Peña y el maleficio del debate

Jorge Fernández Menéndez

Pasado mañana, cuando se produzca el primer debate entre los candidatos presidenciales, deberíamos recordar otros acontecimientos similares en nuestra historia reciente. En el primer encuentro de este tipo entre candidatos presidenciales, en 1994, Diego Fernández de Cevallos destrozó a Ernesto Zedillo. No tuvo que recurrir a triquiñuelas de ningún tipo: simplemente confirmó algo que ya sabíamos, pero nunca habíamos vivido como sociedad, que en los debates televisivos la imagen, la forma de expresarse, el lenguaje corporal, son tanto o más decisivos que los conceptos.

Seis años después, en 2000, un Vicente Fox que no se apartó del eje de toda su campaña, de “hay que sacar al PRI de Los Pinos”, derrotó a Francisco Labastida que, como ahora reconoce el candidato priista, no tendría que haberle hecho caso a sus asesores de entonces y tendría que haber sido mucho más él mismo. Aquellas frases de Labastida quejándose de lo que le había dicho Fox: “Me dijo mariquita”, etcétera, fueron uno de los peores autogoles que se recuerdan en este tipo de encuentros.

En 2006 el autogol fue doble, primero de Andrés Manuel López Obrador, que en un increíble arranque de soberbia política decidió no ir al primer debate. Fue al segundo y no le fue bien. En el camino, Roberto Madrazo lo había hecho aun peor, llegando a presentarse en uno de ellos con algo en la cara, presuntamente un trozo de toalla de papel que utilizó para parar la sangre de un corte que se había hecho al afeitarse. Logró que todo el mundo se preguntara qué traía. Y en el debate se le cayeron los papeles con los que quería hacer una denuncia. Un desastre. Felipe Calderón, entonces, demostró que era un político con mucho mayor experiencia parlamentaria y de debate que sus adversarios.

En los tres años, los candidatos que podrían considerarse outsiders destacaron: Cecilia Soto, que fue candidata del PT en 94; el años después fallecido Gilberto Rincón Gallardo en 2000 y Patricia Mercado, en 2006, dejaron muy buena impresión, aunque en los dos últimos casos no les alcanzó para obtener el registro para sus partidos.

A eso está apostando Josefina Vázquez Mota este domingo, a repetir esa historia. En 2000 y en 2006, Vicente Fox y Felipe Calderón, en buena medida, aseguraron el resultado a través del debate y, en 94, Diego pudo haber terminado ganándole a Zedillo después del mismo, si no se hubiera cruzado aquella extraña desaparición en los medios y los actos masivos de campaña (por cierto, no creo en una conjura en esos hechos, como muchos han sostenido: creo que la reacción que suscitó el resultado del debate sorprendió a todos, incluidos el PAN y Diego, que no supieron, se haya fracturado o no las costillas Diego, como se dijo, a un escenario que resultaba desconocido).

Y en esos tres debates se equivocaron los candidatos priistas: Zedillo era ajeno a ese tipo de confrontación, Labastida salió a la defensiva ante Fox y quién sabe qué pasó esas noches por la cabeza de Madrazo.

Será difícil que este domingo pueda ocurrir lo mismo. Por una parte, me imagino que Peña Nieto debe haber aprendido de los errores de sus predecesores. Por la otra, no se perciben unos comicios tan disputados, tan apretados, como los de 2000 y 2006, para que el debate tenga tanta importancia. Pero la posibilidad existe, más aún cuando habrá un segundo debate un mes después. No creo que AMLO aparezca siendo alguien diferente a sí mismo, no a estas alturas. Me parece que Josefina mostrará que es una buena oradora y polemista y que pondrá en apuros a Peña. Gabriel Quadri será bien recibido por la audiencia, porque es un hombre inteligente, hace buenos planteamientos y no tiene nada que ganar (como Soto, Gilberto y Patricia en las tres más recientes elecciones).

A diferencia de Zedillo, Labastida o Madrazo, el priista es, en estas confrontaciones, una incógnita. Y ese es el punto de inflexión de este domingo.

Si Peña sale adelante en el debate prácticamente no tendrá escollos hasta el primero de julio. Pero si se tropieza con la misma piedra que sus antecesores priistas en los debates presidenciales, las tendencias podrían modificarse y tendríamos unos comicios mucho más competidos. Eso es lo que está en juego.

Por cierto, para entender la lógica de los debates políticos en la actualidad hay que leer el artículo que escribió Ted Sorensen, uno de los principales asesores y escritor de los discursos de John F. Kennedy, publicado al cumplirse 50 años de aquel famoso debate Kennedy-Nixon en septiembre de 1960. Fue el debate entre dos visiones del mundo, aunque entonces se viera como, simplemente, entre dos candidatos que programáticamente no se distinguían demasiado en sus propuestas. Cambió, ese debate, la historia de Estados Unidos.

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