que debe tener la forma estándar.
Mientras tanto, se ha denunciado que servidores públicos han incurrido en omisiones o en incumplimiento de obligaciones, constitutivos de posibles delitos, al dejar de orientar e invertir recursos que suman 464 mil 484 millones de pesos, los cuales hubieran podido servir para incrementar la planta de investigadores jóvenes, para desarrollar proyectos e innovaciones o para proponer soluciones a ingentes problemas de la vida y de la sociedad.
Por eso desde esos espacios en los que se construyen los conocimientos, la educación o la cultura se está destejiendo la madeja de triquiñuelas con las que pretendían seguir engañando a profesores, investigadores, estudiantes y directivos, y ello va a tener un decisivo impacto en las elecciones federales del 1 de julio, pese a los dogmáticos y fervientes creyentes de las encuestas diarias que nunca encuentran más que tendencias idénticas, o los analistas que sólo ven imitaciones o similitudes con lo que ocurre en España, Grecia o Chile.
En este contexto se produjo el “viernes negro” de Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana, en contraste con el desbordante recibimiento que en la misma universidad tuvo Andrés Manuel López Obrador; luego, el mitin apoteósico y multitudinario, como pocos, que se dio el lunes 21 de mayo en la Plaza de la Tres Culturas, en Tlatelolco, donde López Obrador reconoció que estaba frente a la generación del recambio democrático; asimismo, llegaron los mítines relámpago frente a Televisa y el diario Milenio por la indignación que han causado lo que los jóvenes consideran manipulación descarada en sus portadas y en el manejo de la información; o la concentración frente a la (ahora así llamada) “Estela de la Corrupción”, en la Avenida Reforma, y la manifestación natural y festiva de muchos ciudadanos a favor de las frescas frases de los estudiantes. Todo ello, en suma, ha de tener bastante preocupados a los equipos de campaña de Peña Nieto y de Vázquez Mota, al igual que a sus respectivos aparatos electorales.
A poco más de un mes del cierre de las campañas, con el movimiento de jóvenes y estudiantes el tema educativo se ha vuelto crucial y, políticamente, una novedad. Frases como las de Peña Nieto en el sentido de que se trata de “algunos hechos que sólo hay que lamentar”, o como las de Vázquez Mota referentes a que no tienen importancia porque son “neutrales” y vacías de contenido en la lucha electoral, pueden, por el contrario, abonar su radicalización. Ya se verá qué pasa si se juntan jóvenes desempleados, estudiantes y ciudadanos para decir lo que quieran a sus anchas, y si cada uno de ellos se pone a cuidar casillas con el propósito de no permitir el fraude.
La cuerda se fue deshilvanando lentamente a golpe de mazazos. Lo que debería haber sido el punto de amarre de acuerdos, compromisos, recursos y programas exitosos, fue estrujándose hasta hacerse un hilo débil, apenas persistente, y tronó. El fracaso de la educación en el país, su obsolescencia o falta de modernidad y de calidad, empezó a dejar fracturas, cortes divergentes, desazón por todos lados, y multitudes de niños y jóvenes que en lugar de aprovechar lo que el sistema puede tener de bueno quedaron a la deriva. Esto ahora se ha convertido, casi de manera insospechada, en un creciente espacio de resistencia y de oposición hacia las políticas y los gobiernos que han envilecido el sector.
El hecho es que están manifestándose las más variadas formas de protesta y quedando al descubierto las carencias del sistema educativo nacional: desde las manifestaciones cada vez más frecuentes y radicales del magisterio, que ha exhibido como pocos las componendas entre la dirigencia del SNTE y el gobierno del PAN –las que han llegado hasta el nivel de un pleito vergonzoso entre la lideresa de ese sindicato y la ahora candidata a la presidencia del PAN–, hasta la contracción de los recursos públicos hacia las universidades que impulsó a las escuelas privadas e incrementó el número de estudiantes con la misma desesperanza frente a un mercado laboral incierto, al tiempo que, como nunca antes, millones de jóvenes han quedado en la cola del infortunio social.
Mientras inclusive algunas escuelas privadas están siendo focos de movilización y protesta, se resiente la ignorancia de los 35 millones de mexicanos adultos que no pudieron terminar su educación básica. Igualmente, muchos tienen que trabajar para mantenerse estudiando, o padecen los peores salarios profesionales del país, como el magisterio, o deben soportar a la burocracia infame de la SEP y dejar pasar la repartición de las cuotas sindicales para un puñado de familiares de la ahora enemiga número uno de la candidata a la Presidencia del PAN, la gran amiga de Felipe Calderón. Para rematar, aún no se atina a ponerle fecha a una prueba universal para el magisterio, porque todavía no se saben ni la cantidad de maestros a los que se aplicará ni los contenidos que debe tener la forma estándar.
Mientras tanto, se ha denunciado que servidores públicos han incurrido en omisiones o en incumplimiento de obligaciones, constitutivos de posibles delitos, al dejar de orientar e invertir recursos que suman 464 mil 484 millones de pesos, los cuales hubieran podido servir para incrementar la planta de investigadores jóvenes, para desarrollar proyectos e innovaciones o para proponer soluciones a ingentes problemas de la vida y de la sociedad.
Por eso desde esos espacios en los que se construyen los conocimientos, la educación o la cultura se está destejiendo la madeja de triquiñuelas con las que pretendían seguir engañando a profesores, investigadores, estudiantes y directivos, y ello va a tener un decisivo impacto en las elecciones federales del 1 de julio, pese a los dogmáticos y fervientes creyentes de las encuestas diarias que nunca encuentran más que tendencias idénticas, o los analistas que sólo ven imitaciones o similitudes con lo que ocurre en España, Grecia o Chile.
En este contexto se produjo el “viernes negro” de Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana, en contraste con el desbordante recibimiento que en la misma universidad tuvo Andrés Manuel López Obrador; luego, el mitin apoteósico y multitudinario, como pocos, que se dio el lunes 21 de mayo en la Plaza de la Tres Culturas, en Tlatelolco, donde López Obrador reconoció que estaba frente a la generación del recambio democrático; asimismo, llegaron los mítines relámpago frente a Televisa y el diario Milenio por la indignación que han causado lo que los jóvenes consideran manipulación descarada en sus portadas y en el manejo de la información; o la concentración frente a la (ahora así llamada) “Estela de la Corrupción”, en la Avenida Reforma, y la manifestación natural y festiva de muchos ciudadanos a favor de las frescas frases de los estudiantes. Todo ello, en suma, ha de tener bastante preocupados a los equipos de campaña de Peña Nieto y de Vázquez Mota, al igual que a sus respectivos aparatos electorales.
A poco más de un mes del cierre de las campañas, con el movimiento de jóvenes y estudiantes el tema educativo se ha vuelto crucial y, políticamente, una novedad. Frases como las de Peña Nieto en el sentido de que se trata de “algunos hechos que sólo hay que lamentar”, o como las de Vázquez Mota referentes a que no tienen importancia porque son “neutrales” y vacías de contenido en la lucha electoral, pueden, por el contrario, abonar su radicalización. Ya se verá qué pasa si se juntan jóvenes desempleados, estudiantes y ciudadanos para decir lo que quieran a sus anchas, y si cada uno de ellos se pone a cuidar casillas con el propósito de no permitir el fraude.
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