Periodismo sesgado

Francisco Rodriguez / Índice Político

Para algunos de quienes practicamos un periodismo que busca ensanchar los caminos democráticos a partir de la participación ciudadana, el proceso político al que asistimos nos ha suscitado una serie de reflexiones, que vale la pena compartir.


Por un lado, ha sido gratificante ver a diversos sectores de la sociedad y especialmente a los jóvenes salir a la “plaza pública virtual” para hacerse escuchar, cuando la mayoría de los medios de comunicación, le han dicho “no” a la palabra ciudadana, a la opinión discordante con el discurso oficial y al diálogo plural.

Es especialmente grato, porque en los últimos años, y en este proceso en particular, hemos convivido con una suerte de banalización o trivialización de la palabra ciudadana, y con la violación constante del diálogo y la comunicación. El poder político se ha construido a partir de la negación y la subestimación de la opinión de los otros.

La sociedad civil, manifiesta en los movimientos e instituciones democráticas, ha expresado en las plazas y calles la necesidad de una cultura ciudadana distinta en donde la mentira y la anulación de la pluralidad, no se conviertan en una cultura aceptada o legitimada para el ejercicio del poder.

La complicidad política de quienes están al frente de los medios de comunicación con esta cultura de la anti-democracia, se constituyó en un elemento desagradable en este pasaje de nuestra historia política. La televisión optó por la intencionada desinformación, la tergiversación de la realidad, la espectacularización de la noticia, y la trivialización del hecho político.

El debate de las ideas y las propuestas se escondió o fue escondido detrás de la transmisión del ‘mitin’ o la manifestación política convertida en ‘show artístico-musical’ o de la noticia tergiversada para destruir a los otros (quienes no piensan lo mismo) a cualquier costo.

Todo esto al tiempo que observamos y padecemos una agudización de la crisis social y política. La población asiste a la privatización de riesgos y oportunidades, desligada de cualquier valor democrático. El electorado se presenta ahora como una audiencia que responde en términos fragmentados a las ofertas que surgen del escenario político.

Sin embargo, la crisis política va más allá de la coyuntura actual. Nuestra historia da cuenta de una serie de regímenes autocráticos o de democracias débiles y de fuertes procesos de violencia que han ocasionado cambios traumáticos en el tejido social de nuestras comunidades. El más reciente es el de la violencia criminal y de quienes dicen combatirla.

Todo ello al tiempo que los medios de comunicación se han convertido --como sostienen muchos estudiosos-- en escenarios privilegiados de representación de lo social, en espacios de configuración de las culturas políticas y campo privilegiado desde el cual se construyen las agendas públicas.

No es posible hoy pensar la vida política y el ejercicio del poder y la construcción de la ciudadanía sin tomar en cuenta el papel o el rol de los medios. Así, por ejemplo, la cultura política del ciudadano común no se configura hoy desde un cuerpo de ideas provenientes de las ideologías o de la prédica de los grupos políticos. Más bien, a partir del consumo cotidiano de programas televisivos se va conformando una cultura masiva blanda, que se extiende hacia la política; pero al nutrirse principalmente de los programas informativos configura patrones de credibilidad, fidelidad a las figuras públicas, que a final devienen en criterios “políticos” muy distintos a los que vienen de las ideologías y las prácticas partidarias.

En ese sentido, es interesante observar que los medios han absorbido buena parte del debate que ocurre en torno a los asuntos públicos e incluso a los asuntos privados en nuestra sociedad.

Pero, si bien es cierto que los medios de comunicación en general efectivamente se han convertido en escenarios privilegiados para la visibilidad y la legitimidad de los procesos ciudadanos, la percepción que tenemos es que los grandes medios masivos han dejado de lado su rol mediador, su responsabilidad fiscalizadora, y han terminado por aliarse con el poder político.

Pero para ser justos debemos reconocer también que en medio de la alianza que los medios masivos comerciales han establecido con el poder político, encontramos a una minoría de periodistas y comunicadores que se han sensibilizado frente al atropello y la prepotencia, y se han convertido en mediadores de las causas justas, lo mismo que en reveladores de las irregularidades escondidas detrás del poder.

Eso es lo que, todavía, sigue salvando a la profesión.

Índice Flamígero: A partir del dizque debate del último domingo ha salido a la luz, de nueva cuenta, cómo es que se pueden comercializar las noticias, los reportajes, ¿y también las encuestas? + + + Mientras alguien responde a esta última interrogante, vale la pena recordar que a este trágico sexenio ya sólo le restan 206 días.

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