Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Los mexicanos decidieron recorrer el camino del sin sentido, en el pecado llevarán la penitencia. Las consecuencias de ese comportamiento civil y cívico únicamente tienen un desenlace: la confrontación violenta para propiciar la suspensión de las elecciones o la conculcación del valor del sufragio emitido.
Desde el gobierno determinaron abrir la puerta al golpe de Estado, lo que se convertiría en el auténtico, el verdadero legado del presidente de la República, por encima de su enfrentamiento decidido al narco o de sus pretensiones de haber salvado al país por su política económica, diseñada y aplicada por el priista Ernesto Zedillo.
La estrategia para confrontar a los mexicanos con ellos mismos es casi perfecta. Al calor de una campaña presidencial, donde lo que se hace es el proselitismo ideológico y político y no la convocatoria al odio y el enfrentamiento, como lo promueven Acción Nacional y esa fracción del PRD mangoneada por los “chuchos”, tendrá consecuencias impredecibles, pues sobre la pretensión de descarrilar el triunfo del PRI, cimentan el camino que facilitará ir más allá de la marcha o la algarada estudiantil, para proponer como única solución la violencia, lo que en este país, “armado hasta los dientes” -gracias a la anuencia del gobierno mexicano para los proyectos estadounidenses- puede traducirse en abrir la puerta a la guerra civil, porque no sería una revolución.
Los administradores de los poderes fácticos deben analizar las consecuencias de su proceder durante las elecciones presidenciales de 2006, pues podrán percatarse que a estas alturas les cuesta más el caldo que las albóndigas, debido a las erráticas políticas presidenciales ante el conflicto personal del Jefe de las Fuerzas Armadas con la posibilidad de que el PAN pierda el poder; sus equívocos en el discurso, la pretensión de haber dejado establecido un legado imaginario, porque el real sólo se traduce en pobreza, violencia y muerte. El verdadero peligro para México resultó ser el que montaron en la silla del águila.
El presidente de la República sabe ya que la candidata de su partido no va a ningún lado, pero también está decidido a no entregar el poder al PRI, aunque ello implique una alianza con el diablo.
Lo que desconoce es que muchos mexicanos saben de sus pretensiones y están enterados, como lo apuntó Juan José Saer, que: “La nación, tal como existe en la actualidad, es una construcción ficticia del Estado. Es su proyección fantástica. El Estado elabora una idea de nación, la que es útil para sus fines, y se confunde con ella. El Estado, por otra parte, es siempre reflejo de una o dos clases que gobiernan. Pretender la coincidencia entre el Estado y la nación es ya una idea totalitaria”.
Hacia allá quieren empujar a México. Pero mañana comentaremos de los supuestos acuerdos entre AMLO y su acérrimo enemigo, con tal de impedir que el PRI regrese a Los Pinos. JVM olvidó que cualquiera puede iniciar un incendio, pero ¿quién sabe hacia dónde soplará el viento y cuándo cesará?
Los mexicanos decidieron recorrer el camino del sin sentido, en el pecado llevarán la penitencia. Las consecuencias de ese comportamiento civil y cívico únicamente tienen un desenlace: la confrontación violenta para propiciar la suspensión de las elecciones o la conculcación del valor del sufragio emitido.
Desde el gobierno determinaron abrir la puerta al golpe de Estado, lo que se convertiría en el auténtico, el verdadero legado del presidente de la República, por encima de su enfrentamiento decidido al narco o de sus pretensiones de haber salvado al país por su política económica, diseñada y aplicada por el priista Ernesto Zedillo.
La estrategia para confrontar a los mexicanos con ellos mismos es casi perfecta. Al calor de una campaña presidencial, donde lo que se hace es el proselitismo ideológico y político y no la convocatoria al odio y el enfrentamiento, como lo promueven Acción Nacional y esa fracción del PRD mangoneada por los “chuchos”, tendrá consecuencias impredecibles, pues sobre la pretensión de descarrilar el triunfo del PRI, cimentan el camino que facilitará ir más allá de la marcha o la algarada estudiantil, para proponer como única solución la violencia, lo que en este país, “armado hasta los dientes” -gracias a la anuencia del gobierno mexicano para los proyectos estadounidenses- puede traducirse en abrir la puerta a la guerra civil, porque no sería una revolución.
Los administradores de los poderes fácticos deben analizar las consecuencias de su proceder durante las elecciones presidenciales de 2006, pues podrán percatarse que a estas alturas les cuesta más el caldo que las albóndigas, debido a las erráticas políticas presidenciales ante el conflicto personal del Jefe de las Fuerzas Armadas con la posibilidad de que el PAN pierda el poder; sus equívocos en el discurso, la pretensión de haber dejado establecido un legado imaginario, porque el real sólo se traduce en pobreza, violencia y muerte. El verdadero peligro para México resultó ser el que montaron en la silla del águila.
El presidente de la República sabe ya que la candidata de su partido no va a ningún lado, pero también está decidido a no entregar el poder al PRI, aunque ello implique una alianza con el diablo.
Lo que desconoce es que muchos mexicanos saben de sus pretensiones y están enterados, como lo apuntó Juan José Saer, que: “La nación, tal como existe en la actualidad, es una construcción ficticia del Estado. Es su proyección fantástica. El Estado elabora una idea de nación, la que es útil para sus fines, y se confunde con ella. El Estado, por otra parte, es siempre reflejo de una o dos clases que gobiernan. Pretender la coincidencia entre el Estado y la nación es ya una idea totalitaria”.
Hacia allá quieren empujar a México. Pero mañana comentaremos de los supuestos acuerdos entre AMLO y su acérrimo enemigo, con tal de impedir que el PRI regrese a Los Pinos. JVM olvidó que cualquiera puede iniciar un incendio, pero ¿quién sabe hacia dónde soplará el viento y cuándo cesará?
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