Samuel García
Un grupo de banqueros y ex funcionarios que laboran como directivos bancarios viene insistiendo desde hace tiempo en la importancia de que la banca sea, mayoritariamente, propiedad de capitales nacionales.
Recientemente tanto el actual presidente de Banorte y ex gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz; como el reconocido empresario y dueño del grupo financiero Ve Por Más, Antonio del Valle; han esgrimido un argumento similar para sustentar lo anterior: Que ‘remexicanizar’ la banca es estratégico para la economía y para el país porque los recursos en manos de banqueros mexicanos serán invertidos preponderantemente ‘en’ el desarrollo del país, y porque de esta manera no se corren riesgos de que –ante crisis en los bancos matrices- se trasladen, bajo formas creativas, recursos de los mexicanos hacia el exterior.
En el fondo, Ortiz y Del Valle, entre otros más, sospechan -o afirman- que el país pierde soberanía con un sistema bancario cuyos capitales son preponderantemente extranjeros.
Debo confesar que a pesar de mis múltiples conversaciones durante los últimos años con los defensores de estos argumentos, no me convenzo de que así sea, y tengo la impresión que el asunto responde o a viejos suspiros nacionalistas o a intereses de otro orden.
Dos son las razones que sustentan mi falta de convencimiento:
1. La primera es de orden histórico. Se olvida fácilmente lo que ocurrió en el sector bancario y en la economía a partir de 1990, año en que se inició la venta de los bancos estatales al sector privado mexicano, y durante los siguientes 15 años, incluyendo la grave crisis de la banca privada mexicana que estalló en 1994-95 y que supuso un largo periodo de saneamiento hasta entrado el nuevo siglo. En este tiempo fueron los banqueros mexicanos (no todos, pero sí en un gran número) quienes gestionaron irresponsablemente sus bancos y no hubo –salvo muy contadas excepciones- empresarios o banqueros locales que tuvieran los recursos disponibles –y la voluntad- para adquirir, capitalizar y relanzar a los bancos con problemas. Los que sí lo hicieron fueron los bancos con capitales extranjeros. Recuerdo, como columnista, haber escrito innumerables historias de este tipo en aquellos aciagos años.
2. La segunda razón por la que no me convenzo es de orden estadístico. Las cifras que arrojan los bancos en los últimos 15 años sobre niveles de capitalización, crédito, solvencia, infraestructura, cobertura, tarifas, calidad de servicio o tecnología, no son sustancialmente diferentes por el origen del capital. Como analista y cliente, no encuentro una diferencia notable entre unos y otros porque algunos tiene capital extranjero y otros, capital local. Con las cifras en la mano, no es demostrable que unos sí apuntalen el desarrollo económico a través del crédito y los otros no.
Lo que sí hay que decir es que la mayor participación de los bancos extranjeros si bien apuntaló la estabilidad y solidez del sistema financiero, no fue la panacea prometida en materia de competencia, penetración, diversificación, tarifas y servicios al cliente; asuntos en los que las autoridades regulatorias y financieras deben trabajar más.
Ahora que si se trata de ‘remexicanizar’ a los bancos, el camino es el del mercado; y para eso se requieren mayores inversiones locales, más competencia y más talento.
Un grupo de banqueros y ex funcionarios que laboran como directivos bancarios viene insistiendo desde hace tiempo en la importancia de que la banca sea, mayoritariamente, propiedad de capitales nacionales.
Recientemente tanto el actual presidente de Banorte y ex gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz; como el reconocido empresario y dueño del grupo financiero Ve Por Más, Antonio del Valle; han esgrimido un argumento similar para sustentar lo anterior: Que ‘remexicanizar’ la banca es estratégico para la economía y para el país porque los recursos en manos de banqueros mexicanos serán invertidos preponderantemente ‘en’ el desarrollo del país, y porque de esta manera no se corren riesgos de que –ante crisis en los bancos matrices- se trasladen, bajo formas creativas, recursos de los mexicanos hacia el exterior.
En el fondo, Ortiz y Del Valle, entre otros más, sospechan -o afirman- que el país pierde soberanía con un sistema bancario cuyos capitales son preponderantemente extranjeros.
Debo confesar que a pesar de mis múltiples conversaciones durante los últimos años con los defensores de estos argumentos, no me convenzo de que así sea, y tengo la impresión que el asunto responde o a viejos suspiros nacionalistas o a intereses de otro orden.
Dos son las razones que sustentan mi falta de convencimiento:
1. La primera es de orden histórico. Se olvida fácilmente lo que ocurrió en el sector bancario y en la economía a partir de 1990, año en que se inició la venta de los bancos estatales al sector privado mexicano, y durante los siguientes 15 años, incluyendo la grave crisis de la banca privada mexicana que estalló en 1994-95 y que supuso un largo periodo de saneamiento hasta entrado el nuevo siglo. En este tiempo fueron los banqueros mexicanos (no todos, pero sí en un gran número) quienes gestionaron irresponsablemente sus bancos y no hubo –salvo muy contadas excepciones- empresarios o banqueros locales que tuvieran los recursos disponibles –y la voluntad- para adquirir, capitalizar y relanzar a los bancos con problemas. Los que sí lo hicieron fueron los bancos con capitales extranjeros. Recuerdo, como columnista, haber escrito innumerables historias de este tipo en aquellos aciagos años.
2. La segunda razón por la que no me convenzo es de orden estadístico. Las cifras que arrojan los bancos en los últimos 15 años sobre niveles de capitalización, crédito, solvencia, infraestructura, cobertura, tarifas, calidad de servicio o tecnología, no son sustancialmente diferentes por el origen del capital. Como analista y cliente, no encuentro una diferencia notable entre unos y otros porque algunos tiene capital extranjero y otros, capital local. Con las cifras en la mano, no es demostrable que unos sí apuntalen el desarrollo económico a través del crédito y los otros no.
Lo que sí hay que decir es que la mayor participación de los bancos extranjeros si bien apuntaló la estabilidad y solidez del sistema financiero, no fue la panacea prometida en materia de competencia, penetración, diversificación, tarifas y servicios al cliente; asuntos en los que las autoridades regulatorias y financieras deben trabajar más.
Ahora que si se trata de ‘remexicanizar’ a los bancos, el camino es el del mercado; y para eso se requieren mayores inversiones locales, más competencia y más talento.
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