Antonio Navalón
Desde el grupo de Generales de Sonora y Plutarco Elías Calles, el Ejército Mexicano ha sido ejemplarmente leal a la Constitución Mexicana.
Después del ex presidente Calles, ningún otro mandatario había sido un Comandante en Jefe de manera tan determinante, efectiva y visible como Felipe Calderón Hinojosa.
Vicente Fox hizo un test con el antiguo aficionado a la filosofía y Secretario de la Defensa, el Comandante Vega, y supo que el Ejército haría cualquier cosa excepto ir contra el pueblo de México.
¿Qué está pasando? ¿Será que de golpe ahora la Procuraduría General de la República se ha convertido en un cúmulo de eficiencia y después de seis, siete y en algunos casos hasta veinte años de conformar expedientes tiene ya, por fin, las pruebas que necesita para –curiosamente- comenzar a detener generales y coroneles a troche y moche?
¿Qué pasa si no es cierto que estas detenciones se están produciendo a instancias de los Estados Unidos? ¿Qué pasa si tampoco es cierto que hay una lista, que en este caso no es de Schindler, ni de Marisela, sino una que no se sabe muy bien de quién es, pero que está destinada a sembrar el terror indiscriminado entre los altos mandos del ejército mexicano?
El tiempo normal de maduración de un procedimiento judicial, el gran punto flaco del sexenio actual, para las autoridades norteamericanas es entre dos y cuatro años.
Aunque ahora están cantando todos los que están en las prisiones federales ligando pistas, en Estados Unidos tampoco está claro que se haya producido de golpe una aleación que se pueda considerar como no dudosa o segura, en una proporción suficiente como para crear malestar en los cuarteles y sonido de sables.
Entonces, ¿qué está pasando? Si no existe esa lista, si no existen esas peticiones y si existen ¿Dónde están fundamentadas? ¿Quién las hizo? ¿En correspondencia a qué juez? ¿A qué caso? ¿En función de qué revelaciones? Cuando acaben los cuarenta días de arraigo solicitado por la PGR y concedidos, estaremos a 48 horas de las elecciones.
Pero eso no es lo importante, lo es que desde este momento y hasta que eso suceda, es fundamental saber cuántos más están en la picota. Hay una cosa que siempre supe: en política, en política militar, en cualquier política uno puede hacer cualquier cosa, menos poner en marcha el cinturón del miedo.
Ojalá y esto no sea otro michoacanazo y todo se aclare rápida y oportunamente. Este es el momento en el que el Comandante en Jefe instruye a su General Secretario de, sin vulnerar y protegiendo la información que sea considerada secreta en los casos, le explique primero, a esa parte del pueblo mexicano que es el Ejército, qué es lo que está pasando y por qué.
Además también deberá decirnos al resto de los ciudadanos que no estamos frente a una operación muy peligrosa, porque aunque fuera verdad que el gobierno de Estados Unidos está solicitando esas detenciones, este es el momento de recordar una reunión que tuvo lugar en Los Pinos 48 horas después de que Ernesto Zedillo fuera presidente.
El entonces embajador norteamericano James Jones en nuestro país se presentó delante del presidente mexicano con al menos dos testigos y una lista de gente sospechosa de pertenecer al narco.
En esa lista había autoridades de primer y segundo nivel del orden civil que han sido y serán en la nueva legislatura muy importantes. El presidente Zedillo le pidió al embajador norteamericano las pruebas concluyentes y definitivas que no supusieran una voladura incontrolada del Estado Mexicano.
Desde el grupo de Generales de Sonora y Plutarco Elías Calles, el Ejército Mexicano ha sido ejemplarmente leal a la Constitución Mexicana.
Después del ex presidente Calles, ningún otro mandatario había sido un Comandante en Jefe de manera tan determinante, efectiva y visible como Felipe Calderón Hinojosa.
Vicente Fox hizo un test con el antiguo aficionado a la filosofía y Secretario de la Defensa, el Comandante Vega, y supo que el Ejército haría cualquier cosa excepto ir contra el pueblo de México.
¿Qué está pasando? ¿Será que de golpe ahora la Procuraduría General de la República se ha convertido en un cúmulo de eficiencia y después de seis, siete y en algunos casos hasta veinte años de conformar expedientes tiene ya, por fin, las pruebas que necesita para –curiosamente- comenzar a detener generales y coroneles a troche y moche?
¿Qué pasa si no es cierto que estas detenciones se están produciendo a instancias de los Estados Unidos? ¿Qué pasa si tampoco es cierto que hay una lista, que en este caso no es de Schindler, ni de Marisela, sino una que no se sabe muy bien de quién es, pero que está destinada a sembrar el terror indiscriminado entre los altos mandos del ejército mexicano?
El tiempo normal de maduración de un procedimiento judicial, el gran punto flaco del sexenio actual, para las autoridades norteamericanas es entre dos y cuatro años.
Aunque ahora están cantando todos los que están en las prisiones federales ligando pistas, en Estados Unidos tampoco está claro que se haya producido de golpe una aleación que se pueda considerar como no dudosa o segura, en una proporción suficiente como para crear malestar en los cuarteles y sonido de sables.
Entonces, ¿qué está pasando? Si no existe esa lista, si no existen esas peticiones y si existen ¿Dónde están fundamentadas? ¿Quién las hizo? ¿En correspondencia a qué juez? ¿A qué caso? ¿En función de qué revelaciones? Cuando acaben los cuarenta días de arraigo solicitado por la PGR y concedidos, estaremos a 48 horas de las elecciones.
Pero eso no es lo importante, lo es que desde este momento y hasta que eso suceda, es fundamental saber cuántos más están en la picota. Hay una cosa que siempre supe: en política, en política militar, en cualquier política uno puede hacer cualquier cosa, menos poner en marcha el cinturón del miedo.
Ojalá y esto no sea otro michoacanazo y todo se aclare rápida y oportunamente. Este es el momento en el que el Comandante en Jefe instruye a su General Secretario de, sin vulnerar y protegiendo la información que sea considerada secreta en los casos, le explique primero, a esa parte del pueblo mexicano que es el Ejército, qué es lo que está pasando y por qué.
Además también deberá decirnos al resto de los ciudadanos que no estamos frente a una operación muy peligrosa, porque aunque fuera verdad que el gobierno de Estados Unidos está solicitando esas detenciones, este es el momento de recordar una reunión que tuvo lugar en Los Pinos 48 horas después de que Ernesto Zedillo fuera presidente.
El entonces embajador norteamericano James Jones en nuestro país se presentó delante del presidente mexicano con al menos dos testigos y una lista de gente sospechosa de pertenecer al narco.
En esa lista había autoridades de primer y segundo nivel del orden civil que han sido y serán en la nueva legislatura muy importantes. El presidente Zedillo le pidió al embajador norteamericano las pruebas concluyentes y definitivas que no supusieran una voladura incontrolada del Estado Mexicano.
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