Puertas al campo

Jacobo Zabludovsky / Bucareli

¿Qué tienen en común el debate de los candidatos a la Presidencia y Paul McCartney?

Ubicadas en una misma semana la reunión de los cuatro (de los cinco gracias a la edecán) y la función del Beatle, revelaron una nueva realidad en la transmisión de informaciones políticas o espectáculos frívolos en México. Su enorme repercusión superior a la esperada, a pesar del ninguneo y a no ser televisado el del Zócalo, avisa de la existencia de herramientas cuya eficacia está muy por encima de la valuación que suele dárseles. Ahora existen e influyen rutas de comunicación en poder de los ciudadanos de a pie que se contraponen a la indudable fuerza que hasta hoy han tenido los medios tradicionales.

Algo cambió sin darnos cuenta, pero sus efectos no dejan indiferente a nadie. Ante la rigidez de los cauces conocidos las aguas buscan su camino y no hay posibilidad de contenerlas. El Internet al alcance de todos, inmediato, masivo, gratuito y libre, ha desbordado los diques, inunda los vacíos de opinión y establece un contrapeso a sistemas que empiezan a parecer anacrónicos. No sería esta la primera vez en la historia en que un invento transforma una manera de vivir y, en cierta forma, modifica el juego de fuerzas característico de las democracias.

Recuerdo un caso con cierta similitud al actual. En la década de los 40 del siglo pasado XEW era la estación con el mayor auditorio que ha tenido cualquier radiodifusora mexicana. Don Emilio Azcárraga Vidaurreta (lo evoco con gratitud) logró satisfacer y estimular los gustos de una gran parte de los habitantes del país. Sus programas musicales, radionovelas, series infantiles, transmisiones deportivas o taurinas, todo lo interesante tenía lugar en sus emisiones. De los tres botones del receptor (el de encendido y volumen, el de búsqueda de estación y el del tono) sólo se usaba el primero

De pronto, con la sutileza de un murmullo, algo empezó a cambiar. Los discos grabados en 78 revoluciones con grandes deficiencias, fueron desplazados por un invento llamado alta fidelidad. Las radiodifusoras “chicas” pusieron la calidad de sus equipos de transmisión a la altura de la nueva técnica. Saturaron sus programas con lo mejor de la W con gran ventaja: la música grabada se oía mejor que la viva siempre sujeta a errores: desde un mal momento del cantante hasta un acompañamiento desafinado o mala colocación de un micrófono.

Además ya no había que esperar los jueves a las nueve de la noche para oír en dos canciones a Agustín Lara, porque en las “chicas” Agustín estaba a todas horas, con las demás estrellas de la época, y si usted telefoneaba le ponían su preferida. Algo más, decisivo: saturar de anuncios centenares de estaciones con miles de “spots” costaba menos que un anuncio de 30 segundos en W. Los publicistas retozaron como locos y compañías como 123, productora de aceites y jabones, hicieron temblar a Colgate y Procter y a toda una forma de convocar al público. Vísperas de la irrupción de la TV, cuando la radio fue sustituida como chimenea de las ilusiones, según locutor de la época. Tal vez algo parecido está ocurriendo: el ingenio humano avanza sin barreras y la creación de posibilidades en el mundo de las telecomunicaciones ha sido tan rápida como los versos de Machado: la primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido.

La intención de ignorar el progreso es un desatino tan desmesurado como ponerle puertas al campo. Actitudes arrogantes pueden causar desastres. Pregúntenle a Lucifer, enviado al infierno no por rebelar a los ángeles sino por soberbio, torpeza frecuente en los poderosos.

La ley es un instrumento del orden social que aparece para regular conductas existentes. En otras palabras: se dan los hechos y luego se reglamentan esos fenómenos con objeto de establecer formas de equilibrio en la convivencia humana. Al impulso innato del hombre de fabricar instrumentos de ayuda, protección y defensa, suelen oponerse fuerzas económicas para impedir cambios y evitar un porvenir amenazador a sus intereses.

La cualidad del sabio es no estorbar el adelanto, sino adaptarlo a sus fines, valerse de él. Lo están haciendo millones de twiteros anónimos, indignados como en Wall Street y la Plaza Mayor, en los países árabes y en las faldas de la Acrópolis; hombres y mujeres jóvenes en su actitud mental, los mismos que convirtieron el debate político en noticia polémica y el Zócalo en una plaza que abarcó nuestra geografía.

Colofón: la radio “chica” con su aparición gigantesca le dio una sorpresa más a la cátedra antigua y aun a la televisión cuando Francisco Aguirre, en febrero de 1964, presentó en México por Radio Centro a unos muchachos llamados Los Beatles. Y todo cambió.

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