Jorge Diaz
Vaya momento para, deliberada o accidentalmente, toparnos con un distractor como el de la aparición de la edecán, Julia Orayen, personaje que sin previo aviso irrumpió en el evento del debate del pasado Domingo. Escote y curvas ganaron la atención y provocó que hasta los que criticaron el hecho, le dieran automáticamente un espacio que debió ser utilizado para la reflexión de lo que ahí sucedió.
Es infantil la manera como quienes semanas, días, horas y minutos previos al debate, se decían muy interesados en lo que iba a ocurrir, mordieron el anzuelo de los encantos de la playmate y cayeron en la superficialidad de ofrecerle tiempo precioso a la chacota, en lugar de otorgárselo a la reflexión y al debate de las ideas inmediato- posterior al debate presidencial, lo que probablemente, era más valioso que el evento mismo. Me explico, no se trata de no hablar del asunto días después, pero habría que dimensionarlo y sobre todo, no se podía perder tiempo y oportunidad en los momentos inmediatos al debate porque horas o días más tarde, el impacto se diluiría.
Estoy seguro que si periodistas e intelectuales le restan importancia a los quince segundos de la aparición de la edecán, la opinión pública no se hubiera desviado como se desvió.
Debo reconocer que sólo AMLO en entrevista radiofónica, le restó importancia al trending topic mundial, diciendo que no tenía ningún comentario al respecto y que serían en todo caso, las autoridades encargadas de la organización quienes deben poner atención sobre el asunto para próximas ocasiones y hasta ahí.
Pero no pasó lo mismo con sus correligionarios, ni con lo panistas, ni los priistas y los mexicanos en general atentos a aquel evento. Todos ellos cayeron en la condición de tercermundistas, morbosos o mojigatos, lo que Usted guste, cuando tal episodio no debió haber significado nada.
¿Negativa la forma en que iba vestida? ¿Positiva su presencia? No señores, no se hagan bolas, la respuesta es: nada y punto. No tiene por qué significar ni robar la atención del debate de políticos, una mujer guapa y bien vestida, no merecería la pena estar hablando de ella ahora. Pero hasta los más liberales se dan golpes de pecho y los más santurrones se agasajan con torpes fantasías.
Señores de los medios, usuarios de las redes, consumidores de noticias, electores: ¿así le seguimos? ¿nos quedamos con la edecán? y ¿que México siga sumido en la pésima situación en la que está?
Vaya momento para, deliberada o accidentalmente, toparnos con un distractor como el de la aparición de la edecán, Julia Orayen, personaje que sin previo aviso irrumpió en el evento del debate del pasado Domingo. Escote y curvas ganaron la atención y provocó que hasta los que criticaron el hecho, le dieran automáticamente un espacio que debió ser utilizado para la reflexión de lo que ahí sucedió.
Es infantil la manera como quienes semanas, días, horas y minutos previos al debate, se decían muy interesados en lo que iba a ocurrir, mordieron el anzuelo de los encantos de la playmate y cayeron en la superficialidad de ofrecerle tiempo precioso a la chacota, en lugar de otorgárselo a la reflexión y al debate de las ideas inmediato- posterior al debate presidencial, lo que probablemente, era más valioso que el evento mismo. Me explico, no se trata de no hablar del asunto días después, pero habría que dimensionarlo y sobre todo, no se podía perder tiempo y oportunidad en los momentos inmediatos al debate porque horas o días más tarde, el impacto se diluiría.
Estoy seguro que si periodistas e intelectuales le restan importancia a los quince segundos de la aparición de la edecán, la opinión pública no se hubiera desviado como se desvió.
Debo reconocer que sólo AMLO en entrevista radiofónica, le restó importancia al trending topic mundial, diciendo que no tenía ningún comentario al respecto y que serían en todo caso, las autoridades encargadas de la organización quienes deben poner atención sobre el asunto para próximas ocasiones y hasta ahí.
Pero no pasó lo mismo con sus correligionarios, ni con lo panistas, ni los priistas y los mexicanos en general atentos a aquel evento. Todos ellos cayeron en la condición de tercermundistas, morbosos o mojigatos, lo que Usted guste, cuando tal episodio no debió haber significado nada.
¿Negativa la forma en que iba vestida? ¿Positiva su presencia? No señores, no se hagan bolas, la respuesta es: nada y punto. No tiene por qué significar ni robar la atención del debate de políticos, una mujer guapa y bien vestida, no merecería la pena estar hablando de ella ahora. Pero hasta los más liberales se dan golpes de pecho y los más santurrones se agasajan con torpes fantasías.
Señores de los medios, usuarios de las redes, consumidores de noticias, electores: ¿así le seguimos? ¿nos quedamos con la edecán? y ¿que México siga sumido en la pésima situación en la que está?
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