No nos dejarán dormir…

Ricardo Rocha

Cuando todo parecía encaminarse a representar paso a paso un guión previamente escrito; cuando todo presuponía la elección más aburrida de todos los tiempos; un partido con el marcador establecido; una pelea con ganador predeterminado; una papa sin cátsup, diría la filósofa… hete aquí que del rincón más apartado del escenario político social del país surgen nuevos actores que lo modifican.

Primero, los estudiantes ofendidos de la Ibero –alguna vez icono de una clase social distante y distinta del país– con los reclamos no tanto por la presencia de Peña Nieto sino por los preparativos priístas y sobre todo la manipulación y los silencios de los grandes medios. Pero todavía más aún, por la indignación rabiosamente justificada por los calificativos denostadores de los propios medios de entre los que destacó el de “acarreados” que les endilgó Pedro Joaquín Coldwell y que fue el gran detonante.

Hartos de la manipulación de los grandes medios; hartos de la incapacidad y los abusos de los gobiernos; hartos de que los consideren borregos manipulables; con ese sentimiento de fastidio y una extraña mezcla de entusiasmo e irritación se convocaron y se organizaron ellos solos. Se treparon a las redes sociales y mostraron sus 131 credenciales. Luego salieron a las calles y en un prodigio de paradoja matemática se convirtieron en miles que se hicieron 132. Y nos asombraron con manifestaciones inéditas por dos hechos fundamentales: no tenían cabezas visibles y provenían de muy diversos orígenes y universidades. Y por primera vez en la historia proclamaron que ya no había que separarlas en ricas y pobres y que ahora las podemos enumerar mezcladas: Ibero, UNAM, Anáhuac, Poli, ITAM, UAM y otras. La diversidad aglutinada por una rebeldía inconforme y entrelazada por el poderosísimo instrumento de las redes sociales.

El impacto de la convocatoria ha sido indiscutible. Y sólo un suicida o un enfermo mental podría volver a calificarlos de “acarreados” o a insistir en que un perverso cerebro del mal los manipula. A propósito, este inédito e inesperado movimiento juvenil vivirá hoy una prueba de fuego cuando se reúna en mesas de trabajo para definir sus metas en el corto y mediano plazo. También en “la islas” de la UNAM, los convocados elegirán un Comité Directivo. Muy pronto han aprendido que organizarse es prioritario para darle sentido al movimiento. Insistirán en que no pertenecen a ningún partido político y que no están ni en contra ni a favor de ningún candidato. Pero caminarán por la cuerda floja y sin red de protección al dirimir si estas definiciones son válidas al interior del movimiento sin afectar sus propósitos. Ahora están conscientes del valor de su voz colectiva. Una generación que sabe de los efectos de ella en sus padres; que es hija de ellos pero también de Twitter y Facebook.

Si las metas son, según nos dijeron: despertar a los apáticos; incentivar a los indecisos y convencer a los del voto nulo, los estudiantes de este país pueden hacer historia. Si logran que al menos 8 o 10 millones de nuevos jóvenes votantes vayan a las urnas este 1 de julio, estarían incidiendo de manera significativa en el resultado de la elección presidencial 2012, sea cual fuere el ganador. Por lo pronto, el que las grandes televisoras vayan a transmitir el debate es ya una primera victoria.

Insisto: tenemos que creer en ellos de una vez por todas. Aceptar que no nos dejarán dormir, si no los dejamos soñar.

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