¿Me estás oyendo, Andrés Manuel?

José Cárdenas

“La democracia es el peor de los sistemas… si excluimos a todos los demás.”

Felipe González —uno de los políticos iberoamericanos más relevantes de las últimas cuatro décadas— cita a Winston Churchill.

En entrevista con este reportero, el ex presidente que montó a España en la Unión Europea y su colega Fernando Henrique Cardoso, pionero de la apertura democrática–responsable de cimentar el desarrollo del nuevo Brasil, hablan de las lecciones que les dejó su protagonismo en el cambio político y económico de sus naciones.

Lecciones que mucho podrían servirnos en la coyuntura electoral que vive nuestro país.

Felipe González es contundente: “Si se cuestionan los resultados de una contienda, ese sistema político estará fallando (…) Si la derrota no es aceptada, quien pierde tiende a romper las reglas del juego y a salirse del sistema” (…) Para evitar la ruptura no sólo hace falta voluntad. Se necesitan reglas y, sobre todo, madurez política. El poder no puede manejarse de forma patrimonial.”

En tal sentido, Fernando Henrique Cardoso da su receta para concretar una tersa transición —él tuvo que entregar la presidencia de Brasil a Luis Inacio Lula da Silva, uno de sus más fieros rivales—.

–“Lo que hice en Brasil para prevenir una derrota eventual, fue preparar una ley de transición. Así, cuando ganó Lula pudo nombrar 70 personas en mi gobierno, por tres meses, uno de ellos con el grado de ministro, para que mi gestión transmitiera el poder a la siguiente”.

–“Le dije a Lula que mientras fuera presidente electo, viviera en uno de los palacios que yo disponía en Brasilia… y Lula lo hizo… ¿Por qué? Porque a pesar de ser un oponente tan crítico quiso mostrar que una cosa es la ideología política y otra la obligación institucional. En tanto presidente, yo tuve que aceptar la decisión de mi pueblo”.

Entender que en la democracia el pueblo tiene la última decisión, marca la estatura moral de un político. Define su verdadera convicción democrática.

Los ciudadanos podemos equivocarnos en una elección, pero la decisión que se tome en las urnas no debe ser descalificada por contendiente alguno, por el simple hecho de no favorecer a sus intereses.

Nos guste o no, esas son las reglas del juego democrático… el único antídoto conocido contra el autoritarismo… y mientras no se invente algo mejor que la democracia, habrá que apechugar.

MONJE LOCO: La carrera política de Javier Lozano se puede inscribir en la picaresca ilustrada. Amigo escolar de Felipe Calderón, fue incorporado al gabinete sin mayores méritos panistas… y a pesar de ello logró engañar al grupo del Presidente con una falsa imagen de eficacia. Prometió resolver el caso de Pasta de Conchos… y no pudo. Prometió encarcelar a Napoleón Gómez Urrutia… y no pudo. Juró que jamás le devolvería la toma de nota al sindicato minero… y no pudo. Su único éxito fue el cierre y extinción de Luz y Fuerza del Centro, dominada por el SME. Acabó con la empresa, pero no pudo sepultar al sindicato… menos a Martín Esparza. Hoy Javier Lozano se ha apoderado de un sitio detrás del trono… en Puebla. Manejó las listas del Congreso y convenció al gobernador Rafael Moreno Valle de lanzarse como el “Peña Nieto” del PAN para 2018. Lozano es uno de los artífices del megalómano festejo de los 150 años de la Batalla de Puebla. A su manera, está librando su propia batalla de Puebla. Ya se sabe, ya se supo…

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