Quiquelandia GDO

Video y notas sonrosadas
Muecas diazordacistas
NL, masacres de rutina

Julio Hernández López / Astillero


El mundo sería otro si se le permitiera a Enrique Peña Nieto imponer su visión mediática de las cosas. Casi un mundo de chocolate (con fresa). Véanse, para tener un contundente ejemplo, las maravillas de edición digital ( http://bit.ly/IWkAeC ) que el equipo del candidato presidencial priísta colgó en Youtube apenas unas horas después de que la realidad había sido implacable con él en la Universidad Iberoamericana.

Nada por aquí, nada por allá: basta un buen manejo de los instrumentos tecnológicos para desaparecer los insultos, las pancartas (casi todas, aunque exactamente en el minuto tres puede verse una intrusa cartulina que dice Te odio), los gritos (el más destacado, el de ¡asesino!), la persecución y, sobre todo, el nerviosismo, la incapacidad, el acorralamiento y los secos gestos descriptivos del ánimo del mexiquense entrampado por la historia (el recuerdo de la represión todavía impune que ordenó en San Salvador Atenco) y no solamente por un buen número de estudiantes de una importante universidad privada.

Gestos cambiantes (registrados en http://bit.ly/Jr2TRN por Cecilia Villaverde) que mostraban al presuntamente todopoderoso Peña Nieto en condición de asombro, precaución, enojo, auscultación angustiada y precariedad ejecutiva, convertido en rehén provisional junto a una de las áreas de sanitarios de la Ibero, planeando como escabullirse, dotado en momentos de expresiones tan endurecidas que parecían revivir los perfiles políticos del diazordacismo con cuyos aires de fanfarronería histórica fallida, cuando aquel presidente asumió la responsabilidad del 68, coincidió quien ahora es candidato presidencial al detenerse, ya cuando había terminado su de por sí accidentada intervención formal en el auditorio de la Iberoamericana, para regodearse ofensivamente en la adjudicación a sí mismo de la carga de la represión brutal contra pobladores y activistas de San Salvador Atenco.

Pero nada del verdadero Viernes Negro quedó en el registro histórico a modo que se ha fabricado Peña Nieto en el video mencionado en el primer párrafo de esta entrega (en el que solamente se aceptó un comentario, obviamente a favor, pero en el cual ayer, casi a las ocho de la noche, con 59 mil 456 visitas, tenía un marcador de 8 mil 923 no me gusta y solamente 405 de sí me gusta). Igual sucedió en algunas coberturas periodísticas, con Televisa dedicando muy poco tiempo a una reseña superficial en su noticiero estelar nocturno, con Joaquín López Dóriga como conductor, y con la cadena de periódicos de la Organización Editorial Mexicana, propiedad de Mario Vázquez Raña, que colocó al aspirante priísta como heroico vencedor de una conjura estudiantil en su contra a partir de la nota de Carlos Lara que bajo el título de “Intentan boicotear en la Ibero a Peña Nieto” emitió así su relatoría subjetiva: “En la Universidad Iberoamericana, estudiantes sin conocer la situación de San Salvador Atenco, ni los feminicidios en el estado de México y con una actitud violenta en contra del candidato de la coalición Compromiso por México, Enrique Peña Nieto, intentaron boicotear su participación en un foro organizado por esta casa de estudios”.

El revoloteo del fantasma del diazordacismo fue más allá de la manipulación y el silenciamiento informativos, pues quedó de manifiesto en las insinuaciones persecutorias del presidente nacional del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, y de otros declarantes peñanietistas que creyeron brillante apoyarse en las hipótesis de las conjuras y las maquinaciones, sacando del cajón de la obsolescencia términos como desestabilización, provocadores, manipulados, convencidos de que los jóvenes por sí mismos no podrían haber desatado una protesta de tal magnitud.

El verdadero rostro político del peñanietismo ha quedado así plenamente develado, en una combinación del diazordacismo y el echeverrismo clásicos con el talante personal de quien se siente orgulloso de haber ordenado una operación represiva contra Atenco que significó muertes, lesiones, secuestros, violaciones y múltiples agravios a los derechos humanos sin que hubiera castigo más que en algún nivel ínfimo y para fines meramente expiatorios. Que nadie se llame a engaño: Atenco es el estigma que caracterizaría el próximo sexenio si Peña Nieto llegara a triunfar y la Iberoamericana habrá sido el sitio donde se marcó el verdadero punto de batalla de las elecciones presidenciales de 2012.

(Al otro día, por cierto, en Saltillo, líderes de organizaciones priístas golpearon a activistas y les arrebataron una manta de protesta contra los Moreira: uno, Humberto, que fue pieza clave para instalar la primera fase del peñanietismo rumbo a la candidatura presidencial y sus alianzas básicas, sobre todo con Elba Esther Gordillo; otro, Rubén, heredero de la gubernatura que ocupaba su hermano Humberto y actual guardaespaldas político y financiero, sobre todo en razón de la enorme deuda estatal contraída durante la administración del primer Moreira. Al respecto, como si le fuera un asunto distante, como si esos préstamos desbordados no hubiesen servido para financiar precampañas y campañas, Peña Nieto se manifestó con energía en demanda de que se indaguen esos endeudamientos y se castigue a quien resulte responsable, ¡sí, señor!).

Mientras tanto, en Nuevo León se produjo una nueva masacre, sin que ello conmueva a la administración funeraria a cargo de la versión local de Peña Nieto, el atildado pero ineficaz gobernador Rodrigo Medina. Cuando menos 49 cuerpos desmembrados en Cadereyta, a los que con insolencia criminal las propias autoridades condenaron sin investigación alguna a la condición de miembros de bandas de delincuentes confrontadas entre sí, como si este hecho, en caso de ser cierto, eximiera a los presuntos gobernantes de cumplir con las obligaciones procesales y justicieras derivadas de esos hechos de sangre.

Y, mientras los josefinistas tratan de encontrar formas de convergencia con los seguidores de AMLO para enfrentar a Peña Nieto, ¡hasta mañana!

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