Los bonsái

Denisse Dresser

Así fueron durante el debate. Cuatro candidatos miniatura, como los árboles bonsai de la tradición artística japonesa. Chiquitos, como en contenedor. Pequeños, como una planta diseñada para la contemplación. Menudos ante el tamaño de los retos que México enfrenta. Incapaces de proponer reformas audaces, adoptar posiciones controvertidas, ofrecer más allá de los lugares comunes. Mirarlos deja en el espectador un sentido compartido de desilusión, de desesperanza. He allí un formato rígido que convierte la interpelación sustantiva en una sucesión de monólogos. He allí un ejercicio fársico en la cual se comenta más lo que asoma en el escote de una edecán que lo que pasa por las mentes de sus participantes.

Enrique Peña Nieto, que gana porque logra articular una oración con sujeto, verbo y predicado sin teleprompter. Alguien que reduce las expectativas al mínimo para después sobrepasarlas con el argumento de que no es tan estúpido como suponíamos. Alguien que según las tendencias electorales, gana porque mantiene la distancia de 20 puntos que lo separan de sus principales competidores. Peña Nieto, el beneficiario de una panista que no logra noquearlo y un perredista que tampoco lo hace. El candidato que se erige en triunfador por tan sólo resistir; por tan sólo contestar; por no perder la ventaja; por convertir el ataque en la mejor defensa. El candidato del “por lo menos”: por lo menos puede presentarse en la pantalla sin reproducir el ridículo que hizo en la FIL de Guadalajara. Por lo menos es mejor que el PAN de los últimos 12 años, dicen quienes no perciben el regreso probable del PRI a los Pinos como una regresión.

Josefina Vázquez Mota, la gran perdedora de la noche porque insiste en decir que es “diferente” pero no logra explicar por qué. La candidata que intenta instrumentar una estrategia de contraste con el PRI, cuando debería aplicarla con respecto a sus predecesores panistas. Queda atrapada entre un priismo que capitaliza el voto de castigo al PAN y un perredismo que le apuesta a ser el cambio verdadero. Le falta claridad para decir en qué sería diferente de Vicente Fox, de Felipe Calderón, de los últimos 12 años de gobiernos panistas. Ataca a Peña Nieto pero no logra darle un golpe contundente; critica al PRI pero deja ir la oportunidad de mostrarlo como el partido que ha obstaculizado todas las reformas que ahora el puntero presidencial ofrece. Tenía que demoler al mexiquense metrosexual y no logra hacerlo. No logra subrayar las contradicciones de un priismo que se pinta como modernizador en la teoría pero nunca lo ha sido en la práctica. No transmite convicción, no despierta convicción. Se le ve desdibujada, artificial, fingida, fuera de tono.

Andrés Manuel López Obrador tampoco obtiene lo que quería: exhibir a Peña Nieto y hundirlo, acosar al priísta y evidenciarlo. Aunque sustituye a la República amorosa por la República rencorosa, los golpes propinados al priísta lo dejan aún de pie. No trae consigo algún ataque novedoso, alguna evidencia enervante, alguna investigación fresca. Se convierte por ello en el emisario de un pasado que a pocos -lamentablemente- les interesa: la conexión con Arturo Montiel y Carlos Salinas de Gortari, el cordón umbilical que une al peñanietismo con las televisoras, la corrupción como huella dactilar del PRI. AMLO iba a informar en vez de debatir, pero su información huele a viejo. De nuevo se erige en el luchador social que no sabe cómo ser político profesional. Eso hubiera implicado -entre otras cosas- colocar de manera correcta la fotografía que traía consigo en lugar de mostrarla al revés. Se le ve cansado, agresivo, reiterativo, poco propositivo.

Y la gran sorpresa del evento. Gabriel Quadri que se adueña del escenario -y del voto de los indecisos- con la libertad que provee ser un candidato sin nada que perder. El “ciudadano” que no lo es porque de independiente tiene muy poco. El candidato que Elba Esther Gordillo ha hecho suyo y se encarga de edificar. Con propuestas políticas y económicas que el SNTE jamás aceptaría y a las cuales se opone. Con una combi ciudadana a la cual Quadri se sube sólo dos cuadras antes de cada evento al que va. Hay un plan de trabajo que La Maestra ha puesto en marcha, el cual el ecologista sigue al pie de la letra: te doy la plataforma desde la cual propulsarte y a cambio me das los 2 puntos de la votación que el Panal necesita para conservar el registro. He allí un intercambio de apoyo, dinero y promoción mediática. Todo para que el Panal pueda continuar siendo un instrumento de extorsión política. Un factor de chantaje electoral, que los maestros pagan con los 6 millones de pesos que el SNTE recibe todos los días de la cuota magisterial.

Candidatos miniatura como los árboles que los japoneses usan para decorar sus casas y jardines. Producto de una democracia disfuncional y de un IFE debilitado. En Japón los bonsai son considerados una obra de arte que amerita la contemplación. Pero en su versión mexicana sólo parecen arbustos disminuidos por la maceta mal formada que les dio vida.

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