Peña, las pifias

Ricardo Alemán

Hasta las 20:00 horas de hoy, aún no se sabe, bien a bien, cuánto perdieron y/o cuánto habrían ganado en las preferencias electorales los candidatos presidenciales, luego del primer debate.

No se sabe, incluso, si el debate movió o no los números en las encuestas, a pesar de que se especula que Peña Nieto pudo ver reducidas sus preferencias; que la señora Vázquez Mota y el señor López Obrador pudieron ver crecer sus números en las encuestas y que el único ganador seguro sería el señor Quadri, cuyo partido habría alcanzado su registro luego del eventual triunfo del pupilo de la señora Gordillo.

Pero lo que sí es posible saber —y fue evidente desde el mismo debate— es que el puntero de la contienda pareció equivocar la táctica diseñada por sus estrategas. Y es que, más allá de que vimos a un Peña Nieto de carne y hueso, capaz de articular sin anotaciones; a un candidato respondón que no estaba dispuesto a dejar pasar nada en su contra, lo cierto es que estuvo lejos de lo que muchos otros esperaban. ¿Qué falló y por qué?

A los ojos acuciosos, fue evidente el nerviosismo de Peña Nieto, lo cual se magnificó cuando empezó el golpeteo en su contra. Trastabilló en ocasiones, equivocó palabras, cambio el género y no pudo calcular el tiempo de sus intervenciones. Además, fue evidente su enojo ante la andanada que, a dos manos, le recetaron tirios y troyanos; la señora Vázquez Mota y el señor López Obrador. Y resulta que ya enojado, por momentos, Peña perdió la compostura, como cuando repetía un mecánico “no tengo tiempo”, frente al ataque desde dos flancos.

Pero eso fue lo de menos. Acaso lo más cuestionable es que Peña “mordió” todos “los anzuelos” que le tiraron sus adversarios. Es decir que cada golpe le robó tiempo a las propuestas, para responder trastabillante, corto y mal a las acusaciones, señalamientos y ocurrencias lanzadas en su contra. Entre el electorado esa falla dejó la percepción de que no tuvo la capacidad y menos los argumentos para responder, de manera puntual, las andanadas que le lanzaron la candidata azul y el abanderado de las izquierdas.

Y decimos que “mordió el anzuelo” porque la mayoría de los obuses lanzados por Josefina y Andrés, no eran más que viejos refritos que, por meses, han utilizado contra el mexiquense los malquerientes, y que han sido respondidos en otros momentos y en todos los tonos. Lo cierto es que Peña debió aprender de su heredero, Eruviel Ávila, quien nunca cayó en la provocación y que —con la estrategia de la mantequilla, porque todo se le resbaló— sacó de quicio a panistas y perredistas, a los que dejó muy atrás en las encuestas. ¿Qué debió hacer Peña Nieto?

Debió ver y estudiar debates como el ocurrido entre Diego Fernández de Cevallos y AMLO, en donde el Jefe Diego utilizó como recursos la ironía, la burla, la risa, el sarcasmo y hasta la perversidad discursiva para desarmar al adversario y para sembrar la percepción de que el que acusa en un debate, miente. En realidad, a Peña Nieto le faltó espontaneidad, fluidez, naturalidad y humor, mucho sarcasmo y maquiavelismo para enviar al bote de basura la vieja basura con la que es acusado. Y es que nunca apareció el misil para destruirlo.

Pero acaso lo más grave es que Peña Nieto permitió que el debate fuera sobre la gestión que desempeñó en el Estado de México. Puede resultar de locos, pero por momentos parecía que los señores candidatos aspiraban al gobierno mexiquense —porque cuestionaron todo lo malo de la gestión de Peña en el Estado de México— cuando la elección en juego es presidencial, y cuando la gestión a cuestionar es la de Felipe Calderón.

Peor aún, ni Peña Nieto, ni AMLO, y menos Quadri, se atrevieron a tocar la gestión de Felipe Calderón, como si el segundo gobierno azul hubiese resultado todo un éxito. De hecho, el gran ganador del debate se llama Felipe Calderón. ¿Por qué? Porque al parecer su gestión ha sido tan buena que en el debate no mereció más que aisladas pinceladas de reproche por parte de los candidatos del PRI y de las izquierdas. ¿Y dónde quedó la horrorosa guerra que ha provocado 60 mil muertos? A nadie le importó.

A contracorriente de lo que opinan quienes creen que Peña Nieto hizo un buen papel, aquí creemos que el abanderado del PRI salió debiendo. ¿Por qué? Porque un candidato que aspira al mandato ciudadano y que tiene la ventaja que lleva Peña Nieto no puede mostrar la limitación de recursos para sortear las “chinanpinas” que le lanzaron sus adversarios. Y es que ni Andrés ni Josefina tienen nada nuevo contra Peña. Al tiempo.

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