Mito salarial

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Durante las jornadas electorales de 2006 el país transitó por la ruta del engaño, se incentivó la división. El actual titular del Ejecutivo dista mucho de ser el presidente del empleo y las manos limpias. Lo acertado es afirmar que continuó siendo el hijo desobediente, como bautizó a su transporte terrestre.

Con desparpajo, sin rubor y consciente de que la sociedad no compra todas sus declaraciones -las cifras del INEGI, de Transparencia Internacional y de la ABM indican lo contrario de su dicho-, el presidente de esta empobrecida nación sostiene que pese al adverso panorama económico que ha enfrentado México en los años recientes, es la primera vez que el poder adquisitivo del salario mínimo de los trabajadores ha crecido, o cuando menos no se ha deteriorado, como ocurrió en las últimas décadas del siglo pasado. Sólo una reflexión, ¿quién paga el salario mínimo y quién puede vivir con esa cantidad? ¿Será Ernesto Cordero?

Insidiosamente insiste el titular del Ejecutivo que en la década de los 80 los salarios mínimos perdieron 70 por ciento de su poder adquisitivo, pues la inflación promedio de esos años fue de 70 por ciento, mientras en los años 90 fue de más de 20 por ciento. La primera del siglo XXI fue de apenas 4.8 por ciento. Pero la información puede consultarse: con todo e inflación había menos pobreza alimentaria, violencia casi inexistente y mucho más empleo que el creado durante el panato.

Sostiene el Primer Jefe de las Fuerzas Armadas que, sólo en los primeros cuatro meses de este año, se han creado 350 mil empleos netos, con una inflación de 3.7 por ciento, hay 154 mil millones de dólares en reservas del Banco de México y 72 mil millones de dólares más que tendría disponibles el Fondo Monetario Internacional.

A la gestión administrativa panista la sociedad debe agradecerle que en el transcurso de seis años nada más se hayan incrementado 36 por ciento los precios de los productos básicos.

De allí que resulte explicable que no haya podido cumplir con su promesade ser el presidente del empleo, pues se encareció de tal manera el costo de la vida que, automáticamente, los jóvenes audaces se lanzan a la informalidad.

Para comprender lo que significa estar agradecidos por ese pequeño 36 por ciento de encarecimiento, remito al lector a un texto de Gabriel Zaid: “La asimetría es poder, y el poder fácilmente se convierte en negocio. Una persona conocida puede reunir a una multitud, y esto lo saben los protagonistas… los patrocinadores, todos los que pretenden influir. El carisma es una revelación para los que conviven la experiencia: una culminación inmediata que se cumple en sí misma y no pide más que continuar. Pero también es algo mediatizable por los protagonistas, por el público que los sigue, por los interesados en comprar o vender esa influencia y por los dueños del micrófono. Es un poder que se impone silenciado las pequeñas conversaciones, de manera natural (la admiración que calla para escuchar) o con trucos que llamen la atención, autoritariamente o no”.

Al PAN le corresponde, ahora, escuchar. Lo del poder adquisitivo del salario mínimo es otro embuste del hijo desobediente.

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