Lázaro Fariñas
Una de las característica peores de los seres humanos es su necesidad de discriminar. No importa quien seas, y no importa quien lo niegue, en el fondo, todos los humanos, en una u otra medida, somos discriminadores. Se discrimina por las preferencias sexuales, por la raza o la etnia, también por el peso corporal de las personas, por la capacidad intelectual, por su estatus social, por la edad, por la escolaridad, por la región de donde provienen, etc. etc. Lo que quiero decir con esto es que, si somos sinceros con nosotros mismos y miramos seriamente a lo más profundo de nuestra personalidad, encontraremos que en alguna que otra ocasión hemos discriminado a otra persona.
Quizás, los que la Iglesia Católica ha reconocido como santos, nunca hayan tenido un pensamiento discriminatorio sobre nadie, pero en verdad lo dudo, a no ser que esos santos no hayan sido seres humanos.
Es muy difícil pasar por esta vida terrenal y nunca haber pensado discriminatoriamente sobre otro ser. Me parece que encontrar a una persona que nunca ha discriminado a otra es como el pasaje bíblico aquel que dice lo difícil que es encontrar una aguja en un pajar.
Nací y me crié en una provincia de Cuba que más racista no podía ser. En mi época, en aquella región de Cuba, se discriminaba contra todo. A pesar de que los negros y los blancos íbamos a las misma escuelas públicas, no nos bañábamos en los mismos ríos, ni bailábamos en las mismas fiestas, ni nos casábamos con las personas de la otra raza. En el caso de mi pueblo natal, había una sociedad para los negros y dos para los blancos. Así es que conozco el racismo desde sus propias raíces, y por lo tanto, lo desprecio.
El destino me llevó a vivir casi toda mi vida en una sociedad que se ha caracterizado por la discriminación.
Durante la administración del presidente Lyndon B. Johnson, en los años sesenta, se implantó la Ley de los derechos civiles, con la cual se les dieron una serie de derechos a los negros de este país. Presencié, de primera mano, las explosiones sociales que existieron a raíz de la implantación de la misma. En un viaje en automóvil de New York a Miami, junto con varios cubanos, uno de ellos negro, vi las revueltas que se llevaron a cabo en los estados sureños. Lo curioso fue que el negro cubano era el mayor defensor del sistema imperante en la sociedad norteamericana de entonces, hasta que en carne propia vivimos el racismo en aquel viaje, y nuestro compatriota negro fue el que llevó la peor parte del racismo en acción.
He sacado todo lo anterior a colación, por las recientes declaraciones del presidente Barack Obama sobre los matrimonios entre homosexuales. Un verdadero escándalo se ha formado en los Estados Unidos por las afirmaciones del presidente de que apoya los matrimonio de personas del mismo sexo. ¿Por qué se ha formado tan tamaño escándalo? ¿ No tiene derecho una persona a casarse con otro de su mismo sexo? El matrimonio no es más que la legalización de la unión entre dos personas, sean del mismo sexo o no, de la misma raza o no, del mismo nivel social, cultural o intelectual o no.
Nadie se debe de meter en la vida de dos personas, mientras estas no cometan delito alguno contra otra persona. ¿Y qué delito es legalizar una relación entre dos seres humanos?
El matrimonio homosexual debe de ser un derecho, igual al que deben tener las mujeres de hacerse un aborto dentro del tiempo prudencial en que el embrión no ha alcanzado su plena potencialidad. Si una mujer no desea llevar a cabo un embarazo, no debe haber ninguna ley que le impida terminarlo. ¿Por qué no va a poder hacerlo? ¿Quién es quién para poder impedírselo? ¿Quien tiene verdaderamente esa potestad?
El presidente Obama ha dado un paso valiente en su carrera política. Hace un año atrás, él tenía una posición completamente diferente sobre el tema, pero según él mismo, su pensamiento ha estado evolucionando hasta llegar a la conclusión de que era totalmente recriminatorio el no permitirle a dos personas que se quieren y que tienen una relación poder legalizarla para que ambos tuvieran el mismo derecho ante la ley que gozan las parejas heterosexuales. Nadie sabe el costo político que le puede acarrear al presidente haber hecho esa declaración, aunque me atrevo a pensar que gana votos en vez de perderlos. En definitiva, los mayores críticos de la nueva posición del Presidente son esos que nunca votarían por él.
No hay que olvidar que la derecha y la ultraderecha reaccionaria y fascista norteamericana, quiere seguir linchando negros, deportando inmigrantes y odiando a los homosexuales.
Una de las característica peores de los seres humanos es su necesidad de discriminar. No importa quien seas, y no importa quien lo niegue, en el fondo, todos los humanos, en una u otra medida, somos discriminadores. Se discrimina por las preferencias sexuales, por la raza o la etnia, también por el peso corporal de las personas, por la capacidad intelectual, por su estatus social, por la edad, por la escolaridad, por la región de donde provienen, etc. etc. Lo que quiero decir con esto es que, si somos sinceros con nosotros mismos y miramos seriamente a lo más profundo de nuestra personalidad, encontraremos que en alguna que otra ocasión hemos discriminado a otra persona.
Quizás, los que la Iglesia Católica ha reconocido como santos, nunca hayan tenido un pensamiento discriminatorio sobre nadie, pero en verdad lo dudo, a no ser que esos santos no hayan sido seres humanos.
Es muy difícil pasar por esta vida terrenal y nunca haber pensado discriminatoriamente sobre otro ser. Me parece que encontrar a una persona que nunca ha discriminado a otra es como el pasaje bíblico aquel que dice lo difícil que es encontrar una aguja en un pajar.
Nací y me crié en una provincia de Cuba que más racista no podía ser. En mi época, en aquella región de Cuba, se discriminaba contra todo. A pesar de que los negros y los blancos íbamos a las misma escuelas públicas, no nos bañábamos en los mismos ríos, ni bailábamos en las mismas fiestas, ni nos casábamos con las personas de la otra raza. En el caso de mi pueblo natal, había una sociedad para los negros y dos para los blancos. Así es que conozco el racismo desde sus propias raíces, y por lo tanto, lo desprecio.
El destino me llevó a vivir casi toda mi vida en una sociedad que se ha caracterizado por la discriminación.
Durante la administración del presidente Lyndon B. Johnson, en los años sesenta, se implantó la Ley de los derechos civiles, con la cual se les dieron una serie de derechos a los negros de este país. Presencié, de primera mano, las explosiones sociales que existieron a raíz de la implantación de la misma. En un viaje en automóvil de New York a Miami, junto con varios cubanos, uno de ellos negro, vi las revueltas que se llevaron a cabo en los estados sureños. Lo curioso fue que el negro cubano era el mayor defensor del sistema imperante en la sociedad norteamericana de entonces, hasta que en carne propia vivimos el racismo en aquel viaje, y nuestro compatriota negro fue el que llevó la peor parte del racismo en acción.
He sacado todo lo anterior a colación, por las recientes declaraciones del presidente Barack Obama sobre los matrimonios entre homosexuales. Un verdadero escándalo se ha formado en los Estados Unidos por las afirmaciones del presidente de que apoya los matrimonio de personas del mismo sexo. ¿Por qué se ha formado tan tamaño escándalo? ¿ No tiene derecho una persona a casarse con otro de su mismo sexo? El matrimonio no es más que la legalización de la unión entre dos personas, sean del mismo sexo o no, de la misma raza o no, del mismo nivel social, cultural o intelectual o no.
Nadie se debe de meter en la vida de dos personas, mientras estas no cometan delito alguno contra otra persona. ¿Y qué delito es legalizar una relación entre dos seres humanos?
El matrimonio homosexual debe de ser un derecho, igual al que deben tener las mujeres de hacerse un aborto dentro del tiempo prudencial en que el embrión no ha alcanzado su plena potencialidad. Si una mujer no desea llevar a cabo un embarazo, no debe haber ninguna ley que le impida terminarlo. ¿Por qué no va a poder hacerlo? ¿Quién es quién para poder impedírselo? ¿Quien tiene verdaderamente esa potestad?
El presidente Obama ha dado un paso valiente en su carrera política. Hace un año atrás, él tenía una posición completamente diferente sobre el tema, pero según él mismo, su pensamiento ha estado evolucionando hasta llegar a la conclusión de que era totalmente recriminatorio el no permitirle a dos personas que se quieren y que tienen una relación poder legalizarla para que ambos tuvieran el mismo derecho ante la ley que gozan las parejas heterosexuales. Nadie sabe el costo político que le puede acarrear al presidente haber hecho esa declaración, aunque me atrevo a pensar que gana votos en vez de perderlos. En definitiva, los mayores críticos de la nueva posición del Presidente son esos que nunca votarían por él.
No hay que olvidar que la derecha y la ultraderecha reaccionaria y fascista norteamericana, quiere seguir linchando negros, deportando inmigrantes y odiando a los homosexuales.
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