Por el voto estratégico

Raymundo Riva Palacio

Concluido el debate presidencial, primera estación para ajustar estrategias, esta semana será clave para ver dos cosas: si será una elección entre tres, o si los electores que apostaron por quien quedó tercero en esta prueba y no quieren el regreso del PRI al poder, deciden un voto estratégico y respaldar a quien se apoderó del segundo lugar de las preferencias electorales, por ser a quien ven con más posibilidades de enfrentar a Enrique Peña Nieto.

Las mediciones inmediatamente posteriores al debate, muestran el estado de ánimo de un selecto grupo del electorado y cumplen el papel mediático de dar ganadores y perdedores, con lo cual se inyecta adrenalina a la contienda presidencial. Sin embargo, no será hasta que los estudios demoscópicos levantados los próximos días aporten información recopilada con rigor estadístico, cuando se tengan los datos ciertos de la tendencia electoral.

De esta manera, si en las mediciones instantáneas del domingo Josefina Vázquez Mota logró amarrar el segundo lugar de la contienda o Andrés Manuel López Obrador se lo arrebató, no tendrá un carácter definitorio sobre el proceso. Ayudará a reforzar el post debate de las primeras 48 horas, más importante que el debate mismo, porque será el que ayude a modular las percepciones de las fortalezas y debilidades de los candidatos, y a construir el momentum que necesitan para pelear con Peña Nieto.

En este sentido, los cuartos de guerra que se reúnan este lunes por la mañana deberán tener un diagnóstico lo más apegado al pulso electoral del país, para trazar las nuevas estrategias en un nuevo cronograma. En este espacio el viernes pasado se recordó cómo tras el segundo debate en 2006, el factor Hildebrando, del fraude cibernético, le dio a López Obrador el impulso que había perdido y recuperó el momentum. El caso opuesto fue en 1994, cuando después de aplastar a Ernesto Zedillo y Cuauhtémoc Cárdenas en el primer debate presidencial, Diego Fernández de Cevallos desapareció un mes de la opinión pública, y los 20 puntos con los que salió arriba de aquella cita, se evaporaron.

Se puede preveer que Peña Nieto no perderá puntos significativos –si es que pierde- tras su actuación en el debate, y que a diferencia de Fernández de Cevallos, tampoco aflojará su marcha. Al contrario. Desde el domingo por la noche su campaña y el PRI desplegaron una operación a nivel nacional y local, donde voceros de todos los niveles, desde el candidato, responsables de la campaña, funcionarios del partido y representantes en cada estado, inundarán los medios electrónicos en el país para no regalar espacios a sus adversarios.

Quienes tendrán que replantear de manera más profunda su campaña son Vázquez Mota y López Obrador, sobretodo si los datos de las encuestas a finales de la semana no les favorecen, por un lado, y por cuánto fracasaron en sus objetivos. Será una decisión crítica dirigida a los indecisos y que también tendrá impacto y consecuencias en sus alianzas y compromisos nacionales.

En 2000, aproximadamente cuatro millones de personas que votaron por diputados y senadores de izquierda, apoyaron a Vicente Fox en la presidencial para evitar que Francisco Labastida y el PRI ganaran. Le llamaron el “voto útil”, que cruzó ideologías y posicionamientos porque consideraron que el bien superior, como hoy en día lo piensan también en varios sectores, era evitar la victoria del candidato del PRI.

En 2006, Elba Esther Gordillo liberó a los maestros de votar por quien quisieran para Presidente, salvo por el priista Roberto Madrazo, con lo cual las tres circunscripciones del centro y sur del país se inclinaron por López Obrador, mientras que las dos restantes en el norte por Felipe Calderón. Cuando la candidatura de Madrazo se había hundido, los conservadores gobernantes del PRI en el norte del país, operaron a favor del candidato del PAN.

Los candidatos conocen perfectamente cómo se acomodan los factores, y aunque la elección parece definida a favor de Peña Nieto, nada será cierto hasta el día de la votación. En este espacio también se apuntó el viernes que hay experiencias donde los ganadores de debates perdieron la elección presidencial al no haber reenfocado correctamente su estrategia de campaña. Pero si el perdedor no la ajusta, la duda que reste será sólo por cuántos puntos perderá.

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